NÚMERO 9


REVISTA IES ISBILYA
    Editado en Sevilla por IES Isbilya
    ISSN: 2659-5044
    Número 9. Julio de 2025

 

-¿Con cuál de estas citas te sientes más identificado?


REVISTA IES ISBILYA

 
Alumnos que han publicado en este número


Acosta Gallego, Juan Luis
Agreda Villalba, Ignacio
Aguilocho Contreras, Daniel
Alberto Hernández, Irene
Barba Vicente, Ana
Bastos Aliaga, Ana.
Bastos Aliaga, Antonio
Benítez Ramos, Adrián
Bensalah Álvarez, Ismael
Bernet Mesa, Ángela 
Caballero Ortíz, Daniel
Cadilla Barea, Antonio
Camacho Gavilan, Araceli 
Carmona Lorente, Sofía
Cascado Sevilla, Mario
Corrales, Fernández, Carmen
Cuevas Ruiz, María 
De Larrauri Martín, Amaia 
De Toro Carrasco, Alba
Díaz Sáez, Mar
Esteban Carrasco, Sofía
Falcon Navarro, Rubén
Fernández Martín, Sofía
Fernández Mate, Diego
Gallardo Garrido, Marta
García Gómez, Claudia
Garea Flores, Daniela
Gómez Huelmes, Pilar
Gómez Ramírez, Angel Kevin
González Pérez, Ramón 
González Rufí, Daniel 
Guerra Amaya, Pablo
Hernández López, Diana
Hernández Utrilla, Cristina
Hidalgo El Hanch, Antonio
Ibarra Bernabeu, Ángela
Jiménez Riego, Jesús 
López Moreno, Pilar
López Sánchez, Susana
López Torres, Marta
Madrid Cardo, Javier
Marín Calle, Alejandro 
Marín Calle, Alejandro
Márquez Rivera, Iria
Martín González, Lupe
Moreno Pulido, Noa
Moreno Romero, Pablo 
Moreno Solaz, Irene 
Moreno Sosa, Mar
Muñoz Pineda, Raquel
Oliva Herrera, Pedro
Pablo García Gil.
Portillo Tenorio, Pablo
Pozo Méndez, Camila
Pulido Moreno, Noa
Rabasco Aguilar, Manuel Jesús 
Real Iglesias, Darío 
Reina Borjas, Carmen 
Robredo Portal, Teresa
Rodríguez Cervilla, Carmen
Román Barba, Rodrigo
Romero Rísquez, Marta 
Rosado Agustín, Nicolás 
Ruíz Díaz, Carmen
Ruiz García, Javier
Tierno Collado, José Manuel
Toranzo Gallardo, Gonzalo 
Toré Godino, Marcos
Tovaruela Fernández, Isabel
Vázquez Ruiz, Naia
Vicente Martínez, Marina
Villafañe Peñarrieta, Ludmila
Yélamos Córdoba, Gael
Zamora Caraballo, Miriam

Consejo de Redacción.


Profesores


Maribel Figueroa Hernández. Profesora de Inglés. Sección de Inglés y Eventos.
Ana Barba Vicente. Profesora de Lengua Castellana y Literatura. Sección de Relatos.
Rafael Castillo Gómez. Profesor de Dibujo. Sección de Arte.
Rafael Ángel Rodríguez Sánchez. Profesor de Filosofía. Secciones de Debate filosófico, Deporte, Eventos y Juegos lógicos.


Edición a cargo de:


Maribel Figueroa Hernández. Profesora de Inglés.
Rafael Ángel Rodríguez Sánchez. Profesor de Filosofía.





SECCIÓN: DEBATE FILOSÓFICO

Alberto Almuedo Cózar. 
Los cuidados. ¿Presente o futuro?

A lo largo de la historia los cuidados se han tratado como un tema secundario de la sociedad. No obstante, diversos pensadores han reflexionado sobre ellos, desde los estoicos y los epicúreos hasta Carol Gilligan con su ética del cuidado. Otros no han tratado directamente este asunto, pero han procurado tesis que lo introducían; como Aristóteles con su concepción de la eudaimonía  . Y no es de extrañar que tal cantidad de filósofos haya abordado este tema, ya que la postura de la sociedad sobre este tópico, no ha cesado de evolucionar. Un claro ejemplo es el de los roles de género en el cuidado: en el pasado se relegaba este papel principalmente a la mujer; sin embargo, en la actualidad, existe una tendencia creciente, sobre todo en los países desarrollados, hacia una división más equitativa entre la mujer y el hombre.
No obstante, para poder tratar este tema con el rigor que merece, en primer lugar debemos plantearnos qué es el cuidado. El cuidado (del latín, cogitātus 'pensamiento') se establece por la Real Academia Española como la acción de cuidar (‖ asistir, guardar, conservar) o como la  solicitud y atención para hacer bien algo. Acorde a esta definición, podemos reformular la cita de Aristoteles: "Todo arte y toda indagación, así como toda acción y elección, parecen tender hacia algún bien."   como que toda acción persigue un propósito o que toda gesta busca el cuidado de algo, sea un objetivo, una idea o una persona. Por muy mala que sea la acción que se haga, siempre existe el fin de cuidar algo: un terrorista cuida una ideología errónea, quien se suicida piensa que cuida su bienestar acabando con su sufrimiento al no encontrar otra salida, aquel que se droga se cuida a sí mismo en ese preciso instante. El problema reside en la perspectiva con la que se afronta el cuidado. De ahí procede la importancia de la reflexión sobre este asunto, de la necesidad de evitar concepciones falsas sobre qué merece la pena cuidar.
Hoy en día el cuidado se divide en tres pilares fundamentales que lo engloban en su totalidad: el cuidado del medio, el cuidado de las personas y el cuidado de sí. Toda acción forma parte de alguna de estas categorías. Desgraciadamente, en la mayoría de ocasiones, un suceso que beneficie a uno de estos grupos, supone el perjuicio de otro de los grupos o de parte de sí mismo. Tomemos un caso a modo de ejemplo: no utilizar la calefacción un día de frío beneficia al medio ambiente pero nos perjudica a nosotros mismos. Otras acciones, como decidir si someterse a una operación, nos perjudican a corto plazo pero conllevan beneficios con el paso del tiempo. Por ello, al igual que la mayoría de los aspectos de la vida, la clave reside en encontrar un equilibrio. Este equilibrio entre los tres pilares, combinado con la inmediatez o no del fruto de los cuidados, constituye la base para una vida próspera, armoniosa y sostenible. Por ello, para apoyar el enfoque que considero ideal para dicho balance perfecto, a continuación se expondrán de manera razonada, bloque a bloque, los argumentos que formarán la tésis.

El cuidado de sí.
En un mundo perfecto todo el mundo cuidaría del resto y nadie se tendría que preocupar en gran medida por sí mismo; el problema radica en que bien si el mundo fuese perfecto, si tan solo una única persona decidiese aprovecharse del resto, el sistema colapsaría. Por ello debemos ser capaces de velar por nosotros mismos. Como dijo Epicteto “Ninguna persona es libre si no es dueña de sí misma”, si no somos capaces de cuidar nuestro bienestar, estamos condenados bajo la incertidumbre de la vida y quedaremos a merced de las circunstancias externas.
Es trivial que cada uno debe dedicar parte de su vida a cuidarse. Ahora bien: ¿hasta qué punto merece la pena centrarse en el futuro? ¿Debemos tener en cuenta el Carpe Diem? ¿Reflexionar sobre el pasado es una pérdida de tiempo? Para responder a estas preguntas me gusta imaginarme un camino en la montaña con varios senderistas. El primero, solo quiere llegar a la cima más alta, sin embargo al llegar, se encuentra tan cansado tras varias aburridas horas caminando que no llega a disfrutarla. El segundo, hedonista , nada más empieza a caminar, se detiene a mirar los árboles, le cae la noche y ni siquiera llega a ver la pradera que estaba a unos cuantos minutos más de camino. El tercero hace el camino pero acaba frustrado porque no para de recordar que se ha dejado la cámara en el coche. El cuarto se acaba perdiendo porque no recuerda cuándo se giraba para la derecha. Por último, el quinto tiene como objetivo llegar a la cima más alta, sin embargo, tiene asumido que prefiere parar de vez en cuando a admirar el paisaje y llegar a un pico intermedio; además se da cuenta de que se ha dejado la cámara, pero en vez de frustrarse decide hacer las fotos con el móvil, donde tiene un mapa que mira de vez en cuando para recordar el camino. Con esta metáfora no quiero dictar cómo debe vivir cada persona su vida, únicamente tengo la intención de establecer ciertos marcos generales. Todos somos diferentes y todos nos conocemos mejor que nadie.
“La naturaleza es sabia”. A menudo olvidamos que nosotros formamos parte de la naturaleza. Como resultado, precisamente por la visión a largo plazo necesaria para perpetuar la especie, la propia evolución nos ha proporcionado placeres intrínsecos a nuestro ser cuya función es la de incitarnos a llevar estilos de vida que aumenten nuestra esperanza de vida o nos ayuden a procrear. Empero , fruto de otro don de la evolución, nuestra inteligencia, nos ha dotado de un desarrollo tecnológico, económico y social que progresa a mayor ritmo que el biológico de la evolución. Y sí, la naturaleza es sabia; pero lenta, tolera mal los cambios repentinos, precisamente por esto muchos de los regocijos que les supuso a nuestros antepasados la diferencia entre la vida o la muerte, hoy en día, si no tenemos una visión de futuro, estamos condenados a no disfrutar de la vida o incluso nos harán fallecer antes de tiempo. No importa con cuánto dinero hayamos nacido, en el país que vivamos o nuestro estado de salud, a lo mejor llegaremos a la ataraxia , pero nunca a la ansiada felicidad o a la eudaimonía. De hecho no hay nada más humano que la felicidad que proporciona conseguir un objetivo, esta diferencia entre la eudaimonía y la ataraxia es lo que nos separa de los animales. No obstante hay que tener en cuenta que al igual que en la metáfora de la montaña, la vida no tiene sentido si no se disfruta del camino, cada cual debe decidir cómo gozar de los pequeños momentos y sorpresas que se interponen en nuestro sendero. Esto, esto es lo que nos separa de los robots.

El cuidado del medio.  
El medio ambiente es esencial para la vida, eso es innegable, desgraciadamente, la humanidad, poco a poco lo está destruyendo. A lo mejor nosotros no sufriremos las consecuencias, pero nuestra descendencia, si seguimos a este ritmo, lo hará. Como resultado han surgido multitud de corrientes sociopolíticas con el fin de detener el cambio climático y el deterioro de la Tierra, algunas de estas corrientes son el ecofeminismo  o la deep ecology (ecología profunda) . Estas políticas, aunque partan de una buena intención, abogan por un cambio drástico. Un cambio drástico podría ser viable para los países desarrollados, pero no para los países subdesarrollados o en vías de desarrollo. Y no debemos olvidar que estos dos últimos suponen la mayor parte de las naciones. Ante esto hay quienes apuestan por aprovechar la influencia que tiene Europa y Estados Unidos sobre el mercado global y restringir la compra de bienes y servicios extranjeros que no cumplan con la normativa medioambiental vigente. El problema es que al igual que los Europeos necesitamos en la Revolución Industrial y en los siglos venideros contaminar para desarrollarnos, estos países necesitan desarrollarse en primer lugar para invertir en sostenibilidad a posteriori. ¿No sería hipócrita negarles y criticarles por aprovechar las oportunidades que nosotros tuvimos en el pasado? 
Pero…¿Y si no tenemos que parar el cambio climático, y si únicamente tenemos que ralentizarlo? El ser humano tiende a tener una visión lineal de los acontecimientos, cuando en verdad suelen ser exponenciales, en especial en lo relacionado con la tecnología. Los avances tecnológicos crecen a una velocidad exponencial. ¿Quién hubiese podido imaginarse hace ciento cincuenta años un tren eléctrico? ¿O hace diez una inteligencia artificial que detecta plagas en cultivos? Si reducimos las emisiones de agentes contaminantes lo suficiente, aunque el planeta se siga “muriendo” poco a poco, seremos capaces de encontrar “una cura” a tiempo que nos permita ser sostenibles sin sacrificar la economía, un ejemplo de esta “cura prometedora”, en el ámbito energético sería la fusión nuclear, tecnología limpia, eficiente, barata y en la práctica ilimitada, el “santo grial” de las fuentes de energías, el cual se encuentra actualmente en fase de investigación.
Por todo ello, los países desarrollados, además de invertir en políticas medioambientales, deberían dedicar parte de la inversión destinada a este fin, a asistir el desarrollo de otros países, para que en un futuro no muy lejano sean capaces de invertir ellos mismos. Y sobre todo, tendrían que centrar una parte considerable de su economía en investigación. Así, el cuidado del medio ambiente puede transformarse en una oportunidad y un legado para las generaciones futuras, en lugar de una obligación.

El cuidado de los demás.
"El destino reparte las cartas, pero nosotros las jugamos" (Arthur Schopenhauer). Por esta misma razón, como el mundo no es perfecto, no sabemos cuándo nos va a tocar una mala mano a nosotros o a nuestros familiares y amigos. Esta es la razón principal por la que es necesario ayudar a los demás, puesto a que no es únicamente empatía, la empatía es ponerse en el lugar del otro, no obstante todos sabemos que tarde o temprano estaremos en una posición similar y necesitaremos ayuda de algún tipo. Dicho esto, tenemos el deber, la necesidad y el imperativo moral de respaldarnos siempre que tengamos alguna carta buena, sea dinero, tiempo, salud, amistades, etcétera.
Esto es aplicable a multitud de campos, no únicamente al individual. Afortunadamente, recientemente, los países, empresas y organismos han entendido la importancia de la solidaridad y cooperación, dando a lugar sistemas, organizaciones y asociaciones que han demostrado ser fructíferos y necesarios. Algunos de estos son la seguridad social, la Unión Europea o los sindicatos de trabajadores.
A pesar de que existe una tendencia al alza de cooperación internacional, todavía queda mucho por hacer en términos de solidaridad. Gran parte de la población mundial no tiene acceso a agua potable, pasa hambre o está bajo el umbral de la pobreza cobrando menos de cinco dólares al día. Por consiguiente, excluyendo la falta de recursos de las organizaciones sin fines de lucro y el escaso apoyo internacional, encontramos dos desafíos en los que nos tenemos que centrar: el enfoque de las ayudas y el obstáculo de los países autoritarios.
Actualmente la inmensa mayoría de las ayudas enviadas a los países subdesarrollados son cortoplacistas. Bien si suponen un alivio y en las zonas azotadas por desastres a lo mejor son suficientes, no suelen resolver el problema, y en la mayoría de ocasiones convendría centrar el dinero en proporcionar educación, puestos de trabajo, o granjas para que se puedan sostener económicamente ellos mismos, más que en comida o medicinas. A pesar de que inicialmente suponga la muerte y penurias de mucha población, a largo plazo salvará muchas vidas más y mejorará la calidad de vida. Esta lección se puede aplicar a prácticamente cualquier campo; mejor ayudar a los discapacitados buscando trabajos que sean capaces de hacer que simplemente dándoles ayudas, o mejor educar a la población para evitar peleas que aumentar las penas. No obstante, pese a que a menudo hay que tratar de buscar soluciones a largo plazo, no hay que descuidar los cuidados cortoplacistas que en multitud de ocasiones sirven como transición.
Por último, hay países y sujetos que no se esfuerzan por enmendar la situación, tomemos el caso de Corea del Norte, por mucho dinero que se les dedicase, este se invertiría en la compra de armas, o descuidarían aún más a la población poniendo como excusa que con las ayudas no necesitan las raciones del régimen. Otro caso, sería el del típico ludópata pobre al que se le da dinero y lo gasta en la ruleta. A estos países desgraciadamente no corresponde enviar ayuda, es contraproducente. Para ayudarlos tienen que querer ayuda.

Recapitulando los tres bloques mencionados, podemos concluir que los cuidados se deben centrar principalmente en aquellos que representen mayor bien, que frecuentemente suele ser el que se centra en el futuro. Este fundamento no implica descuidar los cuidados a corto plazo; simplemente resalta la importancia de tener presente el objetivo. El enfoque exacto de distribuir la inmediatez de los cuidados depende de cada uno. Esta disertación tan solo pretende establecer una base desde la que empezar, porque un barco sin puerto es un barco sin rumbo.
Por último quiero recordar que vivimos en un mundo imperfecto, un mundo injusto y complejo que se está muriendo. En una época de incertidumbre, polarización en la que es complicado discernir qué está bien de aquello que está mal. Sin embargo, con tiempo y voluntad, cuidándonos a nosotros, al resto y al planeta somos y seremos capaces de resolver multitud de nuestros problemas; alcanzaremos un equilibrio. Un equilibrio imperfecto, pero bueno, que no solo nos transmite ganas de vivir, sino además, una razón para hacerlo. Porque el mundo no es perfecto, ni debe serlo; todos los desperfectos de los que la Tierra consta no deben ser más que objetivos y esperanza, objetivos que nos inspiren a buscar un cambio, una mejora, una razón de ser; y esperanza de que se perpetúen, de que nuestros cambios, cada granito de arena en este mundo, en los demás y en nosotros mismos deje huella, esperanza de ser recordados y añorados tras el cese de nuestra existencia.

Bibliografía

BIEDMA LÓPEZ, José: Interpretación de Andalucía: Nuestro Renacimiento. Úbeda, 1998.
CAMPS, Victoria: Tiempo de cuidados. Otra forma de estar en el mundo. Barcelona, ed. Arpa, 2021.
CASTRO-BERNARDINI, Ximena: El ecofeminismo: la inclusión de la ética del cuidado a la reflexión sobre la crisis ambiental”, Revista Kawsaypacha, nº 13, ene-jun, 2024, pp. 1-22.
HERAS, Mario de las: “Cómo se alcanza la ataraxia, el estado previo a la felicidad que comparten los estoicos y los epicúreos?, El Debate, 11 de junio de 2024 en https://www.eldebate.com/cultura/20240611/como-alcanza-ataraxia-estado-previo-felicidad-comparten-estoicos-epicureos_204071.html Consultado el 13 de enero de 2025. “Qué es la “eudaimonía” o su método para encontrar la felicidad”, El Debate, 4 de agosto de 2024 en https://www.eldebate.com/cultura/20240804/eudaimonia-aristoteles-metodo-encontrar-felicidad_217551.html Consultado el 13 de enero de 2025.
ONU: “Cuidar a la naturaleza es cuidar a las personas” en https://news.un.org/es/story/2019/04/1454701. Consultado 16 de enero de 2025.
PULEO, A. H.: “El ecofeminismo, conciencia feminista profunda de la crisis ambiental” en Cecilia Güemes y Francisco Col Montiel (eds.), Cuidados y ecofeminismos. Consolidar avances y construir futuros igualitarios en Latinoamérica, Madrid, ed. Fundación Carolina, 2023.
“El ecofeminismo como cultura de paz”, Revista Iguales y Diferentes, 31 de enero de 2024, en https://revistaigualesydiferentes.ucm.es/el-ecofeminismo-como-cultura-de-paz/ Consultado el 18 de diciembre de 2024.
SAVATER, Fernando: Política para Amador, Barcelona, Ariel, 1997.
VEDOVELLI MARRERO, Paula: “Carol Gilligan y el desarrollo de la ética del
cuidado”, Trabajo Fin de Grado, Universidad de La Laguna, Facultad de Humanidades, Sección Filosofía, Año académico 2021-22.

Álvaro Villalón Mora
La guerra de Rusia y Ucrania: una mirada desde la filosofía y el ecofeminismo

El conflicto entre Rusia y Ucrania, iniciado con la invasión rusa en febrero de 2022, ha puesto en evidencia profundas tensiones políticas, económicas y culturales que afectan no solo a Europa, sino al mundo entero. Este enfrentamiento, además de ser un capítulo trágico en la historia moderna, nos sirve para darnos cuenta de los problemas que existen debido a las relaciones internacionales: la lucha por el poder, la explotación de los recursos y el impacto devastador que las guerras tienen sobre las personas y el planeta. Más allá de las cifras de muertos, desplazados y destrucción material, esta guerra nos permite reflexionar desde una perspectiva ética, social y ambiental sobre cómo abordar los conflictos en un mundo interconectado. Es necesario plantearnos cómo la violencia y la dominación reflejan sistemas que priorizan la fuerza por encima del diálogo, el control sobre la cooperación y el interés individual sobre el bienestar colectivo. La pregunta central no es únicamente quién ganará o perderá este conflicto, sino qué enseñanzas podemos extraer para evitar que la humanidad siga recurriendo a la guerra como forma de resolver sus diferencias.

