RELATOS


EN CONSTRUCCIÓN

XXIX Concurso literario Isbilya para alumnos de bachillerato y ciclo formativo

1 er premio

Los trazos de la libertad

La celda era fría y oscura, el olor a humedad y suciedad invadía el aire. Cada día era igual, los reclusos pasaban las horas en silencio o discutiendo sobre sus crímenes.

Pero había uno diferente, un hombre que dibujaba en las paredes con la punta de sus dedos. Los guardias lo llamaban "el loco", pero él no lo era. Los dibujos eran su forma

de escapar, de volar lejos de la cárcel y encontrarse a sí mismo. A través de ellos, encontró la libertad que le había sido arrebatada, y se prometió a sí mismo que nunca volvería a caer en la oscuridad de la prisión.

Pedro Hernández Alcón (1º Bachillerato A)

2º premio

La princesa nocturna

Y la historia de la bella princesa más pretendida del reino se volvió a repetir, otro pretendiente fue rechazado, nada ni nadie le hace más feliz que ver las estrellas. Está totalmente enamorada de la noche y todo lo relacionado con lo convencional le repudia.

Ver el nocturno cielo es lo único que la princesa quiere hacer. No le importan los lujos ni las riquezas, su único objetivo es ver llegar a la esperada Polaris hacia ella.

La más brillante del Sistema Solar ilumina hasta el mínimo espacio de su preciosa alcoba. Y, aunque todos la pretenden, nadie brilla tanto para una estrella como ella.

Daniel Aguilocho Contreras (1º Bachillerato C)

1 er premio Concurso literario 3º y 4º ESO

Disparos, gritos, sangre

El llanto de un niño, mis ojos llorando. ¿Cómo ha pasado esto? Yo sólo necesitaba robar 100€, no quería que todo acabase así. Y de repente la escuché, esa risa que recordaba tan bien. La risa de quien me arruinó la vida, mi creadora, mi madre. De repente me empiezan a temblar las piernas y caigo al suelo en llanto, recordando cómo pasó todo, recordando cómo me volví el monstruo que soy ahora.

Flashback 1

Dinero, dinero, dinero; siempre había escuchado esa palabra salir de la boca de mi madre, pero nunca les tomé importancia, hasta ese día, el día que perdí toda mi humanidad, el día que descubrí que no quedaba esperanza para la raza humana, el día en el que me di cuenta que con tan solo 11 años, solo existía por y para algo llamado dinero.

Ese día recuerdo que mamá se puso sus zapatos especiales, los que sólo usaba para momentos importantes, y me pidió que me arreglase, que íbamos a ir a un lugar muy especial; iluso de mi, si yo hubiese sabido lo que ocurriría cuando abriese esa puerta.

Y por desgracia no tardé mucho en descubrirlo, en cuanto abrí la puerta, sentí un golpe, y de repente dejé de respirar, temblando, caí al suelo, luchando por no perder la consciencia, buscando con la poca fuerza que me quedaba a mi madre. Pero cuando la encontré la vi sonriente, triunfante mientras recibía un sobre de personas que no lograba reconocer, con batas blanca larguísimas y máscaras que tapaban completamente la cara de los desconocidos. Ella empezó a reírse y me dijo unas palabras que me marcarían por el resto de mi vida:

“Para mí solo eres dinero”

Se me volcó el corazón en un segundo, y dejé de sentir. Y en ese instante comenzó el martirio que me convirtió en lo que soy ahora, un monstruo.

Flashback 2

Desesperación, eso era lo único que sentía en ese lugar, mientras me inyectaban una y otra vez líquidos que hacían que todo mi cuerpo se sintiese en llamas. Cada día era igual que el anterior, una rutina que me mataba por dentro. En mi celda no había mucho que hacer, un espejo en el que no me reconocía, una cama donde lloraba antes de irme a dormir y un váter.

Gritos, gritos que llenaban el silencio del laboratorio, empecé a patear la puerta de mi celda sintiendo cómo nacía en mí algo que había olvidado que era posible sentir, esperanza. La puerta cató y con eso se levantó mi ira, el haber sido encerrado como un animal. Empecé a correr, sin rumbo alguno, buscando una salida cuando entonces, me agarraron. Pensaba que ese iba a ser mi fin, intenté gritar pero una mano me tapó la boca mientras me susurraban:

“Aún puedes salir, yo misma te ayudaré, pero te costará caro”. Asentí desesperadamente, iba a hacer cualquier cosa para escapar.

“Bien, pero para quitar sospechas debo hacer esto”. Sentí un pinchazo en el cuello y caí dormido en los brazos de esa persona, mi supuesta salvadora.

¿Final?

Desperté desorientado, mis muñecas atadas a una silla y entró esa chica, con aires de superioridad.

-Como te dije, te ayudaré a escapar, pero debes hacer lo que yo diga, ¿entendido?- Dijo tranquilamente, a lo que sólo pude asentir.

-Perfecto, escucha atentamente... […]

Un tic tac empezó a resonar por la sala y el lugar estalló, casi asesinándome. Me liberé del agarre y salí huyendo, cuando de repente la escuché reírse, a ella, mi madre.

-¿De verdad pensabas que iba a ser tan fácil huir?- Solté el dinero, y caí de rodillas, cerrando los ojos mientras intentaba ahuyentar el dolor, intentando huir, intentando volver en el tiempo, deseando que nunca hubiese existido el dinero y así yo habría tenido una buena vida. Y de repente, silencio.

Noah Bomba (3º ESO B)