En esta disertación, se explorarán distintas perspectivas filosóficas para analizar este conflicto y su impacto en las personas y el medio ambiente. Se destacará el concepto de eudaimonía de Aristóteles, una idea que subraya la importancia del crecimiento humano y la vida virtuosa como objetivos esenciales de cualquier sociedad. Asimismo, se tendran en cuenta las reflexiones de filósofas contemporáneas como Victoria Camps y Carol Gilligan, quienes proponen una ética del cuidado y la responsabilidad compartida como alternativas a las actitudes de poder tradicionales. Estas ideas se entrelazarán con los principios del ecofeminismo, que vincula la lucha por la justicia ambiental con la igualdad de género, y con el pensamiento de Oliva Sabuco sobre el cuidado de sí mismo como base para una existencia equilibrada. Al conectar estas perspectivas, la intención es ofrecer una visión más amplia y profunda sobre los desafíos éticos y sociales que plantea la guerra, y un enfoque basado en el cuidado y la sostenibilidad ya que esto nos podría abrir caminos hacia la paz y la justicia.

En primer lugar, es esencial entender el conflicto no solo como una disputa territorial o política, sino como una manifestación de dinámicas de poder que tiene lugar en sistemas de dominación. Victoria Camps, en sus reflexiones sobre la ética de la responsabilidad, sostiene que los conflictos armados surgen cuando las naciones abandonan los principios de diálogo y solidaridad para imponer su visión mediante la fuerza. En este caso, la invasión de Rusia a Ucrania revela una postura que prioriza intereses estratégicos y económicos por encima de la dignidad humana y los derechos fundamentales de las personas afectadas. La visión de Camps nos lleva a reflexionar sobre la importancia de construir una ética global que fomente la cooperación entre naciones y rechace la resolución violenta de disputas. Solo a través de una ética compartida que priorice el diálogo podremos aspirar a resolver conflictos sin recurrir a la destrucción.

Por otro lado, Carol Gilligan, en su obra sobre la ética del cuidado, subraya que los enfoques tradicionales del poder, basados en jerarquías y dominación, no son suficientes para abordar los problemas complejos del mundo contemporáneo. Gilligan propone una ética centrada en el cuidado y la interdependencia, que priorice las relaciones humanas y el bienestar colectivo. Aplicado al conflicto entre Rusia y Ucrania, este enfoque sugiere que las soluciones no deben centrarse únicamente en imponer sanciones o fortalecer alianzas militares, sino en abordar las necesidades humanas fundamentales: la protección de las poblaciones vulnerables, el apoyo a los refugiados y el reconocimiento del sufrimiento humano como una prioridad ética. Además, Gilligan nos recuerda que la empatía y el cuidado no son signos de debilidad, sino herramientas esenciales para la reconciliación y la paz.

Un aspecto muy importante a destacar del conflicto es el impacto que tiene en las mujeres y los niños, quienes representan la mayoría de los desplazados y suelen ser los más afectados por las crisis humanitarias. Desde la perspectiva del ecofeminismo, la guerra no solo tiene lugar en la violencia contra los seres humanos, sino también contra la naturaleza. Este movimiento filosófico y político vincula la explotación de las mujeres con la explotación del medio ambiente, argumentando que ambas formas de opresión son producto de sistemas patriarcales que buscan controlar y dominar. La guerra en Ucrania ha tenido efectos devastadores en los ecosistemas locales: la contaminación de ríos y suelos, la destrucción de hábitats naturales y el impacto ambiental de las operaciones militares son solo algunos ejemplos. Desde el ecofeminismo, se argumenta que cualquier proceso de reconstrucción tras el conflicto debe incluir un enfoque ambiental que priorice la regeneración de los recursos naturales y la sostenibilidad a largo plazo.

El cuidado del medio ambiente, en este contexto, no es una preocupación secundaria sino que es una necesidad urgente que afecta directamente la capacidad de las comunidades para recuperarse y prosperar. La guerra destruye infraestructuras esenciales, como sistemas de agua potable y redes de suministro energético, pero también agota los recursos naturales que sustentan la vida. La deforestación, la contaminación química y el daño a las tierras agrícolas son consecuencias que muestran el sufrimiento de las poblaciones afectadas, especialmente en áreas rurales. Por lo tanto, integrar principios de sostenibilidad y justicia ambiental en los procesos de paz es fundamental para garantizar un futuro más equitativo.

Además, el concepto aristotélico de eudaimonía nos ofrece una perspectiva muy valiosa para analizar las posibilidades de crecimiento humano en contextos de conflicto. Aristóteles sostenía que la verdadera felicidad no reside en la riqueza o el poder, sino en la realización de nuestro potencial humano en armonía con los demás. Desde esta perspectiva, el fin último de cualquier esfuerzo de paz debe ser promover las condiciones que permitan a las personas vivir vidas plenas y significativas. Esto incluye garantizar el acceso a la educación, la atención médica y oportunidades económicas, pero también fomentar la salud emocional y espiritual de las comunidades afectadas. El ideal de eudaimonía nos recuerda que la paz no es solo la ausencia de violencia, sino la presencia de justicia, dignidad y bienestar.

El cuidado de sí mismo, es un concepto desarrollado por Oliva Sabuco y es un elemento esencial en esta reflexión. Sabuco argumenta que el bienestar individual no puede separarse del bienestar colectivo. En el contexto de la guerra, esto significa que los líderes políticos, los ciudadanos y las comunidades internacionales deben reflexionar sobre sus propias motivaciones y valores. El cuidado de sí implica un proceso de reflexión que nos permite reconocer nuestras responsabilidades hacia los demás y hacia el mundo natural. En este sentido, el cuidado de sí no es un acto egoísta, sino una práctica ética que nos prepara para actuar con honestidad y solidaridad en situaciones de crisis.

En este contexto, también es relevante mencionar cómo el ecofeminismo y las ideas de Gilligan y Camps pueden utilizarse en el ámbito de la educación. Las instituciones educativas, tanto en Ucrania como a nivel internacional, deben asumir un papel activo en la formación de individuos que valoren el cuidado como principio de sus decisiones. Esto significa incluir en las escuelas y universidades enseñanzas sobre la interdependencia entre las personas y la naturaleza, la resolución pacífica de conflictos y la importancia de la justicia ambiental. Al hacerlo, no solo se prepara a las nuevas generaciones para enfrentar los desafíos actuales, sino que se asientan las bases para un futuro más ético y sostenible.

Por último, es importante considerar el papel de la comunidad internacional en la resolución de este conflicto. Tal como enfatiza Victoria Camps, la responsabilidad no puede recaer únicamente en las naciones directamente involucradas, sino que debe ser compartida por todas las sociedades que comparten un mismo planeta. Esto implica el fortalecimiento de organizaciones internacionales que promuevan el diálogo, la cooperación y el respeto por los derechos humanos. También exige un compromiso colectivo para abordar las crisis humanitarias y ambientales derivadas del conflicto, reconociendo que la paz no puede ser alcanzada sin un esfuerzo conjunto para proteger tanto a las personas como al planeta.

La guerra entre Rusia y Ucrania nos confronta con preguntas fundamentales sobre nuestra capacidad como humanidad para resolver conflictos de manera pacífica y sostenible. Desde las ideas de Victoria Camps y Carol Gilligan, aprendemos que la ética del cuidado y la responsabilidad compartida son clave para construir un mundo más justo. El ecofeminismo nos recuerda que la violencia contra los seres humanos está ligada a la violencia contra la naturaleza, y que la verdadera paz debe incluir una relación armónica con el medio ambiente. Finalmente, el ideal aristotélico de la eudaimonía nos inspira a buscar no solo el fin de los conflictos, sino el crecimiento de todas las personas y comunidades.

Sin embargo, lograr este objetivo requiere un compromiso colectivo que trascienda las soluciones superficiales y aborde las causas profundas de los conflictos. La guerra no solo tiene lugar en los campos de batalla, sino también en las mentalidades de dominación y competencia como normas. Cambiar esta mentalidad implica educar a las generaciones presentes y futuras en valores como la empatía, la cooperación y la solidaridad. Tal como afirma Oliva Sabucco, el cuidado de sí es un paso esencial para transformar el entorno que nos rodea. Solo mediante el reconocimiento de nuestras propias limitaciones, necesidades y potenciales podemos construir relaciones más saludables con los demás y con el medio ambiente.

Asimismo, la reconstrucción de las comunidades afectadas debe considerar no solo la dimensión material, sino también la emocional. Promover la salud mental, el diálogo intercultural y la cohesión social son aspectos muy importantes para sanar las heridas de la guerra y prevenir futuros conflictos. En este proceso, el cuidado del medio ambiente desempeña un papel central, ya que la regeneración de los ecosistemas dañados simboliza también una oportunidad para regenerar el vínculo entre la humanidad y la naturaleza.

En definitiva, este conflicto nos recuerda que la paz no es simplemente la ausencia de guerra, sino un estado de equilibrio entre los seres humanos, sus comunidades y el planeta. La integración de las perspectivas de Victoria Camps, Carol Gilligan, Oliva Sabuco y el ecofeminismo nos muestra que el camino hacia la paz requiere una transformación profunda que abarque el cuidado del medio ambiente, el cuidado de las personas y el cuidado de sí mismo. Solo entonces podremos aspirar a un futuro en el que las guerras sean un recuerdo del pasado y la humanidad alcance su máximo potencial en armonía con el mundo natural. Un mundo en el que el cuidado y la cooperación sean los pilares de una sociedad verdaderamente justa y sostenible.

Bibliografía
BIEDMA LÓPEZ, José: Interpretación de Andalucía: Nuestro Renacimiento. Úbeda, 1998.
CAMPS, Victoria: Tiempo de cuidados. Otra forma de estar en el mundo. Barcelona, ed. Arpa, 2021.
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ONU: “Cuidar a la naturaleza es cuidar a las personas” en https://news.un.org/es/story/2019/04/1454701. Consultado 16 de enero de 2025.
PULEO, A. H.: “El ecofeminismo, conciencia feminista profunda de la crisis ambiental” en Cecilia Güemes y Francisco Col Montiel (eds.), Cuidados y ecofeminismos. Consolidar avances y construir futuros igualitarios en Latinoamérica, Madrid, ed. Fundación Carolina, 2023.
“El ecofeminismo como cultura de paz”, Revista Iguales y Diferentes, 31 de enero de 2024, en https://revistaigualesydiferentes.ucm.es/el-ecofeminismo-como-cultura-de-paz/ Consultado el 18 de diciembre de 2024.
SAVATER, Fernando: Política para Amador, Barcelona, Ariel, 1997.
VEDOVELLI MARRERO, Paula: “Carol Gilligan y el desarrollo de la ética del
cuidado”, Trabajo Fin de Grado, Universidad de La Laguna, Facultad de Humanidades, Sección Filosofía, Año académico 2021-22.


Ana Bastos Aliaga 1º Bachillerato C .
Israel y Palestina: Cuidado de Sí, Biopolítica y Ecofeminismo en la Búsqueda de la Paz"

El conflicto entre Israel y Palestina es uno de los más prolongados y complejos del mundo contemporáneo. Sus raíces históricas, políticas y religiosas han generado una situación de tensión constante, en la que la vida cotidiana de las personas se ve profundamente afectada. En esta disertación, se analizará el conflicto desde la perspectiva filosófica del cuidado de sí y de los otros de Michel Foucault, la biopolítica y el ecofeminismo, así como las aportaciones de filósofos como Oliva Sabuco, Carol Gilligan y Fernando Savater en relación con la ética del cuidado y la convivencia. También se considerarán perspectivas que respaldan la posición de Israel en el contexto del conflicto, destacando su enfoque en la seguridad y el bienestar de su población. Estos enfoques permiten comprender cómo las estructuras de poder influyen en la vida de los individuos y comunidades, así como la importancia de los cuidados en contextos de guerra.

El conflicto desde la biopolítica foucaultiana.
Por otro lado, Oliva Sabuco, en su obra Nueva Filosofía de la Naturaleza del Hombre, habla sobre la importancia de mantener un equilibrio entre el cuerpo, la mente y las emociones para construir sociedades más armoniosas. Su visión sugiere que no basta con resolver los problemas inmediatos, sino que hay que pensar en soluciones a largo plazo que fortalezcan la relación entre las personas, la educación y la prevención. Para ella, el bienestar de una persona está conectado con el de toda la comunidad, por lo que es importante atender tanto las heridas físicas como las emocionales que deja la guerra.

Michel Foucault introdujo la idea de biopolítica para explicar cómo los gobiernos modernos no solo gobiernan territorios, sino también la vida y los cuerpos de las personas. En el caso del conflicto entre Israel y Palestina, esto se puede ver claramente en la forma en que se controla el territorio, se vigila constantemente a la población y se imponen restricciones a su libertad de movimiento. Un ejemplo muy evidente es el muro de separación construido por Israel, que no solo es una barrera física, sino que también afecta profundamente la vida cotidiana de los palestinos. Este muro les dificulta el acceso a recursos básicos como el agua, el trabajo o la atención médica, elementos fundamentales para tener una vida digna.

Desde la perspectiva israelí, estas medidas se justifican como una forma de garantizar la seguridad ante posibles ataques o amenazas, ya que el conflicto ha estado marcado por décadas de violencia y desconfianza mutua. Sin embargo, para los palestinos, estas políticas representan una forma de opresión y control que limita su libertad y sus oportunidades de desarrollo. En este contexto, la biopolítica se hace evidente en cómo el Estado decide quién puede moverse, trabajar o incluso acceder a servicios esenciales, mostrando que el poder no solo está en las armas o las leyes, sino también en la capacidad de regular la vida misma.

Carol Gilligan, una filósofa importante, propone la ética del cuidado, una forma de entender la política desde la empatía y las relaciones humanas. Ella dice que no basta con aplicar leyes de manera fría y objetiva, sino que hay que considerar cómo se sienten las personas, su vulnerabilidad y la necesidad de apoyarnos unos a otros. Desde su punto de vista, reconocer al otro con sus necesidades y emociones es esencial para construir una paz real y duradera basada en la confianza y la solidaridad.

En el contexto del conflicto entre Israel y Palestina, el concepto de cuidado, tanto de uno mismo como de los demás, se vuelve clave para resistir y sobrevivir. En Israel, por ejemplo, las comunidades han desarrollado sistemas de protección civil, servicios de salud mental y programas para ayudar a las personas a enfrentar crisis. Estos esfuerzos no solo buscan garantizar la seguridad física, sino también fortalecer la resiliencia emocional de la gente para seguir adelante a pesar de los desafíos.

A la vez, se han impulsado iniciativas de cooperación con otros países en áreas como la salud y la educación, con la intención de construir puentes de entendimiento y colaboración. Estas acciones reflejan la idea de que el cuidado mutuo puede ser una herramienta poderosa para superar conflictos y fomentar un futuro más esperanzador para todos.

Cuidarnos a nosotros mismos, según estas ideas, significa conocernos bien y entender qué opciones tenemos en nuestra realidad. La educación, el arte y la cultura son herramientas clave para construir una identidad fuerte y adaptable ante los desafíos. Israel ha implementado programas educativos para fomentar la convivencia con las comunidades árabes, promoviendo el diálogo y el respeto mutuo como caminos hacia un futuro compartido. Hablar sobre la historia en común, la diversidad cultural y los valores como la tolerancia ayuda a superar la desconfianza y el resentimiento.

El filósofo Fernando Savater, en su libro Ética para Amador, nos dice algo super importante: que cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de vivir con respeto si queremos construir una sociedad más justa. Esto, en el caso del conflicto entre Israel y Palestina, significa que ambas partes tendrían que empezar a verse como iguales, dejando de lado las diferencias y buscando formas de hablar y entenderse. Savater también explica que la ética no se trata solo de seguir reglas al pie de la letra, sino de pensar todo el tiempo en cómo queremos vivir juntos, en qué tipo de mundo queremos construir para todos.

En este sentido, el diálogo y la educación en valores como la solidaridad y la justicia social son clave para que la convivencia pacífica sea posible. Si las personas aprenden a ponerse en el lugar del otro y a buscar soluciones juntos, se pueden evitar muchos conflictos antes de que se vuelvan más grandes. Es decir, no basta con imponer normas, sino que es necesario que la gente realmente entienda por qué es importante vivir en paz y colaborar entre sí.

Savater nos hace ver que cada decisión que tomamos afecta a los demás, por lo que tenemos que pensar bien en cómo actuamos. En el contexto de Israel y Palestina, esto significa que tanto israelíes como palestinos deberían asumir su parte de responsabilidad en la búsqueda de la paz, dejando de lado el odio y el rencor para centrarse en lo que los une como seres humanos. Además, la educación juega un papel fundamental en todo esto. Si desde pequeños nos enseñaran a respetar, a dialogar y a buscar soluciones juntos en vez de pelearnos, el mundo sería un lugar mucho más justo. Savater nos invita a pensar que la ética no es solo para las grandes decisiones políticas, sino que se aplica en nuestra vida cotidiana: en cómo tratamos a los demás, en cómo enfrentamos los problemas y en cómo elegimos vivir cada día.
 
Ecofeminismo y el conflicto armado.
El ecofeminismo nos hace ver que la forma en que se trata a la naturaleza y a las mujeres en el mundo está súper conectada. Básicamente, tanto la naturaleza como las mujeres han sido vistas por mucho tiempo como cosas que se pueden explotar sin pensar en las consecuencias. Esta idea nos ayuda a entender mejor cómo los conflictos, como el de Israel y Palestina, no solo tienen un impacto político y social, sino también ecológico y de género. Al final, las
mujeres suelen ser las que cargan con la responsabilidad de cuidar a sus familias en medio del caos, enfrentándose a la falta de agua, comida y seguridad.
A pesar de todos los problemas, muchas mujeres en Israel han demostrado que no se van a quedar de brazos cruzados. Han empezado a liderar proyectos en sus comunidades para hacer frente a la crisis ambiental, encontrando formas súper ingeniosas de salir adelante. Han creado huertos urbanos en espacios pequeños, han implementado sistemas de riego que ahorran agua y han encontrado maneras de producir alimentos saludables incluso cuando todo parece en contra. Esto no solo ayuda a sus familias, sino que también construye una comunidad más fuerte y sostenible en medio del conflicto.
El daño ambiental de la guerra es brutal: campos de cultivo completamente destruidos, ríos llenos de contaminación, y cada vez menos agua y tierra fértil para cultivar. Todo esto hace que conseguir cosas tan básicas como agua potable o alimentos frescos sea una misión casi imposible. Pero aquí es donde las mujeres han demostrado su fuerza, usando su conocimiento sobre cómo cuidar la tierra, recolectar agua de lluvia, conservar semillas y hacer que los recursos duren más tiempo. Gracias a su trabajo, muchas comunidades han encontrado formas de resistir a la crisis ecológica y sobrevivir con lo poco que tienen. Para enfrentar la escasez de agua y el daño al medio ambiente, en Israel han surgido proyectos súper interesantes, como convertir el agua del mar en agua potable o usar energía solar para hacer funcionar comunidades enteras. Y lo mejor es que muchas de estas ideas están lideradas por mujeres que se han puesto la meta de proteger el planeta y ayudar a sus comunidades al mismo tiempo. También han promovido cosas como la reforestación, el reciclaje y otras ideas ecológicas que buscan reducir el daño al medio ambiente y hacer que la gente pueda vivir de forma más autosuficiente.

Desde la perspectiva ecofeminista, la única forma de alcanzar una paz real es si se toman en cuenta tanto la justicia ambiental como la igualdad de género. Esto significa que las mujeres tienen que ser parte de las decisiones importantes sobre cómo se usan los recursos naturales, porque ellas son las que más entienden las necesidades de sus comunidades. Si sus esfuerzos son reconocidos y se les da el lugar que merecen, se podría reconstruir un futuro mucho más justo, donde las mujeres no sean vistas solo como víctimas, sino como verdaderas agentes de cambio que están luchando por un mundo mejor.

Así pues, a modo de conclusión, podemos decir qu el conflicto entre Israel y Palestina, visto desde ideas como la biopolítica, el cuidado de sí y el ecofeminismo, nos muestra cómo el poder afecta la vida diaria de la gente y cómo la resistencia puede ser una forma de cuidado y autonomía. Estos enfoques nos hacen ver que el problema no es solo de política o territorios, sino que también influye en cómo las personas viven su día a día, cómo se relacionan entre sí y cómo cuidan del medio ambiente. Analizar el conflicto desde esta perspectiva nos ayuda a entender que la ética del cuidado es súper importante para lograr justicia social y ambiental, y para construir una paz que sea real y duradera.

Desde la biopolítica, se puede ver cómo el conflicto controla la vida de la gente en muchos niveles: no sólo en términos de seguridad y libertad de movimiento, sino también en el acceso a cosas básicas como la salud, la educación y los recursos necesarios para vivir. Es como si cada aspecto de la vida estuviera influenciado por el conflicto, desde el lugar donde puedes trabajar hasta la comida que puedes conseguir. Por otro lado, la idea del cuidado de sí nos muestra cómo las personas buscan formas de resistir y salir adelante a pesar de las dificultades. A través de sus comunidades, crean estrategias para enfrentar la violencia y la falta de recursos, encontrando maneras de apoyarse mutuamente y seguir adelante, incluso en medio del caos. Desde pequeños actos de solidaridad hasta proyectos comunitarios más grandes, esta resistencia demuestra que el cuidado también es una forma de lucha.

El ecofeminismo le da una mirada diferente al conflicto, mostrando cómo el daño al medio ambiente está conectado con la desigualdad social. Este enfoque nos dice que no se puede hablar de justicia sin pensar en el planeta y en las personas que más sufren, como las mujeres, que suelen estar al frente en la lucha por la supervivencia. Propone una forma de ver el problema que une la protección del medio ambiente con la búsqueda de igualdad de género y el bienestar de toda la comunidad.
 
Bibliografía:

BIEDMA LÓPEZ, José: Interpretación de Andalucía: Nuestro Renacimiento. Úbeda, 1998.
CAMPS, Victoria: Tiempo de cuidados. Otra forma de estar en el mundo. Barcelona, ed. Arpa, 2021.
CASTRO-BERNARDINI, Ximena: El ecofeminismo: la inclusión de la ética del cuidado a la reflexión sobre la crisis ambiental”, Revista Kawsaypacha, nº 13, ene-jun, 2024, pp. 1-22.
HERAS, Mario de las: “Cómo se alcanza la ataraxia, el estado previo a la felicidad que comparten los estoicos y los epicúreos?, El Debate, 11 de junio de 2024 en https://www.eldebate.com/cultura/20240611/como-alcanza-ataraxia-estado-previo-felicidad-comparten-estoicos-epicureos_204071.html Consultado el 13 de enero de 2025. “Qué es la “eudaimonía” o su método para encontrar la felicidad”, El Debate, 4 de agosto de 2024 en https://www.eldebate.com/cultura/20240804/eudaimonia-aristoteles-metodo-encontrar-felicidad_217551.html Consultado el 13 de enero de 2025.
ONU: “Cuidar a la naturaleza es cuidar a las personas” en https://news.un.org/es/story/2019/04/1454701. Consultado 16 de enero de 2025.
PULEO, A. H.: “El ecofeminismo, conciencia feminista profunda de la crisis ambiental” en Cecilia Güemes y Francisco Col Montiel (eds.), Cuidados y ecofeminismos. Consolidar avances y construir futuros igualitarios en Latinoamérica, Madrid, ed. Fundación Carolina, 2023.
“El ecofeminismo como cultura de paz”, Revista Iguales y Diferentes, 31 de enero de 2024, en https://revistaigualesydiferentes.ucm.es/el-ecofeminismo-como-cultura-de-paz/ Consultado el 18 de diciembre de 2024.
SAVATER, Fernando: Política para Amador, Barcelona, Ariel, 1997.
VEDOVELLI MARRERO, Paula: “Carol Gilligan y el desarrollo de la ética del
cuidado”, Trabajo Fin de Grado, Universidad de La Laguna, Facultad de Humanidades, Sección Filosofía, Año académico 2021-22.


Ana Martínez Rodríguez 1ºBachillerato B.
Las máquinas no pueden sustituir a las personas

Hoy en día, la tecnología avanza tan rápido que nos hace pensar: ¿podrán las máquinas reemplazar a las personas algún día? No se trata solo de si las máquinas son lo suficientemente avanzadas, sino de qué es lo que realmente nos hace humanos. Estas serían algunas de las cosas que nos hacen insustituibles: la ética, la empatía, la creatividad, o la capacidad de construir relaciones emocionales y sociales. En esta disertación, “Las máquinas no pueden sustituir a las personas”, veremos cómo las tecnologías modernas desafían los límites humanos y cambian el mundo.

El ecofeminismo, con su importancia en la ética del cuidado y la sostenibilidad, tal y como lo desarrolla Carol Gilligan, nos dice que el progreso en la tecnología debe estar a la par con los valores humanos fundamentales como: la empatía, la igualdad y el respeto mutuo. Según esto, las máquinas pueden hacer funciones al igual que los humanos, pero no pueden reemplazar el cuidado humano, ya que es un acto relacional y ético insustituible por las máquinas.

Desde otra perspectiva, Aristóteles define la felicidad como el fin último del ser humano, el cual se alcanza a través de la virtud y la razón. La realidad es que las máquinas pueden asistirnos en tareas mecánicas y mejorar nuestra calidad de vida, pero no tienen la capacidad de experimentar ni de ayudarnos a la búsqueda de la felicidad humana, que está esencialmente relacionada a la ética y la interacción social.

En “Política para Amador”, Fernando Savater nos recuerda que el progreso debe estar guiado por principios democráticos y una visión crítica del desarrollo. En este sentido, la tecnología no puede reemplazar el papel reflexivo de las personas a la hora de la construcción de sociedades justas. 

A su vez, Oliva Sabuco, desde otra perspectiva, habla de la idea de que la relación entre cuerpo, mente y entorno es única en los seres humanos y esencial para el equilibrio emocional y espiritual, algo que las máquinas no pueden replicar por mucho que lo intentaran.

En resumen, aunque el avance tecnológico ofrece muchísimos beneficios para la humanidad al optimizar tareas y mejorar la calidad de vida, no puede sustituir a las personas en lo que nos hace ser humanos. Algunos elementos como la ética, la empatía, la creatividad y la capacidad de construir vínculos emocionales son cualidades irreemplazables que definen nuestra esencia humana y nos diferencian de las máquinas. Tal como dice Carol Gilligan, el cuidado humano, que es un acto ético y relacional, es algo que ninguna máquina podrá imitar, ya que está muy relacionado con la interacción y el respeto mutuo.

El cuidado del medio.
El cuidado del medio es una necesidad ecológica y además es el gesto humano que muestra nuestra ética y responsabilidad hacia el mundo en el que vivimos. Las máquinas han demostrado que son herramientas eficaces para solucionar o mejorar problemas ambientales mediante tecnologías avanzadas, como por ejemplo las energías renovables y sistemas de reciclaje, pero ellas no pueden sustituir el compromiso ni la responsabilidad moral y ética que los seres humanos aportamos a esta tarea. El cuidado del medio no se trata únicamente de acciones técnicas y tecnológicas, sino de decisiones tomadas consciente y responsablemente que necesitan empatía y una visión del futuro próximo, cosas de las cuales sólo disponemos los seres humanos.
Cuidar el medio ambiente significa entender que dependemos de la naturaleza y que debemos tratarla con respeto y justicia. Aunque las máquinas pueden medir la contaminación o ayudarnos con algunas soluciones, no pueden sentir o entender lo importante que es estar conectados de forma emocional con el planeta. Esa conexión es lo que nos motiva a las personas a tomar decisiones que ayuden a que todo funcione de manera más sostenible.
La tecnología debería avanzar siempre pensando en el bien de todos y respetando los derechos de las personas. No se trata solo de hacer cosas nuevas o más rápidas, sino de asegurarnos de que esos avances no perjudiquen a nadie ni al planeta. Esto es aún más importante cuando hablamos del medio ambiente, porque todo lo que hagamos hoy tiene un impacto directo en las futuras generaciones. Si seguimos tomando decisiones sin pensar en sus consecuencias, los jóvenes que vengan después de nosotros podrían encontrarse con muchos problemas y tendrían que enfrentarlos, como la contaminación o el cambio climático, que son difíciles de arreglar una vez que ya están dañados.
La conexión entre nuestro cuerpo, mente y el mundo que nos rodea, nos hace ver que el equilibrio entre el ambiente y nosotros es súper importante, porque no solo vivimos en el planeta, sino que dependemos de él para estar bien, tanto por dentro como por fuera. Lo que respiramos, lo que comemos, y hasta cómo nos sentimos están relacionados con el cuidado del medio ambiente. Las máquinas nos proporcionan ayuda con estos problemas, pero no pueden entender por qué es tan importante cuidar el planeta. Nosotros y nosotras como seres humanos, sabemos que, si no cuidamos el medio ambiente, también nos perjudicamos a nosotros mismos. 
Para resumir, creo que el cuidado del medio ambiente no debe verse únicamente como un desafío técnico, sino como una responsabilidad que nos une a todos como seres humanos. Las máquinas pueden ser muy útiles, pero carecen de la capacidad de comprender lo emocional que nos hace tomar nuestras decisiones sobre el futuro del planeta. Además, hay muchas profesiones, como los ambientalistas, biólogos, filósofos, etc, que a través de su trabajo podemos llegar a conseguir soluciones y acuerdos para los problemas medioambientales, esto es algo que proporciona puestos de trabajo y une a las personas para conseguir el bien, un acto de unión entre los humanos, cosa que las máquinas no podrían conseguir.

El cuidado de las personas
El cuidado de las personas es una tarea únicamente humana, insustituible hasta el momento por máquinas. Aunque la tecnología y la automatización hayan avanzado en múltiples áreas, como en la atención sanitaria o el soporte emocional, no llegan al nivel de los seres humanos a la hora de cuidar a las personas. 

Carol Gilligan, le da importancia a que cuidar de los demás implica no solo atender sus necesidades físicas, sino también emocionales y psicológicas, aspectos que las máquinas no pueden sentir.

Fernando Savater, cuando habla sobre ética y política, dice que la dignidad humana no se puede dejar en manos de la tecnología. Él cree que el cuidado de las personas, que debería ser algo que busque el bienestar de todos, tiene que estar basado en valores humanos y democráticos, los cuales solo podemos aportar nosotros mismos, solo los seres humanos podemos hacer eso, porque lo que realmente importa es cómo nos sentimos unos con otros, cómo entendemos lo que está bien y lo que está mal, y cómo actuamos de manera ética. El cuidado es hacer algo y hacerlo con conciencia, entendiendo el impacto de nuestras acciones sobre los demás.

Oliva Sabuco, como ya he comentado anteriormente, habla sobre lo importante que es la conexión entre nuestro cuerpo, nuestra mente y el entorno en el que vivimos. Ella dice que el cuidado de las personas no solo se trata de ayudar a una persona en lo individual, sino también de cómo interactúa con su ambiente, ya sea social o natural. Las máquinas no pueden entender cómo todo esto se conecta. No pueden ver cómo el bienestar de una persona depende de la relación que tiene con su alrededor. 

En conclusión, el cuidado de las personas es algo que solo los seres humanos pueden hacer de verdad. Aunque las máquinas ayudan en infinidad cosas, no pueden comprender ni sentir las emociones de las personas ni entender la conexión entre el cuerpo, la mente y el entorno. Además, cuidar no solo es atender las necesidades físicas, sino también emocionales y psicológicas. El cuidado debe basarse en principios humanos y valores que solo los seres humanos podemos ofrecer, porque sabemos lo que está bien o mal.

En mi opinión, creo que el cuidado de las personas es algo que no se puede dejar completamente a las máquinas, por mucho que la tecnología avance. Aunque las máquinas pueden ser útiles en muchas situaciones, ya que actualmente hay asistentes psicológicos a través de la inteligencia artificial o también hay aplicaciones que te ayudan a tratar temas psicológicos, aun así, estas ayudas tecnológicas no tienen la capacidad de entender lo que significa realmente cuidar a alguien. 

Además, pienso que el cuidar a las personas proporciona muchos puestos de trabajo, sobre todo en el campo de la sanidad, algo que es importante, ya que actualmente algunas máquinas están haciendo que se pierdan otros tipos de puestos de trabajo. Es interesante recordar que, aunque la tecnología puede ayudar en algunos aspectos, la empatía humana sigue siendo insustituible en muchas áreas, como la atención directa a pacientes o el apoyo emocional, lo cual crea empleos muy valiosos.

El cuidado de sí
El cuidado de sí es un concepto filosófico que implica una práctica ética de reflexión y autotransformación para vivir decentemente. No es egoísmo, es una ética de responsabilidad hacia uno mismo, los demás y el entorno. Es clave también en debates, como por ejemplo el ecofeminismo. Este principio, que es tan humano, enfrenta la posibilidad de que las máquinas puedan sustituir a las personas en aspectos esenciales de la vida.

Aunque los avances tecnológicos han permitido a las máquinas realizar tareas complejas e incluso imitar ciertos aspectos del comportamiento humano, no tienen la capacidad para experimentar el proceso de autoconocimiento y transformación que es necesario para el cuidado de sí. Este proceso necesita de una conciencia de las emociones y una reflexión sobre las decisiones que se toman para llegar a tener tu propia identidad personal.

Cuidarte a ti mismo no es solo hacer cosas que necesitas, como comer o dormir. Es algo más profundo, como pensar quién eres, qué sientes, de qué manera quieres vivir tu vida, qué te gusta hacer, etc. Las máquinas solo hacen lo que están programadas para hacer, pero las personas pueden pensar y cambiar. Además, cuidarse no es algo que hagas solo por ti, también significa ser amable con los demás y construir buenas relaciones para así tener un buen entorno.

Cuidarte a ti mismo también significa estar siempre atento a cómo te sientes y qué necesitas para estar bien en todos los sentidos: físico, emocional y mental. No es solo resolver problemas rápidos, sino aprender a enfrentar los desafíos de tu día a día pensando bien y con calma las cosas y adaptándote a lo que pasa. Esto necesita que seamos capaces de reflexionar antes de tomar decisiones importantes y de aprender de los errores. Si sabemos adaptarnos con calma, esto nos ayudará a ver las cosas con más claridad. Esto te ayuda a entender qué es importante tomar decisiones que vayan con tus valores y encontrarle sentido a lo que haces. Las máquinas, por muy avanzadas que sean, no pueden hacer esto porque no buscan un propósito en su ¨vida¨.

Creo que el cuidado de uno mismo es mucho más que hacer lo básico para vivir; es un proceso profundo de conocerse a uno mismo y de crecer como persona. Se trata también de encontrarse a uno mismo, para mejorar en todos los aspectos posibles y estar bien y contento con uno mismo. Las máquinas, por más avanzadas que sean, no pueden tener esa reflexión ni adaptarse como los humanos, ese sería un punto a favor para el título de la disertación, las máquinas en este aspecto no pueden igualarse a los humanos ni sustituirlos por supuesto, ya que en cuanto a temas de reflexión, son incapaces de hacer lo mismo que nosotros podemos. Además, como he mencionado anteriormente, el cuidado de sí mismo también requiere ser consciente de las relaciones que creamos con los demás y cómo estas afectan nuestro bienestar, es decir, si nos aportan el bien o no. Es algo que requiere empatía, reflexión y responsabilidad. Las máquinas no tienen esa capacidad de pensar ni de cambiar, y es por eso que el cuidado personal sigue siendo algo únicamente humano.                                                                                                                                
Con todos estos argumentos que he ofrecido, y a od de conclusión, diría que la cuestión filosófica: ¿pueden las máquinas llegar a sustituir a las personas?, ya está respondida desde mi punto de vista.  A lo largo de esta disertación, he mostrado que, aunque las máquinas sean herramientas increíbles y útiles en muchas cosas, no pueden reemplazar lo que nos hace humanos, es decir: la ética, la empatía, la reflexión y la capacidad de conectar emocionalmente con otros humanos. La tecnología puede ayudarnos con tareas prácticas, como cuidar el medio ambiente o mejorar la salud, pero no tiene esa esencia moral y reflexiva que nos caracteriza a nosotros y que guía nuestras decisiones.

También recuerdo que el cuidado no es solo una acción, también tiene que ver con nuestras emociones, valores y relaciones. Tanto el cuidado de las personas como el cuidado sí mismo necesitan que pensemos en nuestras acciones y en cómo afectan a los demás, algo que las tecnologías no pueden hacer. Además, como he dicho, el cuidado humano está basado en principios de justicia que solo las personas podemos aplicar, porque sabemos lo que es justo y lo que no lo es.

El cuidado del medio ambiente también destaca nuestra responsabilidad como seres humanos. Aunque las máquinas pueden ayudarnos con algunas soluciones, somos nosotros los que actuamos para cuidar el planeta. En resumen, las máquinas pueden hacernos la vida más fácil, pero no pueden sustituir lo que realmente nos hace humanos, por lo que nunca seremos sustituidos por ellas. Por mucho que avance la tecnología dudo que pudieran llegar a desarrollar lo mismo que disponemos nosotros, y en caso de que pasara, no sería éticamente correcto. 

BIBLIOGRAFÍA

BIEDMA LÓPEZ, José: Interpretación de Andalucía: Nuestro Renacimiento. Úbeda, 1998.
CAMPS, Victoria: Tiempo de cuidados. Otra forma de estar en el mundo. Barcelona, ed. Arpa, 2021.
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SAVATER, Fernando: Política para Amador, Barcelona, Ariel, 1997.
VEDOVELLI MARRERO, Paula: “Carol Gilligan y el desarrollo de la ética del
cuidado”, Trabajo Fin de Grado, Universidad de La Laguna, Facultad de Humanidades, Sección Filosofía, Año académico 2021-22.

Claudia García Gómez. 1ºBach C
Igualdad en los cuidados

Somos una sociedad interdependiente, es decir, nos necesitamos los unos a los otros y las acciones individuales de cada uno afectan a los demás. Es por ello que los cuidados son indispensables y asumen un papel fundamental en una sociedad donde dependemos tanto de las personas que tenemos a nuestro alrededor. Sin embargo, no siempre se les ha otorgado la importancia y la atención que se merecen y, hasta hace poco tiempo habían sido únicamente las mujeres las que se encargaban de la tarea de los cuidados en su totalidad pues se asumía que esa era su misión en la vida. Esto ya no tendría sentido en nuestra sociedad moderna donde, en teoría, tenemos asumido que es importante la igualdad entre hombres y mujeres en todos los aspectos de la vida, incluyendo los cuidados, sin embargo, en la practica son muchos los problemas con los que tienen que lidiar las mujeres en sus vidas diarias debido a que la igualdad no está plenamente alcanzada hoy en día pues si analizamos detenidamente situaciones del día a día o nos tomamos un momento a observar cómo es la vida en otros países  del mundo lejos de lo que estamos más acostumbrados en nuestro país primermundista  nos damos cuenta de que aún nos queda mucho que recorrer en el camino de la igualdad entre los dos sexos.

Cuidados de otros.
Tradicionalmente, se les ha atribuido a las mujeres la tarea de los cuidados en el ámbito privado, sin vacaciones, remuneración ni reconocimiento alguno. Estos cuidados no consistían solo en encargarse de sus hijos, personas mayores y maridos, sino que engloba un concepto más amplio de cuidados donde podemos encontrar el mantenimiento y limpieza de la casa, la preparación de comida para toda la familia e incluso la economía familiar. Los hombres ganaban el dinero en sus puestos de trabajo y les daban una cantidad limitada a las mujeres para que compraran lo necesario para hacer la comida, comprar ropa y otras cosas relacionadas con el mantenimiento de la casa. Este dinero, además de pequeño, generaba una dependencia en la mujer pues pertenecía al marido y él decidía que cantidad o no darles. Además, todos estos gastos hacían imposible que la mujer pudiera destinar a ellas mismas algo de dinero ya que no disponían de libertad para disponer de él ni usarlo para cuestiones privadas. También está el hecho de que las mujeres han sido principalmente las encargadas de desempeñar puestos de trabajo relacionados con el cuidado de otros como serías la enfermería, ser niñeras, cuidadoras en guarderías…

Actualmente, se podría decir que hemos mejorado, pero lo cierto es que aún existen cosas que cambiar. Por ejemplo: es verdad que actualmente los permisos de maternidad y paternidad se han igualado, lo que es un avance positivo, y permite que las empresas no sientan rechazo a la hora de contratar a una mujer antes que a un hombre por miedo a que se dé de baja si decide ser madre. Sin embargo, estas bajas son insuficientes y obligan a las familias a dejar a un bebé muy pequeño en manos de cuidados externos que tienen que pagar; si no tienen recursos económicos suficientes, a menudo es la mujer la que renuncia a su carrera profesional para hacerse cargo del bebé haciendo muy difícil su reinserción al mercado laboral posteriormente. Además de volverse de nuevo dependientes de sus parejas lo que implicaría todas las cosas anteriormente mencionadas. También cabe destacar que no en todos los países se hace el intento de igualar el papel del hombre y la mujer en los cuidados y, por tanto, es la mujer la que se ocupa en su totalidad de hacerse cargo de sus maridos, hijos y mayores, limpiar la casa, hacerse cargo de la preparación de la comida, ir a hacer la compra…. Un ejemplo sería Latinoamérica, donde las mujeres sufren de una distribución desigual de los cuidados al todavía considerarse un deber femenino y no masculino. 

Cuidado de sí.
Encontrar la felicidad y la plenitud es algo que siempre le ha preocupado al ser humano y muchos filósofos, como por ejemplo Aristóteles, han reflexionado sobre el tema. Sin embargo, las mujeres siempre han encontrado mayores trabas a la hora cuidarse a sí mismas. Volviendo al tema de la economía: antes las mujeres, al estar sujetas de alguna manera a la reducida cantidad de dinero que les daban sus maridos, no podían permitirse comprarse cosas que necesitasen ellas o incluso salir a tomarse un café con alguna amiga porque debían primero cubrir las necesidades de sus familias. Hoy en día, las mujeres también pueden encontrar problemas a la hora de auto cuidarse puesto que al primarse el bienestar de los demás antes que el propio (como ha sido nuestra educación durante innumerables generaciones) hace que se postergue el momento de cuidarse a una misma. Este se debe a que aún vivimos en una sociedad heteropatriarcal donde se sigue asociando los cuidados a las mujeres y donde se sigue premiando como algo excepcional que sean los hombres los que vayan a hacer la compra o cuiden de los hijos. Más aún, en muchos hogares se piensa que se ha alcanzado la igualdad porque el hombre participa en algunas tareas domésticas, pero este concepto de “ayuda” causa una carga mental invisible en las mujeres ya que tienen que estar pendientes y preocuparse de lo que hacen los demás, agobio que dura todo el día. Esta “ayuda” debería cambiarse por corresponsabilidad porque implica que las dos partes están comprometidas de forma igualitaria, ya que los cuidados son un deber y no una obligación de la mujer y del hombre por igual en lugar de ser responsabilidad de ella y que el hombre simplemente ayude.

Cuidado del medio.
El ecofeminismo se entiende como un movimiento filosófico y también político que combina el feminismo con preocupaciones ecológicas, pues ambas son el resultado de una dominación masculina en nuestra sociedad. Al igual que se ha explotado a la mujer a lo largo de la historia también se ha explotado a la propia naturaleza mermando sus recursos y dañándola sin tener en cuenta el mal que se le está haciendo a algo que al final es lo que permite el sostenimiento de la vida en nuestro planeta. La sociedad patriarcal ha hecho lo mismo con la naturaleza que con las mujeres, y es por ello que sería beneficiosos un enfoque feminista en el ecologismo para tratar este tema desde un punto de vista más igualitario. Lejos de nuestra sociedad occidental grandes corporaciones generalmente dirigidas por hombres causan una explotación masiva de agricultura que genera una deforestación de bosques y junglas mediante la contratación de, sobre todo, mujeres y niños explotados. Es necesario acabar con este tipo de prácticas que acaban con la salud de nuestro planeta para parar un daño que puede ser irreversible y para proteger la calidad de vida de generaciones futuras. Para lograr este objetivo tan necesario el ecofeminismo puede ser la clave.

En conclusión, podríamos pensar que hemos alcanzado la igualdad pero, aunque es cierto que vivimos en una sociedad más concienciada y donde hemos variado muchos aspectos a mejor en el tema de los cuidados aún existen partes del mundo donde no se respeta la igualdad entre hombres y mujeres y acaban siendo ellas las únicas responsables de tareas que deberían estar repartidas de forma justa, aún habría que trabajar en cambiar la palabra ayuda por corresponsabilidad en el ambiente doméstico, debemos abordar el tema ecológico desde un punto de vista feminista para poder hacer frente de manera efectiva al cambio climático que nuestra sociedad patriarcal ha causado…Todo ello para poder lograr una sociedad igualitaria donde podamos realmente progresar. Además, deberíamos centrarnos no solo en conseguir esa igualdad tan necesaria de la que hablábamos sino asegurarnos de que los cuidados llegan a las personas que los necesitan ya sean ancianos, enfermos, niños…Y que se destinen los recursos suficientes para que sea posible una calidad de vida digna para todas las personas.

Bibliografía:

BIEDMA LÓPEZ, José: Interpretación de Andalucía: Nuestro Renacimiento. Úbeda, 1998.
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cuidado”, Trabajo Fin de Grado, Universidad de La Laguna, Facultad de Humanidades, Sección Filosofía, Año académico 2021-22.

Daniel González Rufí. 1º de Bachillerato C.
Los cuidados en un mundo al borde de la tercera guerra mundial

El cuidado es uno de los hechos más esenciales en la existencia humana. Desde el cuidado de la naturaleza, pasando por el cuidado de uno mismo y de las personas que nos rodean, estas acciones reflejan los trabajos que sostienen la civilización. Sin embargo, en un escenario donde la posibilidad de una tercera guerra mundial está presente, estas responsabilidades se ven amenazadas. ¿Cómo podemos reflexionar filosóficamente sobre el cuidado en un mundo al borde del conflicto global? Esta disertación aborda el cuidado como una respuesta ética y necesaria frente a los retos que la humanidad enfrenta en un contexto de guerra, explorando su relación con la naturaleza, el individuo y las demás personas. Además, profundizaremos en los efectos filosóficos y prácticos de un conflicto global en estas dimensiones, tomando como base reflexiones de autores clásicos y contemporáneos. 

1. El cuidado de la naturaleza: una obligación global 
La relación entre la humanidad y la naturaleza se encuentra en un momento crítico. La guerra no solo destruye ciudades y vidas humanas, sino también ecosistemas completos. Durante el siglo XX, los conflictos armados dejaron tras de sí un legado de contaminación, deforestación y desequilibrios ecológicos. En un contexto de tercera guerra mundial, las armas nucleares y químicas podrían generar consecuencias irreparables para el planeta.  El ecofeminismo sostiene que la explotación de la naturaleza es consecuencia del patriarcado, que promueve la dominación sobre los seres vivos y los recursos naturales. La crisis ecológica actual es el resultado de esta violencia sistemática que ha ignorado la interconexión entre los humanos y el entorno natural. La explotación de los recursos naturales con fines económicos, intensificada por el capitalismo neoliberal, ha llevado a la degradación ambiental acelerada. La deforestación, la contaminación del agua y el aire, y la pérdida de biodiversidad se han incrementado a niveles alarmantes. Si bien la guerra exacerba estos problemas, es importante reconocer que la explotación de la naturaleza no es solo una cuestión de conflictos bélicos, sino también de prácticas económicas insostenibles. 

El reciente interés de Donald Trump por expandir la influencia de Estados Unidos sobre territorios como Canadá y Groenlandia representa una amenaza adicional para los recursos naturales globales. La posible anexión de estos territorios podría llevar a una explotación desenfrenada de sus recursos naturales, agravando los problemas ecológicos y aumentando las tensiones geopolíticas que podrían derivar en conflictos armados. La lucha por el control de zonas ricas en recursos estratégicos, como el Ártico, podría intensificar la carrera por el dominio económico y militar.

Además, el cambio climático provocado por la explotación excesiva de recursos está generando fenómenos meteorológicos extremos, afectando la estabilidad de los ecosistemas y la seguridad alimentaria de millones de personas. La interconexión entre el deterioro ambiental y los conflictos bélicos resalta la urgencia de adoptar una ética de cuidado que priorice la sostenibilidad. 

Frente a estos desafíos, es fundamental replantear nuestras relaciones con el medio ambiente, adoptando políticas de desarrollo sostenible y promoviendo la conciencia ecológica a nivel global. Esto implica una responsabilidad compartida entre gobiernos, empresas e individuos para garantizar la preservación de los recursos naturales. 

El papel de las organizaciones internacionales en la protección del medio ambiente se ha vuelto crucial en tiempos de crisis. Iniciativas como los Acuerdos de París, en 2015, buscan comprometer a las naciones a tomar medidas efectivas contra el cambio climático y garantizar la sostenibilidad de los recursos. 

Es necesario fomentar la educación ambiental desde temprana edad para concienciar a las futuras generaciones sobre la importancia del respeto y la conservación de la naturaleza. La sostenibilidad debe convertirse en una prioridad en todos los ámbitos de la sociedad. 

Otro aspecto fundamental a considerar es el papel de la tecnología en la protección y conservación del medio ambiente. Las innovaciones en energías renovables, gestión de residuos y eficiencia energética pueden contribuir significativamente a mitigar los efectos negativos de la actividad humana y los conflictos bélicos sobre la naturaleza. 

Además, la responsabilidad individual en la reducción de la huella ecológica es crucial. Adoptar hábitos sostenibles como el reciclaje, la reducción del consumo de plásticos y el apoyo a iniciativas ecológicas son acciones que pueden marcar una diferencia significativa en la protección del entorno. 

El cambio climático y los conflictos armados están estrechamente relacionados, ya que la competencia por los recursos naturales cada vez más escasos puede generar tensiones entre naciones. La deforestación y la contaminación del agua, además de contribuir al calentamiento global, afectan directamente la calidad de vida de millones de personas, especialmente en las regiones más vulnerables del mundo. 

La cooperación internacional es esencial para enfrentar los desafíos ambientales que amenazan la estabilidad global. La creación de acuerdos multilaterales que promuevan políticas ecológicas efectivas y el compromiso de las grandes potencias para reducir su impacto ambiental son claves para un futuro sostenible. 

2. El cuidado de sí mismo: la resistencia interior
En tiempos de incertidumbre y conflicto, el cuidado de sí mismo se convierte en una forma de resistencia. Los antiguos griegos, como Sócrates y Epicuro, destacaron la importancia de cuidar la mente y el cuerpo para alcanzar una vida virtuosa y equilibrada. Este principio sigue siendo relevante en el contexto actual, donde la amenaza de una guerra genera estrés, miedo y desinformación. 

El patriarcado ha promovido un modelo de virilidad basado en la supresión de la empatía y la compasión, valores tradicionalmente asociados a lo femenino. Desde la infancia, se ha educado a los hombres para reprimir su capacidad de cuidado y sensibilidad, lo que ha contribuido a la perpetuación de la violencia y la explotación. Sin embargo, el ecofeminismo propone recuperar estos valores como una forma de resistencia frente a la guerra y el conflicto. 

El cuidado de sí no solo implica mantener la salud física, sino también cultivar una fortaleza mental que permita afrontar los desafíos del entorno. Esto incluye practicar la reflexión filosófica, desarrollar una actitud crítica frente a las narrativas bélicas y buscar formas de participar activamente en la construcción de la paz. Autores contemporáneos, como Michel Foucault, han explorado el "cuidado de sí" como una práctica esencial para la autotransformación y la resistencia frente a las estructuras opresivas. 
La salud mental es un aspecto crucial en tiempos de guerra, donde la exposición constante a la violencia genera traumas profundos en la población. La implementación de estrategias de autocuidado, como la meditación y la introspección, puede ayudar a las personas a enfrentar estos desafíos con mayor resiliencia. 

Asimismo, la educación desempeña un papel clave en el desarrollo de una mentalidad de paz y resistencia. Invertir en programas educativos que fomenten el pensamiento crítico y la resolución pacífica de conflictos es esencial para construir una sociedad más equitativa y preparada para enfrentar las adversidades. 

El bienestar emocional de las personas debe ser una prioridad en tiempos de crisis, fomentando espacios de diálogo y apoyo que permitan la gestión del estrés y el fortalecimiento del tejido social. 

Es importante señalar la influencia de la cultura digital en el bienestar personal. La sobreexposición a la información sobre conflictos bélicos y crisis globales puede generar ansiedad y estrés, por lo que es fundamental establecer límites saludables en el consumo de medios y fomentar el pensamiento crítico. 

El desarrollo de prácticas de mindfulness y autocuidado emocional se ha convertido en una herramienta efectiva para gestionar el estrés en un mundo cada vez más incierto. La implementación de rutinas de bienestar puede mejorar la calidad de vida y proporcionar estabilidad en tiempos de crisis. 

El ejercicio físico y una alimentación equilibrada también juegan un papel crucial en el bienestar personal. Mantener un estilo de vida saludable puede contribuir a la estabilidad emocional y física, ayudando a afrontar los efectos negativos de una situación de crisis global prolongada. 

El autocuidado no solo implica la atención a la salud física, sino también la búsqueda de espacios de reflexión y crecimiento personal. Practicar la gratitud, establecer objetivos personales y fomentar relaciones interpersonales saludables son herramientas clave para fortalecer la resiliencia frente a la adversidad. 

3. El cuidado de las demás personas: solidaridad y empatía 
La guerra es la antítesis del cuidado hacia los otros. Mientras los conflictos armados promueven la deshumanización y el odio, el cuidado hacia las personas fomenta la solidaridad y la empatía. La ética del cuidado, defendida por pensadoras como Carol Gilligan, nos recuerda que las relaciones humanas deben basarse en la responsabilidad mutua y la atención a las necesidades de los demás. 

El ecofeminismo denuncia que la violencia patriarcal se manifiesta en la guerra, el feminicidio, la explotación económica, la crueldad hacia los animales y la violencia de género. Esta perspectiva resalta la importancia de un modelo social basado en la cooperación y el respeto mutuo, en lugar de la dominación y el control. La crisis climática y social que enfrentamos hoy es resultado de esta falta de cuidado hacia los más vulnerables. 

En un mundo amenazado por una posible tercera guerra mundial, el cuidado de las personas cobra una relevancia especial. Esto incluye proteger a las comunidades más vulnerables, apoyar a quienes sufren las consecuencias del conflicto y trabajar por la reconciliación. Además, el cuidado también se manifiesta en el rechazo a la indiferencia. Como afirmó Hannah Arendt, el mal puede prosperar cuando los individuos adoptan una actitud pasiva ante la injusticia. 

Las iniciativas de cooperación internacional, las redes de apoyo comunitario y las acciones solidarias son ejemplos de cómo el cuidado puede transformar positivamente la realidad global. 

Otro punto esencial es el papel de las comunidades locales en la construcción de una sociedad basada en el cuidado mutuo. La creación de redes de apoyo vecinal y la participación en proyectos comunitarios fortalecen los lazos sociales y fomentan un sentido de pertenencia y seguridad. 

En tiempos de conflicto, la ayuda humanitaria se vuelve fundamental. Organizaciones internacionales y locales desempeñan un papel crucial en la provisión de asistencia a las poblaciones afectadas, ofreciendo alimentos, refugio y atención médica a quienes más lo necesitan.

El fomento de la educación en valores de solidaridad y empatía es esencial para garantizar que las futuras generaciones adopten una visión más humanitaria y centrada en el bienestar colectivo. Además, es importante destacar la necesidad de políticas públicas que fomenten la igualdad social y protejan a los grupos más vulnerables. La creación de programas de ayuda social, acceso a servicios de salud y oportunidades laborales dignas son fundamentales para garantizar una sociedad más justa y solidaria. 

La colaboración entre las diferentes naciones para enfrentar desafíos humanitarios también es clave. A través de alianzas estratégicas y el intercambio de recursos y conocimientos, es posible proporcionar soluciones eficaces a crisis de gran magnitud y fomentar la cooperación internacional. 

Conclusión 
En un mundo marcado por la incertidumbre y el riesgo de una tercera guerra mundial, el cuidado emerge como una respuesta filosófica y ética imprescindible. Frente a la posibilidad del conflicto global, el cuidado representa una esperanza y una guía para la acción. La reflexión sobre el ecofeminismo nos lleva a comprender que el respeto hacia la naturaleza y hacia los demás es clave para la supervivencia y la paz global.

Bibliografía 

BIEDMA LÓPEZ, José: Interpretación de Andalucía: Nuestro Renacimiento. Úbeda, 1998.
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SAVATER, Fernando: Política para Amador, Barcelona, Ariel, 1997.
VEDOVELLI MARRERO, Paula: “Carol Gilligan y el desarrollo de la ética del
cuidado”, Trabajo Fin de Grado, Universidad de La Laguna, Facultad de Humanidades, Sección Filosofía, Año académico 2021-22.

Irene Martín Piñón. 1º Bachillerato B. 
Qué importancia tiene el cuidado y cómo ha afectado el ecofeminismo a la mejora de este.

El tema que vamos a tratar es sobre “el cuidado de sí” de Carol Gilligan, no pasando por alto el ecofeminismo. A estos temas no se les suele dar mucha importancia, ya que se piensa que el cuidado es algo básico, sin embargo, muchas personas no entienden exactamente el concepto del cuidado. 

Desde mi punto de vista, el ser humano no podría vivir sin el cuidado. Primeramente, tenemos que cuidar el ambiente en el que vivimos ya que sino no podríamos vivir en unas condiciones dignas. Además, todos necesitamos un cuidado básico, tanto de los demás como de nosotros mismos. Todo el mundo está interesado en encontrarse bien en todo momento y en evitar que algún ser querido lo pase mal. 

El ecofeminismo en mi opinión, refleja muy bien este tema de los tres cuidados que he mencionado. Hablando de las situaciones bélicas se puede ver la importancia de nuestro entorno y de las personas.  En esta disertación quiero dar una imagen del cuidado que quizás a muchas personas se les ha olvidado. Nadie agradece que le cuiden, le ayuden o velen por su bienestar. 

A día de hoy consideramos el cuidado algo normal, pensamos que si necesitamos ayuda siempre habrá alguien dispuesto a proporcionárnosla y esto nos hace infravalorar la importancia de que alguien tenga ese buen gesto con nosotros. Además, casi nadie sabe lo difícil que ha sido conseguir hacer pensar a la sociedad que realmente el cuidado es algo que nos afecta a todos y por eso debemos cuidar de las personas y del planeta ya que, si no tienes motivos de hacerlo por los demás, tienes motivos de hacerlo por ti, ya que te afecta en la misma proporción. 

Por esto, quiero dar a conocer los inicios del cuidado, las personas que lucharon para que hoy en día se considere normal y las que siguen luchando para que el patriarcado y las ideas que asocian a la mujer con el cuidado no destruyan este trabajo y además de considerarse algo normal también se considere algo igualitario. 

Primero, nos debemos hacer una pregunta, ¿Qué es el cuidado? El cuidado consiste en preocuparse por el bienestar tanto de ti mismo, como de otras personas o seres vivos y comprende todo lo que hacemos con riguroso cuidado para mantener un mundo en el que se pueda vivir lo mejor posible. 

Carol Gilligan, estaba de acuerdo con Alasdair McIntyre en que somos los únicos seres vivos que no podemos valernos por nosotros mismos. Si lo piensas detenidamente, un animal recién nacido es capaz de desarrollar habilidades básicas a los pocos días o semanas, mientras que un bebé tarda bastante más en realizar estas actividades. Al final todos conseguiremos ser independientes, pero esto no es posible sin un cuidado previo, por lo tanto, el cuidado es un bien colectivo. Al darse cuenta de esto, Gilligan, propuso la ética del cuidado, que fue impulsada por las injusticias al sexo femenino. 

Esto, en mi opinión, está muy ligado al ecofeminismo. Este ha actuado contra estas injusticias, revelándose contra el patriarcado. Un ejemplo claro son las situaciones bélicas que podemos encontrar a día de hoy. Nosotros pensamos que la violencia solo afectará al ser humano, sin embargo, el ecofeminismo lo enfoca de otra manera, considerando que esto también afecta al planeta y a los demás seres vivos. 

El ecofeminismo aboga por la empatía que probablemente conseguiría resolver muchos problemas que finalmente son solucionados con violencia. No obstante, el patriarcado impide constantemente esto ya que sobrevalora la fuerza y las distintas actitudes masculinas ligadas al dominio e infravalora las virtudes de las mujeres por el simple hecho de serlo, la empatía se vincula a las mujeres y por consiguiente no quieren optar por esa solución. 

Este ejemplo, es una situación perfecta para explicar la importancia del cuidado. Al ecofeminismo proponer una paz que consista en la no-violencia y la compresión del cuidado de la vida, nos llama a mejorar el mundo, tanto las personas como el medioambiente, ya que, estas situaciones bélicas afectan mucho a pesar de que nosotros solo veamos lo que nos afecta a nosotros. Si actuamos de la manera que el ecofeminismo nos recomienda superaríamos el patriarcado además de que mejoraríamos el mundo. 

Por esto estoy de acuerdo con las ideas del ecofeminismo porque esto realmente es la definición de cuidado, que antes he mencionado, intentar mantener un mundo en condiciones de vida digna y asegurarnos de que todos tengamos un bienestar imprescindible hoy en día. 

Honestamente pienso, que es muy fácil solucionar todo a través de la fuerza pero si pensamos en cómo afecta esto a la humanidad y al planeta nos lleva directamente a la solución más digna para todos: conservar el bienestar de todos. Me parece muy importante la idea que trasmite el ecofeminismo, ya que nos está haciendo evolucionar poco a poco y en algún momento conseguiremos derrocar al patriarcado dando como resultado el reinado del cuidado, la paz y la convivencia digna entre seres vivos y el planeta en el que vivimos. 

Carol Gilligan pensó que debíamos de aprender de estas injusticias al sexo femenino y por eso creó la ética del cuidado. Gilligan afirma que en un contexto patriarcal sería una ética femenina, aunque, realmente el cuidado no busca solo el bienestar de las mujeres sino de todas las personas, por eso en verdad es una ética humana. Empero, muchas personas creen que es una ética femenina porque ha sido criado durante el patriarcado. Lo que Carol Gilligan busca es una igualdad, que desaparezcan las injusticias hacia el sexo femenino y todos tengamos un bienestar igualitario. Debido a esta controversia, Gilligan, diferencia tres estadios del desarrollo moral de la mujer. Afirma que serían los siguientes: preconvencional, convencional y postconvencional. 

•Preconvencional: la mujer se centra en el cuidado de sí, poniéndose por encima de las necesidades básicas de los demás.
•Convencional: la mujer piensa que el cuidado de los demás también es importante y lo llega a confundir con el sacrificio. Cuidar a los demás le hace sentirse bien y al final esa es su manera de estar bien.
•Post convencional: la mujer finalmente, llega a la conclusión de que el bienestar tanto de ella como el de los demás es igual de prioritarios y busca un equilibrio en las decisiones tomadas cumpliendo con la no-violencia. 

Yo pienso que la post convencional es el estadio más correcto, ya que busca la igualdad entre ambos géneros y cumple las ideas del ecofeminismo que tiene el mismo fin. Finalmente, la mujer evoluciona y consigue darse cuenta de cuál es la decisión más acertada, que no se puede poner por debajo de todos e incluso no importarle su bienestar, pero tampoco debe pensar que la salud de los demás no importa. Ahora mismo nos encontramos en el estadio post convencional ya que no recae todo sobre la mujer. Sin embargo, aún queda mucho por hacer. 

Debido a las personas que han sido criadas en una sociedad con un pensamiento patriarcal, estas personas inconscientemente piensan que hay ciertas tareas relacionadas al cuidado, como el hacerse cargo de los hijos, deben de ser atribuidas a la mujer en vez de al hombre. No podemos cambiar este pensamiento drásticamente, pero poco a poco vamos normalizando la situación en la que un hombre se encarga de distintas tareas que siempre hace la mujer, para que en un futuro consigamos la total igualdad. 

La ética que propone Carol Gilligan se basa en la responsabilidad propia para con los demás suponiendo una preocupación por la ayuda y por lo tanto critica el pensamiento individualista que nos dice que la vulnerabilidad es un defecto, ya que, el pensamiento liberal ha creado una persona que busca la dignidad oponiéndose completamente a la vulnerabilidad. Parece que tras tu haberte esforzado a la hora de hacerlo algo importante, no puedes permitirte pedir ayuda que favorezca a tu bienestar porque te convierte en alguien vulnerable pero precisamente a esto responde la ética de Gilligan, a nuestras necesidades. 

El cuidado es una actividad de tanta importancia que debería de ser un asunto público. Como bien afirma Carol Gilligan, el Estado debería proporcionar ayuda y garantizar a la ciudadanía un bienestar común. En mi opinión, al ser el cuidado una actividad claramente colectiva esta incluye al Estado. 

A pesar de esto, no podemos olvidar la relación con la justicia a la hora de la intervención del Estado. He leído que Victoria Camps explica que si dejamos de ser empáticos perdemos la justicia, ya que nosotros no estaríamos siendo justos con esa persona y sería incoherente. Por consiguiente, el cuidado debe siempre complementar a la justicia, para así todos obtenerlo en igual cantidad sin otorgar el privilegio a otros de tenerlo en mayor cantidad. 

Pero, vuelve a avisarnos el ecofeminismo, de que, si perdura el patriarcado, esta igualdad entre justicia y cuidado que previene las injusticias, se ve amenazada constantemente. 

Debemos de seguir estas ideas ya que el cuidado no tiene un valor femenino, no hay nada biológico que nos haga mejores a la hora de cuidar a alguien o algo. El cuidado tiene un valor feminista, el cuidado busca que todos cuidemos de todos. 

Personalmente, pienso que la mujer no debería de cargar con todo el peso, no puede estar constantemente preocupándose de los demás mientras intenta que el suyo no se altere. Las mujeres también pueden estar mal, y necesitan que las cuiden al igual que ellas cuidarán a los demás si ellos no pueden. Los humanos somos unos seres vivos generalmente independientes, pero todos necesitamos que nos cuiden, ya que llegarán ocasiones en las que no podamos solos. 

Muchos más, tras leer sobre la ética de Carol Gilligan, han investigado sobre esto, dando como resultado lo siguiente. Quién más interés me ha generado ha sido Tronto, quién puso el ejemplo de que la ética del cuidado se podría reflejar cuando vemos a una persona durmiendo en la calle afirmando que casi nadie se para a solucionar su problema, pensando que otro más se parará a ayudarle. 

Yo, siento este tema muy importante y por eso he querido hablar de él. Todos queremos que nos ayuden si lo necesitamos, y ahí creo yo que aplicamos la empatía y decidimos ayudar también nosotros a los demás. 

Un ejemplo que tras leer todo sobre la ética del cuidado me ha parecido que lo refleja bastante bien, es la recolecta de alimentos, de dinero o de bienes indispensables para personas que están pasando por una mala situación. Por ejemplo, la iglesia, hace recogida de alimentos o de dinero para los más desfavorecidos. A pesar de nosotros no saber que se siente estando en esta situación, nos ponemos en su lugar y nos damos cuenta de que querríamos toda la ayuda posible, lo que nos anima a colaborar. O sin ir más lejos, una situación muy reciente es, la ayuda a los afectados por la Dana, los voluntarios a limpiar y a llevar a Valencia comida, quizás nos sabemos que es estar pasando por eso pero hacemos lo posible para ayudar, porque si nosotros estuviéramos ahí agradeceríamos muchos esos cuidados. 

Me parece que tener esto ejemplos tan claros en la actualidad, del cuidado de incluso personas que no conocemos tan solo por el sentimiento de la empatía, refleja muy bien el gran trabajo de Carol Gilligan y otros más de dar a conocer la importancia del cuidado que ha conseguido construir una sociedad empática que considera el cuidado indispensable y no duda en ayudar a los demás. 

Tras conocer todo esto, llegamos a la conclusión de que el cuidado tiene mucha más importancia de la que pensábamos y que gracias a todo lo explicado previamente hoy en día aplicamos el cuidado inconscientemente, preocupándonos en todo momento por el bienestar de los demás. En mi opinión, aunque aún queda mucho por hacer hemos recorrido gran parte del camino. Solo necesitamos derrocar por completo al patriarcado y dejar de normalizar sus ideas. 

También me parece muy importante el agradecer estos cuidados. Con esta redacción quiero que nos demos cuenta de todo lo que se ha necesitado para poner en valor el cuidado y que no se pierda el agradecimiento por considerarlo ya normal, ya que sin todo esto no tendríamos siquiera que ser agradecidos porque no gozaríamos estos cuidados, así que ya que tenemos el privilegio, no debemos de dejar de pensar que somos privilegiados y no dar las gracias a las personas que se preocupan por nosotros. 

Por si esto no te convenciera, el cuidado no solo nos hace estar bien en cuanto a la salud. También afecta anímicamente y contribuye mucho a nuestra felicidad. Como dice Aristóteles, la felicidad o eudaimonía es buscar la plenitud y el sentido de la vida. “Hacer y vivir bien” esta es la definición de la felicidad según Aristóteles. 

Además, también podemos hablar de la ataraxia. Esta se considera la sala de espera a la felicidad, es un estado de tranquilidad, sabiendo que depende de uno mismo y que no. En mi opinión esto es el culmen que hace que te empiece a importar el cuidado. Si pones en práctica la ética del cuidado, conseguirás ser feliz, estarás en un estado de tranquilidad ya que sabes que has obrado bien y la felicidad te espera como recompensa. 

Aristóteles, al contrario de los estoicos piensa que lo que no depende de nosotros sí importa a la hora de ser feliz.

Desde mi puntos de vista, sí importa, ya que algo que tú no puedes controlar puede llegar a afectarte mucho, pero compensa mucho más lo que tú controlas ya que además de que todo está bien, tienes la satisfacción de que es gracias a ti y que te mereces ser feliz por cómo eres y por tus acciones, a pesar de que sucedan cosas negativas que están fuera de tu control. 

Por lo tanto, finalmente, el cuidado, mejora tu vida en todos los aspectos, consigues el bienestar de los demás, el tuyo propio, consigues un planeta en condiciones dignas y así además de cuidar el entorno cuidas tu bienestar y el de los seres vivos, ya que, una vez más todo está ligado, pero además, consigues una felicidad plena que sabes que eres digno de ella. 

BIBLIOGRAFÍA

BIEDMA LÓPEZ, José: Interpretación de Andalucía: Nuestro Renacimiento. Úbeda, 1998.
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VEDOVELLI MARRERO, Paula: “Carol Gilligan y el desarrollo de la ética del
cuidado”, Trabajo Fin de Grado, Universidad de La Laguna, Facultad de Humanidades, Sección Filosofía, Año académico 2021-22.

Isabel Tovaruela Fernández
El fin del patriarcado: la herramienta para la universalización de los cuidados

¿Es el fin del patriarcado la herramienta para la universalización de los cuidados? El papel de la mujer en este ámbito está mayormente relacionado con el cuidado de las personas pero, muchas veces, subestimamos la influencia que puede llegar a tener sobre el resto de los cuidados debido a que vivimos en un mundo regido principalmente por el patriarcado. 

Para poder desarrollar esta opinión deberíamos definir primero qué es el cuidado. Por ello, Carol Gilligan define el concepto del cuidado como una actividad esencial para el mantenimiento del bienestar individual y colectivo. A su vez, Alasdain Mcintyre resalta la dependencia humana desde el nacimiento hasta la vejez, lo que convierte al cuidado en un bien colectivo y, debido a esto, Gilligan enfatiza la relevancia histórica de las tendencias femeninas en los cuidados, reivindicando su importancia en la supervivencia humana.

Por su parte, Joan Toronto considera el cuidado como una actividad fundamental que conecta percepción, acción y seguimiento continuo para garantizar el bienestar del individuo. Además, destaca que concebir los cuidados como base de las teorías políticas y sociales podría ofrecer una alternativa al paradigma actual centrado en el mercado en vez de en el bienestar de las personas.

Por otro lado, según el artículo “El ecofeminismo como cultura de paz” de Alicia Puleo, el ecofeminismo sostiene que la violencia está relacionada con el patriarcado y se ha manifestado a lo largo de los años como guerras , el feminicidio y la destrucción de la naturaleza. También critica cómo  el antropocentrismo patriarcal ha priorizado  valores como la competitividad y el dominio, ignorando la empatía y el cuidado, considerados valores más “femeninos”.

Ximena Castro también sostiene que el ecofeminismo denuncia la invisibilización de las mujeres y su rol obligatorio en el cuidado, proponiendo la universalización de estas virtudes, lo que implica integrar valores tradicionalmente femeninos en una ética global que trascienda lo humano y considere también a la naturaleza.

En resumen, el cuidado es una actividad esencial no solo para el bienestar de las personas sino también para la manutención y la continuidad del medio. El patriarcado ha tenido un rol principal en la degradación del cuidado hacia el medio priorizando otros aspectos dentro de la sociedad como la posición y el dinero. Debido también al patriarcado, se priorizan virtudes que pueden generar poder sobre otras consideradas “femeninas”, lo que genera que las tareas del cuidado estén mayormente relacionadas con las mujeres. 

Por ello, considero que, con el final del patriarcado, se podría alcanzar una sociedad donde los cuidados estén universalizados y no residan únicamente en las mujeres. Conseguir este objetivo es tarea de todos, no solo de las mujeres ya que con la universalización de los cuidados podríamos asegurar la continuidad de la naturaleza y de la supervivencia humana.

Para asegurar la continuidad de nuestra especie, es esencial el cuidado del medio. En un mundo donde es más importante la posición social y el dinero que tiene cada uno sobre el bienestar de las personas que nos rodean y el medio donde vivimos, cada vez se le da menos importancia al cuidado de lo que nos rodea. La violencia tiene un rol principal en este caso.

Petra Kelly, una ecofeminista alemana, advirtió que si no se transformaba el sistema en el que vivimos, el patriarcado llevaría al desastre ecológico o a que el holocausto nuclear vuelva a estar presente. Hoy en día, con la escalada de conflictos bélicos este pronóstico podría volver a cumplirse. Las guerras por el poder y la obtención de distintos territorios son un claro ejemplo de ello. Con el uso de bombas y misiles, miles de viviendas y bosques se están perdiendo pero esto no solo afecta a los bienes materiales de la naturaleza, sino también al aire que respiramos, lo que puede afectar también a nuestra salud.

Por otro lado, Savater, en “Política para amador”,  sostiene que el cuidado del medio ambiente es crucial para la vida humana. También señala que los países más desarrollados, que son los mayores responsables de la contaminación del medio, son ahora los más comprometidos en su protección. 

Muchos activistas afirman que si, años atrás, nos hubiésemos centrado en el cuidado de la naturaleza antes que en la lucha por el poder y los países con más facilidades hubiesen trabajado juntos como lo hacen ahora, no estaríamos tan preocupados por el futuro de nuestro planeta como lo estamos.

El ecofeminismo, que denuncia la violencia hacia la naturaleza y los animales que son explotados como si fueran recursos sin valor intrínseco, generando una guerra contra la naturaleza que amenaza a la supervivencia de todas las especies, propone una cultura de paz basada en la no violencia  y el cuidado de la naturaleza. Este movimiento nos lleva a superar el androantropocentrismo patriarcal para poder actuar con valores dignos de admiración que llevan a la universalización de los valores “femeninos” del cuidado.

En la actualidad, la mayoría de los altos cargos están ocupados por hombres que ignoran dichos valores con el fin de obtener poder. Sin embargo, si dichos puestos fueran distribuidos más equitativamente podríamos llegar a normalizar la enseñanza de estos valores tanto a niñas como a niños, y así conseguir universalizar la preocupación por el bienestar de lo que nos rodea.

Para poder lograr este fin no es necesario usar la violencia u otros valores similares ya que sería rebajarse al nivel de aquello por lo que luchamos en contra. Esta lucha debe verse como una manifestación donde, pacíficamente podamos lograr hacer del cuidado de la naturaleza un cuidado  indispensable que sea objeto de preocupación de todos los que habitamos nuestro planeta.

Por lo que se refiere al cuidado de las personas, las mujeres son las que se encargan principalmente de cubrir este ámbito de los cuidados. Tradicionalmente, cuando un hijo necesita ayuda acude a la madre, cuando los padres se hacen mayores son sus hijas las que normalmente acuden a cuidarlos, cuando alguien se ha perdido por la calle se siente más seguro acercándose a una mujer, … Esto nos lleva a preguntarnos si la igualdad entre hombres y mujeres por la que hemos estado luchando durante años se ha conseguido realmente; aunque la verdadera cuestión que estos hechos plantean es a qué se deben estos comportamientos. Ciertamente no a tradiciones biológicas. 

En los últimos siglos, el cuidado de la casa y de la familia ha sido un trabajo exclusivo de las mujeres, e incluso hoy en día los trabajadores del hogar y cuidadores tanto de niños como de personas mayores son, en su mayoría mujeres. Esto se debe a tradiciones culturales en las que se consideraba que las mujeres servían únicamente para la crianza y el cuidado de otras personas y donde el poder y el dinero estaban únicamente relacionados con los hombres. 

A pesar del gran avance que se ha conseguido en la sociedad durante los últimos años donde se ha conseguido normalizar que la mujer no dependa económicamente de los hombres, el cuidado de las personas sigue residiendo principalmente en ellas. Ximena Castro sostiene que, históricamente,  esta asociación de los cuidados de otras personas con las mujeres se debe a discursos patriarcales. Estas tareas obligatoriamente asignadas han permitido desarrollar habilidades como la atención, la responsabilidad y la interdependencia, esenciales para replantear nuestra responsabilidad con las personas y el medio ambiente. Dichos valores deben ser universalizados para poder construir una sociedad donde la paz y la colaboración reinen asegurando la supervivencia humana.

Carol Gilligan, fundadora de la ética del cuidado, rechaza la idea de que los cuidados sean únicamente femeninos debido a que son un deber común que debería ser reconocido como un tema público y político garantizado por el Estado, adaptándose a las dinámicas sociales. También plantea que debe complementarse con la justicia, ya que la democracia en la que vivimos se ve amenazada si continúa el patriarcado.

La sociedad contempla continuamente a las mujeres moralmente inferiores debido a que tienen una ética diferente basada en la sensibilidad y el cuidado mutuo, mientras que los hombres priorizan una justicia imparcial. Esto nos lleva a retomar la idea de que los valores enseñados a niños y niñas son diferentes. Mientras que a las niñas se les enseña a cuidar de los demás y encargarse de tareas específicas del hogar, los niños son instruidos con valores competitivos que les asegure escalar dentro de la sociedad para conseguir algún alto cargo que le garantice el poder.  Por lo que si consiguiésemos una educación donde los valores que se imparten sean los mismos podríamos llegar a conseguir una universalización de estos cuidados donde tanto hombres como mujeres sean los que se ocupen del hogar y la familia.

Complementario al cuidado de las personas, se encuentra el cuidado de sí mismo. Las mujeres, normalmente centradas en el cuidado de los demás, no  le dan la suficiente importancia al cuidado de sí mismas. Suelen minimizar sus problemas para así ayudar a otras personas y se centran en el bienestar de otros ignorando muchas veces el suyo; y, aunque es un acto de buena voluntad donde se ve reflejada la ética moral de la que están construidas, a largo plazo puede derivar en el malestar, tanto físico como emocional. Por ello, es importante saber equilibrar ambos cuidados para evitar así dicho malestar físico y emocional que puede acabar en graves problemas de salud.

Oliva Sabuco explica este malestar defendiendo la relación cuerpo y mente, ya que afirma que los desórdenes emocionales, como la tristeza o la ira, afectan la salud física, incentivando el cansancio, mientras que el equilibrio afectivo fomenta el bienestar. Propone que todos deberíamos llevar a cabo terapias prácticas como el ejercicio al aire libre, la música, la conversación y la sobriedad. 

Por otro lado, Carorl Gilligan propone tres estadios del desarrollo moral de la mujer: “Preconvencional”, prioriza el cuidado de sí misma; “Convencional”, prioriza el cuidado de los demás; y “Postconvencional”, mantiene una relación equilibrada entre su cuidado y el cuidado de los demás. Esta idea propuesta por la filósofa nos hace ver cómo las mujeres rara vez tiene una buena relación con el cuidado de sí misma.
En la sociedad, muchas veces inconscientemente, se les dificulta esto a las mujeres. Un ejemplo de ello es cómo se juzga a las madres en comparación con los padres cuando mantiene los mismos comportamientos. Un padre que lleva a los niños al parque y pasa tiempo con sus hijos es ya un gran padre, pero una madre que hace lo mismo es solo “una madre”. Si un padre pide comida rápida es un padre “guay” pero si una madre hace lo mismo no está lo suficientemente implicada. También se da esta conducta en cuanto al trabajo, ya que si un padre trabaja muchas horas es lo normal pero, si lo hace una madre, entonces le importa más su trabajo que sus hijos.

Estos comportamientos son los que no permiten a las mujeres darle al cuidado de sí mismo la importancia que realmente tiene, ya que si lo hiciesen todos las juzgarían por el simple hecho de preocuparse por su propia salud mental y física.

Si no se normaliza y universaliza este tipo de cuidado, la mujer nunca podrá llegar a alcanzar ese estado de serenidad y equilibrio mental fundamental para poder alcanzar la felicidad. Las tradiciones culturales que han regido nuestra sociedad durante tantos años deben modernizarse para poder conseguir la igualdad entre hombres y mujeres tanto en los trabajos como en los hogares, y normalizar la práctica de diversas actividades que contribuyan al cuidado de uno mismo para asegurar el bienestar físico y emocional.

A modo de conclusión, podemos decir que la creación de los valores y roles dentro de la sociedad se han visto fuertemente afectados por el patriarcado. Este sistema, al priorizar valores como la competitividad y el poder, ha ignorado aquellos asociados al cuidado, catalogándolos como valores más femeninos. Como resultado, la sociedad actual enfrenta una distribución desigual de las responsabilidades relacionadas con el bienestar de las personas y el cuidado del medio ambiente, lo que resulta en claras desigualdades de género y pone en peligro la sostenibilidad ecológica.

La universalización de los cuidados requiere un gran cambio en las estructuras patriarcales que rigen nuestra sociedad, influyendo en la educación y la distribución de los cuidados. Estas estructuras ofrecen una visión limitada donde los cuidados son infravalorados y considerados secundarios frente a la búsqueda de poder, riqueza y éxito. Esta manera de pensar, donde lo más importante es tener un cargo dentro de la sociedad, ha llevado a crisis ecológicas, desigualdad social y a que las personas no piensen en la importancia de cuidar su entorno para su supervivencia, ya que las prioridades del patriarcado ignoran la importancia que tienen los cuidados tanto para las personas como para la naturaleza.

Superar el patriarcado significa desafiar los valores tradicionales que separan los cuidados de la sociedad en su totalidad, considerándolos fundamentales para la construcción de una sociedad más justa y sostenible donde las mujeres prioricen también el cuidado de ellas mismas. Esto implicaría también considerar el valor político de los cuidados, reconociéndolos como un bien común que debe ser considerado y distribuido equitativamente por todos los géneros. A través de la igualdad de género, la educación y la redistribución de responsabilidades, sería posible construir una ética global donde la empatía, la colaboración y la sensibilidad sean pilares centrales en ambos géneros.

Además, el ecofeminismo destaca que esta transformación no solo beneficia a las personas, sino que también es esencial para mejorar nuestra relación con la naturaleza. Al haber visto y estudiado cómo el patriarcado ha derivado en la explotación de recursos sin considerar su propio valor, se hace claro que una cultura basada en el cuidado mutuo puede llegar a solucionar dichos problemas. Dejar de lado la explotación y el dominio de los recursos que tenemos y adoptar una ética de la no violencia y el cuidado permitirá no solo asegurar la continuidad de la vida humana, sino también proteger el entorno natural donde vivimos.

En conclusión, el fin del patriarcado no es solo un objetivo feminista que permita la igualdad laboral y socialmente; es una condición necesaria para alcanzar una sociedad en la que los cuidados sean universales. Este cambio no solo permitirá redistribuir equitativamente las responsabilidades y liberar a las mujeres de los roles impuestos por tradiciones culturales, sino que también posibilitará la creación de una sociedad donde las prioridades sociales, políticas y económicas, se centren en el bienestar colectivo y la sostenibilidad del planeta.  
Bibliografía

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SAVATER, Fernando: Política para Amador, Barcelona, Ariel, 1997.
VEDOVELLI MARRERO, Paula: “Carol Gilligan y el desarrollo de la ética del
cuidado”, Trabajo Fin de Grado, Universidad de La Laguna, Facultad de Humanidades, Sección Filosofía, Año académico 2021-22.

Ismael Drissi Leal 1º Bach B
La ética del cuidado en la crisis ambiental: una respuesta necesaria

 La crisis ambiental es uno de los problemas más urgentes y complejos de nuestra época. Fenómenos como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la contaminación global y el agotamiento de los recursos naturales están transformando profundamente el equilibrio del planeta. Según el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), los efectos de esta crisis ya son visibles: aumento de las temperaturas globales, deshielo de los polos, acidificación de los océanos y un incremento en la frecuencia de fenómenos climáticos extremos como huracanes, sequías e inundaciones. Estas consecuencias no solo afectan al medio ambiente, sino que tienen un impacto directo en las vidas humanas, especialmente en las comunidades más vulnerables.

Este contexto plantea preguntas fundamentales: ¿cómo debemos relacionarnos con la naturaleza? ¿Qué responsabilidad tenemos hacia las generaciones futuras? ¿Cómo podemos abordar esta crisis desde un enfoque ético? Es aquí donde la ética del cuidado, formulada por Carol Gilligan, ofrece una respuesta crucial. Gilligan propone una ética basada en la empatía, la interdependencia y el reconocimiento de las relaciones humanas como núcleo de la moralidad. En palabras de Gilligan, “el cuidado no es una ética femenina, sino una ética profundamente humana”, que debe integrarse en todos los ámbitos de la vida, incluyendo nuestra relación con el entorno natural.

El ecofeminismo, una corriente filosófica y política que vincula la explotación de la naturaleza con las desigualdades sociales, también refuerza esta perspectiva. Autoras como Vandana Shiva y Alicia Puleo señalan que la lógica extractivista que domina el sistema económico global está directamente relacionada con la subordinación de ciertos grupos sociales, como mujeres, pueblos indígenas y comunidades empobrecidas. Desde esta óptica, cuidar de la naturaleza no es solo una necesidad ecológica, sino también una obligación ética que exige justicia social y ambiental.

Por otro lado, filosofías clásicas como la de Aristóteles y los estoicos nos ofrecen herramientas para reflexionar sobre el cuidado de uno mismo como parte del equilibrio personal y colectivo. Aristóteles, en su concepto de eudaimonía (felicidad plena), plantea que el bienestar humano depende de vivir en armonía con las virtudes y el entorno, mientras que el estoicismo resalta la importancia del autocontrol y la resiliencia frente a las adversidades.

Esta disertación se propone explorar cómo la ética del cuidado puede ofrecer un marco para abordar la crisis ambiental, analizando tres dimensiones interconectadas: el cuidado del medio ambiente, el cuidado de las personas y el cuidado de sí mismo. Estas tres esferas, aunque distintas, se complementan y son indispensables para construir un futuro más justo, sostenible y humano.
 
El cuidado del medio: responsabilidad por la naturaleza
La relación de los seres humanos con la naturaleza ha estado marcada históricamente por una lógica de dominación y explotación. Desde la Revolución Industrial, este modelo se ha intensificado, priorizando el crecimiento económico y la acumulación de recursos por encima de la preservación del equilibrio ecológico. Esta visión antropocéntrica, que posiciona al ser humano como superior al resto de las especies, ha llevado a una degradación ambiental sin precedentes.

Hans Jonas, en su obra El principio de responsabilidad, advierte que “actúa de tal manera que las consecuencias de tus acciones sean compatibles con la permanencia de una vida genuina en la Tierra”. Este principio resalta la necesidad de asumir una ética de cuidado hacia el medio ambiente, reconociendo que las decisiones presentes afectan no solo al entorno actual, sino también a las generaciones futuras. Por ejemplo, prácticas como la deforestación masiva o el uso indiscriminado de combustibles fósiles no solo destruyen ecosistemas, sino que generan consecuencias irreversibles para el clima global.

El ecofeminismo ofrece una perspectiva crítica al señalar que esta explotación ambiental está estrechamente ligada a las estructuras patriarcales y coloniales. Vandana Shiva, en su libro Abrazar la vida, argumenta que “la destrucción de la naturaleza y la marginación de las personas están intrínsecamente conectadas”. Desde esta óptica, cuidar de la naturaleza implica también proteger a las comunidades que dependen de ella, como los pueblos indígenas, que a menudo son desplazados de sus territorios en nombre del desarrollo.

Además, el cuidado del medio no puede ser solo una responsabilidad individual; requiere una acción colectiva y sistémica. Las políticas públicas deben priorizar la transición hacia energías renovables, la conservación de los ecosistemas y la reducción de emisiones contaminantes. Como señala Alicia Puleo en Ecofeminismo para otro mundo posible, “la sostenibilidad ambiental debe ir de la mano de la justicia social”. Adoptar estas medidas no solo protege al planeta, sino que también promueve un modelo de desarrollo más equitativo y responsable.

El cuidado de las personas: justicia social en tiempos de crisis ambiental. La crisis ambiental no afecta a todas las personas por igual. Las comunidades más pobres y marginadas son las que enfrentan las mayores consecuencias, a pesar de ser las que menos contribuyen al problema. Según la ONU, más de 200 millones de personas se ven desplazadas cada año debido a desastres climáticos, un fenómeno conocido como “refugiados climáticos”. Estas personas pierden sus hogares, sus medios de subsistencia y, a menudo, quedan expuestas a nuevas formas de vulnerabilidad.

Carol Gilligan, en su teoría de la ética del cuidado, enfatiza que “el cuidado consiste en escuchar las necesidades del otro y responder a ellas de manera empática”. En el contexto de la crisis ambiental, esto significa priorizar a las comunidades más afectadas, asegurando que las políticas climáticas no perpetúen las desigualdades existentes. Por ejemplo, los programas de adaptación al cambio climático deben incluir a las comunidades indígenas y rurales en la toma de decisiones, reconociendo su conocimiento ancestral y su papel como guardianes del medio ambiente.

Victoria Camps, en El gobierno de las emociones, sostiene que “la justicia necesita del cuidado para ser efectiva”. Esto implica abordar la crisis ambiental desde una perspectiva interseccional, que tenga en cuenta las desigualdades de género, clase y etnicidad. Las mujeres, por ejemplo, suelen ser las más afectadas por la escasez de agua y recursos, ya que son las principales responsables de su gestión en muchas comunidades. Incorporar una perspectiva de género en las políticas ambientales es fundamental para garantizar que el cuidado sea inclusivo y equitativo.

Asimismo, el cuidado de las personas no se limita a las acciones gubernamentales; también incluye la creación de redes comunitarias que promuevan la resiliencia y la solidaridad. Desde iniciativas locales de educación ambiental hasta proyectos de agricultura sostenible, estas redes fortalecen el tejido social y permiten a las comunidades adaptarse a los desafíos del cambio climático.

El cuidado de sí mismo: una base para el cambio.

El cuidado de sí mismo, aunque con frecuencia relegado en un mundo acelerado y saturado de demandas externas, se revela como un componente esencial en el contexto de la crisis ambiental. En una era donde el estrés, la ansiedad y el agotamiento son consecuencias directas de las tensiones ambientales, sociales y políticas, el autocuidado se convierte en una herramienta indispensable no sólo para preservar nuestro bienestar personal, sino también para mantener la capacidad de actuar de manera efectiva en la construcción de un futuro más sostenible y equitativo. Si no somos capaces de cuidarnos a nosotros mismos, es difícil poder atender las necesidades del mundo que nos rodea.

Como decía Epicteto, el filósofo estoico, "nadie puede cuidar de los demás si no sabe cuidarse a sí mismo". Este principio resalta la importancia de cultivar el bienestar emocional, físico y mental, especialmente frente a los complejos desafíos globales que enfrentamos. En tiempos de incertidumbre y crisis, el autocuidado se convierte en un acto de resistencia y resiliencia, una forma de preservar nuestra humanidad frente a las presiones externas. Prácticas como la introspección, la meditación, el descanso adecuado y la conexión con la naturaleza no solo ayudan a reducir el estrés, sino que fomentan una mayor conciencia sobre nuestras acciones y sus impactos en el entorno. De esta manera, el cuidado personal no es solo un refugio contra el caos, sino también una vía para aumentar nuestra empatía y responsabilidad hacia el mundo.

Por otro lado, Carol Gilligan subraya que "el cuidado comienza por reconocer nuestras propias necesidades y límites", lo que implica una reflexión profunda sobre lo que realmente necesitamos para estar en equilibrio. En este sentido, el autocuidado también se extiende a la forma en que vivimos nuestras vidas cotidianas. Adoptar hábitos más sostenibles, como reducir el consumo, evitar el desperdicio y priorizar opciones más ecológicas, son ejemplos de cómo nuestras decisiones diarias pueden alinearse con el cuidado personal y con el cuidado del planeta. Sin embargo, es crucial no caer en la trampa del individualismo. El verdadero autocuidado debe ser entendido como una estrategia que no solo fortalezca nuestro bienestar, sino que también nos empodere para contribuir al bienestar colectivo. Al mejorar nuestra capacidad para cuidarnos a nosotros mismos, incrementamos nuestra capacidad para cuidar a los demás y al mundo que habitamos.

Aristóteles, en su concepto de eudaimonía, nos invita a reflexionar sobre la verdadera naturaleza de la felicidad. Según él, la felicidad plena no es un estado pasajero de placer, sino una forma de vida en la que estamos en armonía con nuestras virtudes y con el entorno que nos rodea. En este sentido, el cuidado de sí mismo se transforma en un acto profundamente ético y social, porque no se trata solo de lograr el equilibrio individual, sino de participar activamente en la creación de un mundo más justo, equilibrado y sostenible. Cuidarnos a nosotros mismos, entonces, no es un acto egoísta, sino un paso fundamental para generar el tipo de conciencia colectiva que es necesaria para enfrentar la crisis ambiental y los retos sociales que estamos viviendo. El cuidado de uno mismo, en última instancia, nos conecta con nuestra responsabilidad hacia los demás y hacia el planeta, haciendo posible una existencia más plena y significativa.

Para concluir, podemos decir que la crisis ambiental es un desafío global que exige una respuesta ética profunda y comprometida, que se base en el cuidado integral de todos los elementos que conforman nuestro mundo. Este enfoque no solo debe ser entendido como una acción aislada o superficial, sino como una transformación profunda de nuestras relaciones y valores. La ética del cuidado, tal como la proponen pensadoras clave como Carol Gilligan y Vandana Shiva, nos invita a replantear las conexiones que tenemos con el entorno natural, las personas y, sobre todo, con nosotros mismos, reconociendo la interdependencia fundamental que sustenta la vida en su totalidad.

El cuidado del medio ambiente, un concepto central en la filosofía de Hans Jonas, resalta que nuestra responsabilidad no se limita al presente, sino que se extiende hacia las generaciones futuras. Este principio implica que nuestras decisiones actuales deben considerar las repercusiones que tendrán sobre los ecosistemas y las comunidades venideras. Esta visión a largo plazo requiere una transformación en la manera en que entendemos el progreso y la explotación de recursos, adoptando modelos que sean verdaderamente sostenibles y respetuosos con la naturaleza.

Por otro lado, el cuidado de las personas, como señala Victoria Camps, debe ser visto no solo como una cuestión de solidaridad, sino como un imperativo de justicia social y empatía. Las desigualdades climáticas, que afectan de manera más severa a las comunidades más vulnerables, exigen una respuesta ética que supere la simple reparación de daños, y que trabaje activamente en la construcción de una sociedad más equitativa y consciente. La crisis ambiental, en este sentido, se convierte en una oportunidad para repensar el concepto de justicia, no sólo en términos de recursos, sino también en relación a los derechos humanos y la dignidad de todos los seres.

Finalmente, el cuidado de uno mismo, basado en las enseñanzas de Aristóteles y los estoicos, nos recuerda que para ser agentes de cambio debemos cultivar nuestro propio bienestar emocional, físico y mental. Solo desde un equilibrio interno, que provenga de la reflexión y la autocomprensión, seremos capaces de contribuir de manera auténtica y efectiva al bienestar colectivo. En un mundo saturado de estrés y desconexión, este cuidado personal se convierte en una base imprescindible para afrontar los retos globales.

En definitiva, adoptar esta ética del cuidado no es solo necesario para enfrentar la crisis ambiental de manera efectiva, sino que también es un camino hacia la construcción de un mundo más justo, sostenible y humano. La interdependencia entre el cuidado del medio ambiente, el cuidado de las personas y el cuidado de uno mismo no es una utopía, sino una herramienta poderosa y pragmática para garantizar la continuidad de la vida en su máxima diversidad. Solo a través de la integración de estas tres dimensiones podremos avanzar hacia un futuro donde la humanidad viva en armonía con la naturaleza y con las generaciones por venir.
 
6.-BIBLIOGRAFÍA

BIEDMA LÓPEZ, José: Interpretación de Andalucía: Nuestro Renacimiento. Úbeda, 1998.
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cuidado”, Trabajo Fin de Grado, Universidad de La Laguna, Facultad de Humanidades, Sección Filosofía, Año académico 2021-22.

Jesús Jiménez Riego
Micromachismos en las telenovelas
 
¿Cómo influyen los micromachismos en las telenovelas en el cuidado de sí y de todos, y qué implicaciones tiene esto para nuestra sociedad? Es innegable la omnipresencia de las telenovelas en la sociedad contemporánea. Estas narrativas televisivas, con sus dramas de amor, desamor y conflictos familiares, se han convertido en un espejo y, a la vez, en un modelador de los valores y normas sociales. Las telenovelas, gracias a su amplio alcance, funcionan como un poderoso vehículo para la transmisión de ideas y la construcción de imaginarios colectivos. Sin embargo, a menudo estas producciones también perpetúan estereotipos de género y conductas machistas, que pueden socavar tanto el cuidado de uno mismo como el de los demás. Esto plantea una pregunta fundamental: ¿Cómo afectan los micromachismos presentes en las telenovelas a nuestra capacidad de cuidarnos a nosotros mismos y a las personas que nos rodean, y qué consecuencias tiene esto para la sociedad en general?

El término "micromachismo" se refiere a esas conductas sutiles y normalizadas que perpetúan la desigualdad de género y que, a menudo, pasan desapercibidas en la vida cotidiana. Estos comportamientos, aunque puedan parecer insignificantes de forma aislada, tienen un impacto acumulativo en la construcción de identidades y relaciones. En las telenovelas, los micromachismos se manifiestan de diversas maneras, desde los roles de género estereotipados hasta las actitudes paternalistas hacia las mujeres y la normalización de la violencia. Estas representaciones no solo reflejan una realidad social, sino que también contribuyen a consolidarla, lo que refuerza la necesidad de un análisis crítico y una reflexión profunda sobre su impacto.

Las telenovelas suelen reforzar la idea de que las mujeres deben ser amas de casa y madres abnegadas, mientras que los hombres deben ser los proveedores y protectores. Esta división de roles limita las oportunidades de desarrollo personal y profesional, tanto para hombres como para mujeres, perpetuando una visión estrecha de lo que significa ser hombre o mujer. Según Gilligan, las niñas aprenden a priorizar la satisfacción de las necesidades de los demás, mientras que los niños se centran en la competencia y la autonomía, una división que, aunque culturalmente construida, se refuerza a través de medios como las telenovelas. Esta limitación en los roles puede llevar a una desconexión con las propias necesidades y deseos, lo que dificulta el cuidado de sí.

Es común observar cómo los personajes masculinos tratan a las mujeres con condescendencia o paternalismo, como si fueran incapaces de tomar decisiones por sí mismas. Este tipo de actitud, como se evidencia en programas de televisión donde se hacen preguntas personales e íntimas a las mujeres mientras a los hombres se les pregunta sobre su trayectoria pública y profesional, socava la autonomía y la autoestima de las mujeres, perpetuando la idea de que necesitan la guía y protección de los hombres8. Estas dinámicas de poder son reproducidas y normalizadas en las telenovelas, lo que contribuye a una sociedad donde las mujeres no son vistas como iguales.

Las escenas de celos y control son recurrentes en las telenovelas, donde a menudo se justifica la posesividad como una muestra de amor. Esta visión normaliza la violencia y el control en las relaciones de pareja, creando la falsa idea de que los celos son una expresión de amor y no una manifestación de inseguridad y poder. Tales conductas, presentadas como románticas, perpetúan relaciones tóxicas y abusivas que dificultan el cuidado de sí y el desarrollo de relaciones saludables.

La violencia física y emocional, tanto hacia las mujeres como entre hombres, se presenta a menudo como una parte inevitable de las relaciones. Esto desensibiliza a los espectadores ante la gravedad de la violencia y dificulta su reconocimiento y denuncia, al promover la idea de que la agresión es una forma aceptable de resolver conflictos. Esto contribuye a una cultura donde la violencia es vista como una forma de resolver problemas en lugar de promover el diálogo y el respeto.

Los cánones de belleza impuestos a las mujeres son a menudo irreales e inalcanzables, lo que genera inseguridad y baja autoestima. Los medios de comunicación, incluyendo las telenovelas, promueven una imagen de la mujer como un objeto de deseo que debe cumplir con ciertos estándares para ser considerada valiosa. Según López Díez, los medios suelen presentar a las mujeres más jóvenes, atractivas, delgadas y seductoras, reforzando la presión social sobre las mujeres. Esta idealización de la belleza física puede llevar a la autoexigencia y al descuido de la salud física y emocional.

Las telenovelas refuerzan la idea de que las mujeres son las principales responsables del cuidado de los demás, ya sean niños, personas mayores o enfermos. Esta visión perpetúa una división del trabajo desigual y limita las oportunidades de las mujeres fuera del ámbito doméstico. La sobrecarga de responsabilidades de cuidado puede llevar a que las mujeres se descuiden a sí mismas y de sus propias necesidades, lo cual impacta negativamente su bienestar.
Estos micromachismos en las telenovelas no solo perpetúan las desigualdades de género, sino que también obstaculizan el cuidado de sí y de todos. El concepto de "cuidado" abarca tanto el cuidado personal como el cuidado de las demás personas y del mundo que nos rodea.

La ética del cuidado, propuesta por Carol Gilligan, plantea una visión alternativa a la ética tradicional basada en la justicia y la autonomía, donde el cuidado, la responsabilidad y la conexión con los demás son valores centrales. En este sentido, el cuidado se relaciona con la empatía, la responsabilidad y la ética. Cuando las telenovelas promueven conductas machistas, dificultan el desarrollo de estas virtudes y promueven una visión individualista y competitiva de las relaciones humanas. El impacto en el cuidado se manifiesta de las siguientes maneras:

Los micromachismos socavan la autoestima y la confianza en uno mismo, especialmente en las mujeres, al normalizar estereotipos de género y exigir el cumplimiento de cánones de belleza irreales, lo que dificulta que puedan cuidarse de manera integral, priorizando su salud física y emociona. Según Gilligan, las mujeres tienden a preocuparse más por las necesidades de los demás que por las suyas propias, lo que puede llevar a un descuido del propio bienestar. La presión social para cumplir con estándares de belleza y comportamiento también puede generar ansiedad, depresión y otros problemas de salud mental. Cuando las telenovelas promueven la sumisión y la dependencia, dificultan que las mujeres tomen decisiones autónomas y se hagan cargo de su propio bienestar.

La falta de empatía y la normalización de la violencia dificultan el cuidado de los demás. Cuando se promueven conductas machistas, se hace más difícil reconocer las necesidades y los sentimientos de los demás, y disminuye la capacidad de actuar con responsabilidad y compasión. La ética del cuidado nos invita a ver a los demás como seres interdependientes y vulnerables, que necesitan nuestra atención y apoyo. Las telenovelas que promueven el individualismo y la competitividad dificultan la construcción de relaciones basadas en el respeto y la solidaridad. La normalización de la violencia y el abuso en las relaciones de pareja también dificulta el desarrollo de relaciones saludables y basadas en el respeto mutuo. Los micromachismos contribuyen a una cultura de desigualdad y violencia que afecta negativamente a toda la sociedad. Para lograr una sociedad que realmente cuide a todos, es necesario cuestionar y transformar esas conductas. Según Victoria Camps, una sociedad que quiere poner en valor el cuidado no puede funcionar sin una ciudadanía virtuosa, que tenga la voluntad de hacer las cosas lo mejor posible. La normalización de la violencia y la desigualdad en las telenovelas dificulta la construcción de una sociedad justa y equitativa. Cuando se promueven estereotipos de género y actitudes machistas, se perpetúa una cultura donde la discriminación y la exclusión son aceptadas como normales, lo que impide el desarrollo de una sociedad más justa y solidaria.

Es importante reconocer que no todas las telenovelas son iguales. En los últimos años, han surgido producciones que intentan romper con los estereotipos de género y que buscan promover valores como la igualdad, el respeto y el empoderamiento. Un ejemplo de ello es la telenovela mexicana Si nos dejan, que aborda temas como el machismo y la violencia intrafamiliar. Esta producción, según sus actores, busca concientizar sobre los micromachismos cotidianos a través de una historia que permite al espectador verse reflejado. Al mostrar las experiencias de una mujer que se enfrenta a los micromachismos en su vida diaria, la telenovela invita a la reflexión y al cuestionamiento de las normas sociales. Sin embargo, aún son necesarios más esfuerzos para crear contenidos que fomenten una cultura del cuidado y que sirvan como herramientas para la transformación social. Es necesario que las telenovelas, como productos culturales de gran alcance, asuman su responsabilidad social y contribuyan a la construcción de una sociedad más justa e igualitaria.

Es crucial tener en cuenta que las telenovelas, al igual que otros medios de comunicación, pueden ser tanto un reflejo como un motor de cambio en la sociedad. Por lo tanto, es fundamental que los creadores de contenido sean conscientes de su responsabilidad y se esfuercen por ofrecer historias que promuevan valores positivos y que desafíen los estereotipos de género. Los medios de comunicación, según la experta en Comunicación y Género Pilar López Díez, tienen el potencial de convertirse en un puntal fundamental en la lucha por la igualdad, programando contenidos desde una perspectiva de género.

Además, es fundamental fomentar la educación y la conciencia crítica en los espectadores, para que sean capaces de identificar y cuestionar los micromachismos presentes en las telenovelas y en su vida cotidiana. Según la directora del Observatorio para la Igualdad de la Universidad Autónoma de Barcelona, Juana Gallego, es necesario desarrollar una mirada crítica hacia todos los productos culturales, incluyendo la televisión, la publicidad y el cine, para identificar los patrones y modelos de comportamiento estereotipados que aún persisten. La educación en valores y la promoción de la igualdad de género son herramientas esenciales para construir una sociedad más justa y equitativa.

También es importante recordar que el cuidado no es una responsabilidad exclusiva de las mujeres, sino que debe ser un valor compartido por toda la sociedad. La ética del cuidado nos invita a repensar las relaciones entre hombres y mujeres, superando los roles tradicionales y construyendo relaciones basadas en la igualdad, el respeto y la reciprocidad. El cuidado debe ser un valor tanto público como privado, que se manifieste en las políticas públicas, en las relaciones interpersonales y en el comportamiento de cada individuo. El fomento de la corresponsabilidad en el cuidado de los demás es crucial para la construcción de una sociedad más justa.

En conclusión, aunque las telenovelas pueden proporcionar entretenimiento y diversión, cuando perpetúan conductas machistas se convierten en un obstáculo para el cuidado de sí y de todos. Es necesario desarrollar una mirada crítica hacia los contenidos televisivos y exigir que se promuevan valores como la igualdad, el respeto y la responsabilidad.

La transformación de la sociedad hacia una cultura de cuidado requiere un esfuerzo colectivo, donde los medios de comunicación, los educadores, los líderes sociales y cada ciudadano asuman su responsabilidad. Solo así podremos construir una sociedad más justa, equitativa y solidaria, donde el cuidado sea un valor central. Como dijo la filósofa Victoria Camps, "una sociedad que quiere poner en valor el cuidado no puede funcionar sin una cuidadosa y virtuosa voluntad de hacer las cosas lo mejor posible". El camino hacia una sociedad del cuidado requiere una transformación profunda de los valores y las normas sociales, donde el bienestar de todos sea una prioridad.

En palabras de Iris Murdoch, "la moralidad no tiene que ver solo con la acción, sino también con saber escuchar, saber esperar, ser paciente, confiar". Esta reflexión nos invita a considerar que el cuidado no solo se trata de realizar acciones concretas, sino también de cultivar ciertas virtudes y actitudes que nos permitan conectar con los demás de manera auténtica y solidaria. La superación de los micromachismos en las telenovelas, y en la sociedad en general, es un paso importante hacia la construcción de un mundo más justo y cuidadoso. La reflexión y el compromiso de cada individuo son fundamentales para lograr un cambio real en la cultura y la sociedad.

Además, es esencial destacar la importancia de la eudaimonía, un concepto aristotélico que se refiere a una vida virtuosa y plena, como un ideal al que debemos aspirar. La eudaimonía no se alcanza a través de la satisfacción de deseos egoístas, sino a través del desarrollo de las virtudes y el compromiso con el bien común. En este sentido, el cuidado de sí y de todos se convierte en una parte fundamental de la búsqueda de la eudaimonía. Aristóteles consideraba que la felicidad no era un fin en sí mismo, sino una consecuencia de vivir de acuerdo con la razón y la virtud. Al cultivar el cuidado, tanto personal como hacia los demás, nos acercamos a la realización de nuestro potencial como seres humanos y contribuimos a la construcción de una sociedad más justa y armoniosa.

De forma similar, la ataraxia, un concepto compartido por estoicos y epicúreos, se refiere a un estado de tranquilidad y serenidad mental que se alcanza a través del equilibrio y la aceptación. La búsqueda de la ataraxia no implica una renuncia a las emociones, sino una capacidad de gestionarlas de manera racional y sabia. La promoción del cuidado de sí y de todos, al fomentar la empatía y la responsabilidad, contribuye a la consecución de la ataraxia, al disminuir la ansiedad y la angustia que surgen de la desigualdad y la injusticia. La reflexión crítica sobre los micromachismos en las telenovelas, y la lucha por su erradicación, puede ayudarnos a construir una sociedad donde la ataraxia sea más accesible para todos.

En este contexto, es relevante mencionar la crítica de Gilligan a las teorías de Kohlberg y Piaget, quienes, según ella, compartían poca información sobre el neurodesarrollo y la moralidad de las mujeres y niñas. Gilligan cuestiona la visión tradicional del desarrollo moral, que se basa en la autonomía y la justicia, y propone una perspectiva que valora el cuidado y la conexión. Esta crítica es fundamental para entender cómo los micromachismos en las telenovelas perpetúan una visión masculina del mundo, donde las necesidades y las experiencias de las mujeres son invisibilizadas o menospreciadas. Al incluir una perspectiva de género en el análisis de las narrativas televisivas, podemos comprender mejor cómo se construyen las desigualdades y cómo podemos transformarlas.

En resumen, la lucha contra los micromachismos en las telenovelas es una parte esencial de la construcción de una sociedad más justa y cuidadosa. Al promover una visión crítica de las narrativas televisivas, al fomentar la educación y la conciencia social, y al cultivar los valores del cuidado y la empatía, podemos avanzar hacia un mundo donde todos tengan la oportunidad de desarrollarse plenamente y vivir una vida virtuosa y plena. Es necesario un esfuerzo colectivo para transformar las estructuras de poder que perpetúan la desigualdad y la discriminación, y para construir una sociedad donde el cuidado sea un valor fundamental. La transformación del mundo comienza con la transformación de nuestra forma de pensar, actuar y relacionarnos.
 
Bibliografía
BIEDMA LÓPEZ, José: Interpretación de Andalucía: Nuestro Renacimiento. Úbeda, 1998.
CAMPS, Victoria: Tiempo de cuidados. Otra forma de estar en el mundo. Barcelona, ed. Arpa, 2021.
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PULEO, A. H.: “El ecofeminismo, conciencia feminista profunda de la crisis ambiental” en Cecilia Güemes y Francisco Col Montiel (eds.), Cuidados y ecofeminismos. Consolidar avances y construir futuros igualitarios en Latinoamérica, Madrid, ed. Fundación Carolina, 2023.
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VEDOVELLI MARRERO, Paula: “Carol Gilligan y el desarrollo de la ética del
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José Domínguez Catalán. 1ºBach C.
Perspectiva psicológica de la división sexual del trabajo en los cuidados.

Los cuidados son un tema que tratamos en nuestro día a día. Desde nuestros asuntos más personales, tratándose por tanto el tema desde un punto de vista reducido, hasta cuestiones realizadas ya no por personas, sino por instituciones representantes de la misma humanidad y, a veces, también representantes de otros grupos que habitan la tierra.

Ya en la antigua Grecia relacionaban los cuidados como forma para llegar a la “ataraxia” o estado de la felicidad. Sin ir más lejos, los escépticos usaron como método para alcanzar este estado el no juzgar a los demás, dicho de otra forma, cuidar tu forma de tratar a los otros era crucial para alcanzar la felicidad, pudiendo considerar así el cuidar a los otros como una forma de autocuidado. Otro grupo de la misma época, los estoicos, consideraban como verdadera felicidad a “la imperturbabilidad ante los hechos en los que no tomamos parte”. De esta forma, la felicidad verdadera vendría de la asimilación y separación de qué depende de uno mismo y que no.

Esta constante relación entre autocuidado y cuidado ajeno no es casualidad, pues están estrechamente relacionados entre sí; todos hemos escuchado la frase “no hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti”, y es que el ser humano es por naturaleza social, por lo que<nuestra relación con nosotros mismos y nuestra felicidad propia depende, por triste que suene, de los demás. Dicho de otra forma, y cito textualmente: “Todos necesitamos, en mayor o menor medida, que nos cuiden”. Alasdair McIntyre, en su libro, Animales racionales dependientes (2001), expone una serie de premisas que hacen evidente la necesidad del cuidado humano. Una de estas premisas es la comparación entre el desarrollo de un niño humano frente al de cualquier otra especie; mientras que el humano necesita ayuda y sobre todo, guía para aprender las cuestiones básicas para sobrevivir, el animal es capaz de aprender lo básico en meses, semanas o incluso días después de haber nacido.

Lo cierto es que el ser humano se desconectó de la naturaleza desde el primer momento que ganamos la capacidad de razonar. Esto ha provocado que nuestra educación se base al completo en los cuidados ajenos, en vez de un instinto natural como en el caso animal; no seríamos capaces de cuidar si otra persona no nos hubiese enseñado a ello.

De la misma forma, la idea de cuidado ha cambiado a lo largo de la historia junto a la moralidad misma de nuestros actos. Pues ha sido la capacidad crítica de cada nueva generación la que ha sido capaz de encontrar fallas en los ideales de la anterior; desde los ya mencionados griegos hasta la actualidad hemos pasado por un gran número de avances sociales, siendo cada uno de estos un paso más para lograr una sociedad del cuidado mutuo y, más recientemente, del cuidado con la misma naturaleza.

Sin embargo, a pesar de estos avances, a día de hoy se siguen usando justificaciones, supuestamente naturales, para tratar temas como el cuidado de la mujer. Según esta lógica, la mujer, por derecho natural, debe ser la cuidadora de los hijos, puesto que es su función “natural”. Señala Ximena Castro: “El patriarcado y la ciencia moderna han visto a la mujer y a la naturaleza como objetos de dominación, las primeras han tenido el rol de satisfacer las necesidades de la vida y su reproducción, y la segunda ha sido vista como una fuente de recursos infinitos para satisfacer a la humanidad” (El ecofeminismo: la inclusión de la ética del cuidado a la reflexión sobre la crisis ambiental, Revista Kawsaypacha, nº 13, ene-jun, 2024, página 4). Con esto, llegamos a la conclusión de que la conexión entre la naturaleza y la mujer ha servido como justificación de la minusvaloración de la mujer. Sin embargo, ¿Qué nos ha llevado a tomar estas tergiversadas conclusiones? Para entenderlo tendremos que explicar unos conceptos: el papel de la mujer en los cuidados en comparación al hombre, diferencias en educación, el patriarcado y su relación con los cuidados en la naturaleza.

Empezando por el primer punto, Fernando Savater dice: “no es la naturaleza quien convierte nuestra vida en un tormento, sino nosotros mismos” (F. Savater, 2009: p. 72) Por ello, es importante resaltar que no existe ningún factor biológico que determine el papel de la mujer o del hombre en la sociedad, sino que es un papel impuesto socialmente de forma indiscriminada. Victoria Camps dice: “no hay nada esencial en la biología del sexo femenino que haga a las mujeres más aptas para cuidar de sus semejantes que los hombres. Hay una cultura ancestral y una tradición que las ha empujado a ocuparse de los frágiles e incluso ha generado en ellas una sensación de culpa si dejan de hacerlo” (Camps, 2021 : p. 37). A la mujer siempre se le ha obligado a cuidar, sin embargo, solo en su ámbito personal o privado. Muchos ámbitos como la política pueden ser considerados como cuidados ajenos, ¿no dependemos los humanos de esta misma cada vez que queremos modificar o mejorar cualquier ámbito de nuestra vida como comunidad?; aún con esta evidente relación, históricamente no se le ha permitido a la mujer participar en lo que podríamos llamar el “cuidado público”, y se la ha obligado a permanecer en el cuidado familiar, lo que sería el “cuidado privado”, sin recibir ningún crédito ni social ni monetario por ello. De la misma forma, el autocuidado ha sido también tratado de distinta forma: en las mujeres se ha visto como un autocuidado de la belleza, puesto que su valor se reduce meramente a lo físico, su capacidad de satisfacer a su marido, de ser madre y cuidadora; mientras que en los hombres el autocuidado se ha impuesto como un cuidado intelectual, los hombres no debían “estar guapos” para su esposa, si no que debían formarse para trabajar y representar a toda su familia, o al mismo pueblo en el caso de la política. Sobre esta base hemos creado estigmas sociales que debemos erradicar, pues el hombre que se preocupe especialmente de su ámbito privado y su apariencia será visto negativamente, de igual forma que cualquier mujer que intente participar en el ámbito público lo será. Para Carol Gilligan, “En un contexto patriarcal el cuidado es una ética femenina; en un contexto democrático, el cuidado es una ética humana” (C. Gilligan, 2013: p. 9).

Todo esto conecta con el segundo punto, la educación dada tanto a mujeres como hombres; cabe recalcar que me veo obligado a realizar una generalización del tema, puesto que, como en todo, hay excepciones.

Desde pequeñas, las niñas son cuidadas de forma mucho más cuidadosa. Esto es porque desde el primer momento se las ve mucho más frágiles; y en muchos casos, lo son, pero no por ser mujeres, si no por la construcción social que imponemos en nuestra sociedad desde su nacimiento. Solo tenemos que revisar el llamado entretenimiento “de niñas”, muñecas para incentivar el sentido materno, cocinitas… Por no hablar de las películas de princesas, en la que se da una imagen de una mujer débil, delgada, atractiva, sumisa, y porqué no decirlo, tonta, que necesita de su príncipe para ser salvada; esto indirecta o directamente crea una percepción completamente misógina. De igual forma, solemos ver la expresión de sentimientos con una percepción de debilidad, generalmente porque se las relaciona con lo femenino. Esto causa que las mujeres sean mucho más sensibles, mientras que los hombres muestran problemas a la hora de expresarse, los cuales pueden desembocar en multitud de problemas. En el caso de los hombres, se nos enseña exactamente lo contrario; revisando el entretenimiento “masculino”, encontramos cosas como deportes, soldados, muñecos que en vez de necesitar cuidados luchan entre ellos, incluso los videojuegos (generalmente los que tratan temas como los ya mencionados). Al contrario que las mujeres, los hombres son expuestos a violencia desde que tienen uso de razón. De igual forma, películas como las anteriores mencionadas generan una imagen idealizada del hombre, pues en la mayoría de casos este es el salvador de la mujer, siendo un hombre generalmente musculoso, atractivo e inteligente. Desde jóvenes se difiere en nuestra forma de ver el mundo, sin nosotros siquiera poder decidirlo, pues es la misma sociedad la que provoca esto, y de una forma u otra estamos condenados a vivir en ella.

Esto tiene fundamento en los estudios realizados por Carol Gilligan en las llamadas entrevistas de Kohlberg, en ellas se le preguntó a los niños y niñas sobre su punto de vista de la palabra “responsabilidad”. A lo que se tomaron las siguientes conclusiones: los niños ven la responsabilidad como un deber que tienen los demás con él, y él con los demás. Los niños comienzan hablando de la responsabilidad hacia sí mismos, seguido de hasta qué punto tienen responsabilidad los demás para él. Lo ven casi como si fuese una contención de las agresiones, por ejemplo, mi deber es mantener la paz, por tanto, soy responsable de no hacerte daño. Sin embargo, las respuestas de las niñas son muy diferentes. Las niñas consideran la responsabilidad como un concepto que hace referencia a la respuesta que ellas pueden ofrecer al mundo. Por tanto, la responsabilidad connota un acto de cuidado y de atención a los demás. Las niñas tienden a esforzarse en resolver los problemas de manera que todos los implicados queden satisfechos. Explica Gilligan que: “Lo más notable entre estas diferencias es la imagen de la violencia, en la respuesta del niño se pinta un mundo de peligrosa confrontación y explosiva conexión, mientras que la niña ve un mundo de atención y protección, una vida vivida con otros a los que podemos querer tanto o más que una misma” (C. Gilligan, 1982: p. 71).

Ambos niños y niñas se preocupan por evitar causar ningún daño, pero lo plantean de forma diferente. Los niños ven el daño asociado a una expresión de agresión, mientras que las niñas lo asocian con una falta de respuesta.

Otro estudio llevado a cabo, mostró a niños y niñas distintas imágenes, diciéndoles que hiciesen una historia por cada una para comprobar que asociaban con cada una de las imágenes. Los resultados concluyeron que un 50% de los niños escribieron una historia sobre violencia y agresiones en las imágenes que mostraban vínculos o intimidad, como la de dos personas dadas de la mano. Las niñas, en cambio, encontraron hostilidad en las imágenes que representaban personas solitarias. Se puede concluir por tanto que las mujeres encuentran peligro en la separación, mientras que los hombres lo perciben en la unión.

Como decía Freud, “jamás nos hallamos tan a merced del sufrimiento como cuando amamos” (Freud, 2002, pág. 12). Según las conclusiones del estudio, esta afirmación de Freud estaría relacionada con la visión masculina. Y es que esto nos lleva a otro punto, como hemos mencionado anteriormente, la discriminación social ha excluido a las mujeres del ámbito intelectual. Esto ha provocado que la gran mayoría de perspectivas históricas, filosóficas y psicológicas sean masculinas. Esto ha provocado que “los psicólogos han tomado la vida del varón como norma, han tratado de crear mujeres a base de un patrón masculino” (C. Gilligan, 1985:p. 33-34). De esta forma, los psicólogos han sido conscientes de las diferencias entre sexos, pero al ser mayormente varones, han tomado la actitud masculina como norma y han tratado la femenina como una desviación. Esto sin ir más lejos se puede ver en la actualidad, no es el estereotipo de hombre el que se ha tratado igualar a las mujeres en los cuidados, si que se ha intentado que las mujeres alcancen el estereotipo masculino.

Todo esto es igualmente aplicable al más reciente de los cuidados, el cuidado a la naturaleza. Tanto la naturaleza como la mujer tienen en común su dominación y explotación. El patriarcado se ha dedicado a someter a la mujer, comportamientos que han evolucionado en el sometimiento de la naturaleza.

La reducción de las emisiones de CO₂ a la atmósfera son una de las prioridades del momento, y lo cierto es que hasta en esto, se puede hacer una división por sexo. Según datos recientes, los hombres emiten un 12% más de CO₂ a la atmósfera en España, en los que destaca el uso de los automóviles. Aún así, en ámbitos como la salud propia y la compra de ropa y calzado, las mujeres contaminan más (un 10% y un 20% más que los hombres, respectivamente).

Otros ámbitos como el consumo de necesidades de la vivienda, como el agua, el gas o la electricidad, encontramos que hombres y mujeres contaminamos de formas similares. De esto se puede concluir que los estigmas sociales de los que hablamos en el primer punto, no solo siguen, en mayor o menor medida, vigentes, sino que además influyen a la hora de contaminar.

Debido a estas relaciones, podemos encontrar elementos centrales en el cuidado de las mujeres, que nos ayuden a entender el análisis y cuidado ecológico. Para esto, se ha creado el ecofeminismo, que justamente consiste en una teoría sociopolítica que relaciona la sobreexplotación natural con la dominación de la mujer. Para el ecofeminismo, el sistema económico, social y político en el que vivimos se ha sostenido y aprovechado del trabajo doméstico y de los recursos naturales. Esto nos ha llevado a la crisis medioambiental en la que nos encontramos, por lo que es necesario cambiar la forma en la que cuidamos unos de otros y de la naturaleza.

La solución propuesta es la misma universalización de los cuidados, no solo se trata de que el hombre adopte la posición de cuidado a los demás en vez de recluirse en la mujer, sino que como seres humanos debemos cuidar todo aquello que ayude o sea vital para la humanidad, en especial la naturaleza. Cuidar los unos de los otros sin distinción es igual de importante que cuidar de todo lo que nos rodea.

Tratados entonces estos 3 puntos, podemos pasar a la conclusión. Desde pequeños, nos imponen numerosas etiquetas usadas para diferenciarnos los unos de los otros; el género, la nacionalidad o la raza son posiblemente las más polémicas, y todas sirven como una respuesta perezosa a la pregunta de, ¿quiénes somos?. Para responder a esta pregunta me remonto a la antigua Grecia, donde Diógenes dió esta respuesta, “Soy ciudadano del mundo”. Y es que los seres humanos hemos creado tontamente nuestras diferencias, las hemos considerado en muchos casos negativas, hemos creado formas de vivir en base a ellas y, lo peor de todo, las hemos usado a nuestro propio provecho. Antes que españoles o franceses, hombres o mujeres, pieles oscuras o claras, somos habitantes de este mundo y como tal merecemos el mismo nivel de cuidado. De igual forma, los animales y la naturaleza son igual de habitantes que nosotros, por lo que su importancia y cuidado debe ser igualmente considerada. Solo cuando lleguemos a la conclusión de que ningún ser humano es más que cualquier otro habitante de la tierra, y por consiguiente, que la misma naturaleza, podremos crear una sociedad donde predominen los cuidados propios y ajenos. Por último, me gustaría terminar con un fragmento de un diálogo creado por Fernando Savater:

Nemo.—Yo creo que vivir bien es no hacerse daño a uno mismo ni a los demás. Alba.— ¡Bingo! Además, si cada cual cuida de sí mismo, algunas tendremos menos trabajo…
Nemo.—Ya te veo venir…
Alba.—Pues sí: a las mujeres suele tocarnos cuidar de los niños, de los viejos, de los enfermos… y además de los hombres en general.
Nemo.—Que bien que estamos aquí, al sol, ¿verdad?
Alba.—Claro, es lo bueno del sol, que nos calienta a todos sin pedir nada a cambio. (Fernando Savater, 2009: p. 84)
Al igual que el sol, que nos cuida a diario, cuidémonos mutuamente sin esperar recibir nada a cambio.
 
Bibliografía
BIEDMA LÓPEZ, José: Interpretación de Andalucía: Nuestro Renacimiento. Úbeda, 1998.
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cuidado”, Trabajo Fin de Grado, Universidad de La Laguna, Facultad de Humanidades, Sección Filosofía, Año académico 2021-22.

José Mellado Prado
La ética del cuidado

Hace no más de 40 años nace de la mano de la estadounidense Carol Gilligan la llamada ética del cuidado. El cuidado es una acción clave para el mantenimiento de nuestra sociedad ya que, sin ir más lejos, todos los mamíferos lo requieren. Desde el nacimiento la madre se ocupa de amamantar a las crías y a protegerlas ante los peligros del mundo. Sin embargo, los humanos no hemos valorado suficientemente este trabajo que siempre ha sido invisible, relegado al ámbito privado y a las mujeres. En estos tiempos donde el envejecimiento de la población, la crisis medioambiental, los problemas internacionales (Guerra de Gaza) hacen mella en nuestro delicado equilibrio y se evidencia la importancia del cuidado hacia los demás y eventualmente a sí mismo.

Cuidado de sí.
El cuidado de uno mismo cobra importancia desde la filosofía griega, numerosos filósofos insisten en la importancia de la autodisciplina como medio para el bienestar. Recientemente, Carol Gilligan predica que el cuidado de uno mismo es vital para ser después capaz de cuidar de los demás. Podemos interpretar esto de manera tal que la aceptación de que somos seres vulnerables que necesita cuidado y atención puede hacernos reflexionar sobre la misma necesidad de cuidado que requieren los demás y nuestro entorno. Profundizando en esto, recapacitemos acerca de cuando no estamos en una buena situación. Tal vez no hayamos tenido unos buenos hábitos, no estemos al completo saludables. En esos momentos se evidencia la dificultad de cuidar a los demás cuando ni siquiera estamos cuidándonos a nosotros mismos.

Por ello, el cuidado de sí no debe entenderse como un acto egoísta, sino como todo lo contrario. Se debe entender como un paso más hacia nuestro bienestar y el de los demás. Olivia Sabuco profundizó en los métodos de bienestar personal y propone varias ideas mediante las cuales podemos llegar a una vida virtuosa. 

Olivia propone métodos terapéuticos para la armonía entre el cuerpo y la mente. Insiste en la importancia de la buena conversación; las buenas relaciones con los demás nos hacen sentirnos mejor con nosotros mismos en cuerpo y mente. Reflexionando acerca de esto me doy cuenta de la satisfacción que sentimos cuando ayudamos a alguien. Los padres disfrutan cuidando a los hijos, miles de personas se van de voluntariado para ayudar y cuidar a los demás… Necesitamos cuidar de los demás para sentirnos completos forma parte de nuestro ser. Por ello, es inevitable preguntarse, qué pasaría en Gaza si se le diera la importancia suficiente a este hecho. Debemos concienciarnos de la importancia del cuidado de los demás para nosotros mismos y transmitir el mensaje a las autoridades con el fin de terminar de una vez por todas este desastre. 

Con el fin de cuidar de nosotros mismos también tenemos que tener en cuenta los hábitos saludables. Oliva propone algunos como el ejercicio físico, el aprendizaje, el buen descanso… También podemos buscar el bienestar espiritual en la religión. Hay millones de religiosos en el mundo y de una forma respetuosa podemos encontrar la felicidad.

No podemos olvidar tampoco el respeto a nosotros mismo y a los demás. El respeto está directamente relacionado con el cuidado y no podremos ser capaces de cuidar nada sin brindarle primero el respeto que se merece.

Cuidado de los demás
Desde el Renacimiento, Oliva Sabuco planteó una visión innovadora al proponer una relación estrecha entre el cuidado de los otros y la salud integral del individuo y de la comunidad. En su obra, resaltó la importancia de la armonía en las relaciones humanas como un medio para alcanzar una vida plena. Sabuco entendió que la capacidad de cuidar no solo responde a una obligación moral, sino que también tiene repercusiones en el bienestar colectivo y en la paz social, conceptos que resuenan con vigor en nuestra época.

Siglos más tarde, Victoria Camps retomó esta preocupación por las relaciones humanas y subrayó la necesidad de una ética que no solo se centre en normas universales, sino que también contemple la particularidad de las personas y las situaciones. Para Camps, el cuidado es una dimensión esencial de la vida moral, porque reconoce la vulnerabilidad inherente a la condición humana. En un mundo marcado por la individualización y la competencia, esta filósofa defiende que sólo a través de la empatía y el compromiso con los demás podemos construir comunidades más inclusivas y sostenibles.

Por su parte, Carol Gilligan desarrolló una ética del cuidado que cuestiona la primacía de la justicia como principio rector de la moralidad, propuesta tradicionalmente asociada a una perspectiva masculina. Gilligan señaló que la ética del cuidado surge de una comprensión relacional y contextual de los dilemas éticos, centrándose en las conexiones humanas y en las responsabilidades hacia los otros. Su trabajo visibilizó cómo el cuidado, a menudo relegado al ámbito privado y asociado a las mujeres, tiene un valor universal que debe ser reconocido y promovido también en la esfera pública.
En conjunto, las ideas de estas pensadoras resaltan la urgencia de reivindicar el cuidado como una virtud central en la ética contemporánea. En un mundo donde las desigualdades, los conflictos y las crisis ambientales nos desafían constantemente, el cuidado emerge como una estrategia para afrontar estos retos. No se trata solo de atender las necesidades físicas o materiales, sino también de cultivar relaciones basadas en el respeto, la reciprocidad y la comprensión.

Ejemplarizando en el contexto actual, el envejecimiento de la población en España representa un gran reto para la sociedad en la que el cuidado tomará un papel de gran relevancia. A medida que pasen los años el número de personas ancianas irá aumentando progresivamente. A estas edades el cuidado de si resulta complicado y muchos pasan a ser completamente dependientes. Por ello es importante concienciar, educar y preparar a la juventud para el reto que supondrá cuidar de tantas personas y de sus propios familiares. Consecuentemente, tal y como dice Camps, es importante asignar este trabajo a los dos géneros y evitar el pensamiento que prevalece en gran parte de la sociedad sobre la responsabilización de la mujer de las tareas del cuidado. 

Debemos dar al cuidado de los mayores un papel en los presupuestos gubernamentales y promover la preparación y estudios superiores de este ámbito. Tal vez, el aumento de salario o las mejoras de condiciones laborales en profesiones como enfermería o empleado de residencias aumentaría el nivel de estos. Un nivel que será requerido cuando haya que cuidar de todos las personas que lo requieran y que serán varias.

Asimismo, con el fin de frenar ese envejecimiento podríamos proporcionar cuidado a los inmigrantes extranjeros que llegan a España. Si les brindamos cuidado, recíprocamente nos lo brindarán ellos a nosotros también y todos saldremos beneficiados

Cuidado del medio ambiente
La crisis ambiental contemporánea exige una reflexión profunda sobre los principios éticos que guían nuestra relación con el entorno natural. En este contexto, la ética del cuidado emerge como una perspectiva esencial, pues subraya la interconexión entre los seres humanos y su entorno, así como la responsabilidad compartida de proteger y preservar el medioambiente para las generaciones presentes y futuras. Esta visión, enriquecida por las ideas de autoras como Oliva Sabuco, Victoria Camps y Carol Gilligan, ofrece una base teórica que permite repensar nuestras prácticas y valores en relación al planeta.

Oliva Sabuco, en su obra "Nueva Filosofía de la Naturaleza del Hombre", destacó la importancia de la armonía entre los seres humanos y la naturaleza. Para Sabuco, la salud del individuo está intrínsecamente vinculada al equilibrio con el entorno natural. Esta perspectiva resulta particularmente relevante en la actualidad, cuando las actividades humanas han alterado de manera significativa los ecosistemas del planeta. Siguiendo su pensamiento, cuidar del medioambiente no solo es una cuestión de supervivencia, sino también de bienestar integral, ya que nuestra calidad de vida depende de un ambiente sano y equilibrado.

Victoria Camps, por su parte, en su reflexión sobre la ética contemporánea, ha defendido la importancia de incorporar valores como la solidaridad, la responsabilidad y el cuidado en las decisiones colectivas. En el ámbito ambiental, esto implica reconocer que nuestras acciones tienen un impacto global y que debemos actuar con conciencia ecológica para proteger los bienes comunes. Camps enfatiza que el cuidado no debe entenderse como una actitud pasiva, sino como un compromiso activo que requiere educación y políticas públicas orientadas hacia la sostenibilidad.

Carol Gilligan, por otro lado, introduce la ética del cuidado desde una perspectiva psicológica y moral, destacando la importancia de las relaciones y la empatía. Su enfoque, que surge como una crítica al predominio de una ética basada exclusivamente en principios abstractos de justicia, resalta la necesidad de atender a las particularidades y vulnerabilidades de quienes nos rodean, incluido el medioambiente. Para Gilligan, el cuidado implica escuchar las voces de aquellos que suelen ser ignorados, como las comunidades más afectadas por la degradación ambiental, y responder a sus necesidades de manera sensible y equitativa.

En esta línea, las palabras de María Fernanda Espinosa en el marco del diálogo interactivo sobre "La Madre Tierra en la aplicación de la educación sobre el cambio climático" refuerzan esta visión. Espinosa destacó cómo la degradación ambiental, evidenciada en la deforestación, la contaminación de los océanos y la desaparición de especies, es una consecuencia directa de la acción humana. Asimismo, recordó que desde 1970 ha desaparecido el 60% de los animales vertebrados, una estadística alarmante que subraya la urgencia de actuar para proteger y restaurar los ciclos vitales del planeta.

La importancia de la protección estatal también ocupa un lugar central en este debate. Espinosa señaló los avances de países como Ecuador, que ha incorporado los derechos de la naturaleza en su Constitución, Bolivia, con su principio de desarrollo integral en armonía con la Madre Tierra, y Colombia, donde la Corte Suprema de Justicia equiparó los derechos de la Amazonía a los de las personas. Este "despertar de la conciencia mundial" sobre el derecho de la naturaleza a ser protegida ofrece esperanza para las generaciones futuras.

Al articular las ideas de Sabuco, Camps, Gilligan y Espinosa, podemos comprender que el cuidado del medioambiente es una cuestión ética que trasciende los discursos tecnocráticos o utilitaristas. Se trata de reconocer nuestra interdependencia con la naturaleza y asumir una responsabilidad compartida para protegerla. Esto requiere cultivar una sensibilidad que combine el conocimiento científico con una actitud de respeto y empática hacia el entorno. En práctica, esto podría traducirse en acciones como reducir nuestro impacto ecológico, promover el consumo responsable y apoyar iniciativas comunitarias que busquen la sostenibilidad.

Espinosa también subrayó la necesidad de repensar nuestra relación con los recursos naturales para lograr un balance entre las necesidades humanas y la capacidad regenerativa del planeta. Esto incluye un cambio cultural indispensable, así como nuevos pactos globales que integren a la educación como motor clave y reconozcan el cambio climático como la mayor amenaza existencial de nuestro tiempo.

En conclusión, la ética del cuidado aplicada al medioambiente nos invita a transformar nuestra relación con la naturaleza, basándonos en principios de armonía, responsabilidad y empatía. Siguiendo a Sabuco, Camps, Gilligan y las reflexiones de Espinosa, podemos construir una visión más integral y humana que no solo aborde la crisis ambiental desde una perspectiva técnica, sino también moral. De este modo, el cuidado del medioambiente no solo se convierte en una necesidad práctica, sino en un imperativo ético que nos compromete con la vida en todas sus formas.

La ética del cuidado, planteada por autoras como Carol Gilligan, Oliva Sabuco, Victoria Camps y María Fernanda Espinosa, subraya la interconexión entre el cuidado personal, el cuidado de los demás y el cuidado del medioambiente. Este enfoque reconoce la vulnerabilidad y dependencia inherentes a la condición humana y la necesidad de cultivar relaciones basadas en empatía, respeto y responsabilidad compartida. Cuidar de uno mismo no es egoísta, sino un acto esencial para poder cuidar a otros y al entorno. En una época marcada por la crisis ambiental, el envejecimiento de la población y las desigualdades sociales, el cuidado emerge como un imperativo ético que busca el bienestar integral de individuos, comunidades y el planeta. Incorporar estos valores en nuestras decisiones cotidianas y en políticas públicas resulta crucial para enfrentar los desafíos globales, construir sociedades más inclusivas y sostenibles, y garantizar un futuro armónico para las generaciones venideras.

Bibliografía
BIEDMA LÓPEZ, José: Interpretación de Andalucía: Nuestro Renacimiento. Úbeda, 1998.
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cuidado”, Trabajo Fin de Grado, Universidad de La Laguna, Facultad de Humanidades, Sección Filosofía, Año académico 2021-22.

LOS CUIDADOS EN BASE AL ECOFEMINISMO
Leonor Bueno Solís. 1 Bachillerato C. Los cuidados en base al ecofeminismo

El tema de los cuidados nos invita a reflexionar desde una perspectiva ética y crítica sobre las diferentes ramas que abarca el acto de cuidar: cuidarse a uno mismo, a los demás y del entorno. El origen etimológico del término ‘’cuidar’’ viene derivado del latín, ‘’cogitare’’ cuyo significado es pensar. Es por ello que se nos sugiere que el cuidado sea, ante todo, un acto de reflexión. Esta idea recalca que cuidar no es tan solo una acción mecánica o utilitaria basada en la realización de tareas para satisfacer necesidades, que han sido históricamente relegadas a la mujer, sino que además han consolidado una cultura patriarcal. Creemos que requiere pensamiento y atención, entendiendo que involucra valores éticos y filosóficos.

De este modo, se considera que el cuidado trasciende lo pragmático para convertirse en una manera de relacionarnos con nosotros mismos, los demás, y con el entorno, de forma responsable, respetuosa y empática, buscando a su vez una transformación cultural y estructural que permita construir una sociedad más inclusiva y equitativa.

Aunque cuidarse a uno mismo pueda ser considerado hoy en día como un acto egoísta, no es sino la clave para poder cuidar a los demás, tal y como señala Victoria Camps en ‘’Tiempo de Cuidados’’ , donde a su vez indica que el autocuidado no debe de ser considerado negativamente , sino como un equilibrio personal esencial para la construcción de un mundo más solidario y justo.

“Conocerte a ti mismo, El Oráculo de Delfos’’ es la base para una relación sana y saludable con el entorno y además está altamente relacionado con el autocuidado . Sin embargo, en un mundo marcado por dinámicas de explotación del medio ambiente y desigualdades de género, cabe preguntarse si realmente estamos cuidando de aquello que afirmamos valorar. ¿Cómo puede el ecofeminismo ofrecer soluciones concretas ante estas problemáticas globales?

El cuidado nos llama a nivel individual y colectivo, desvelando nuestra propia humanidad en la relación con los demás y el entorno, poniendo en discusión temas que afectan al conjunto de sociedad, así como las desigualdades sociales,  derechos humanos, desafíos ambientales… tratando de esta manera, de motivarnos para conseguir un cambio significativo en el mundo . Como dijo Kant “Sapere aude!’’ , atrevámonos a reflexionar sobre el cuidado como un fin que define quiénes somos realmente y el mundo que queremos construir. 

Histórica y socialmente, al referirnos a los cuidados siempre se ha tendido a aludir al género femenino, perpetuando desigualdades de género que han de ser cuestionadas. Desde los tiempos más antiguos, se ha vinculado a la mujer con un rol de cuidadora tanto como en tareas domésticas, como en  áreas profesionales relacionadas con el mismo. A ello se debe que las mujeres hayan sido relegadas a una esfera privada, realizando trabajos fundamentales pero no remunerados ni valorados de la misma manera que el trabajo en el ámbito público. Esto ha provocado la clasificación del oficio doméstico como “menos importante” y siendo este asignado por tradición a la mujer. Así pues se ha ido desencadenando un tema muy relevante en la actualidad como la equidad de género y la valoración del trabajo. 

Desde un enfoque feminista, el cuidado de sí, de los demás y del entorno busca la construcción de una sociedad justa y equitativa, eliminando la cultura patriarcal que desprecia las virtudes asociadas al cuidado, considerandolas inferiores frente al dominio o la competitividad . Desde la perspectiva de la ética del cuidado, como plantea Carol Gilligan, la revalorización del cuidado resalta su importancia como pilar fundamental para enfrentar problemas contemporáneos, como la crisis ambiental y las desigualdades sociales al reconocer la interdependencia entre seres humanos y su entorno.

El ecofeminismo vincula las luchas de género con la defensa de la Naturaleza, y no sólo denuncia las diversas formas de violencia del patriarcado, sino que también promueve un modelo de sociedad basado en la interdependencia y el cuidado mutuo. La universalización de los cuidados no busca tan solo  redistribuir las responsabilidades, sino también replantear nuestra relación con el sistema  político y económico  que se ha sostenido gracias al trabajo invisible de las mujeres y la explotación de los recursos naturales.

Este , al ampliar el marco del feminismo tradicional, señala que la verdadera igualdad y justicia sólo serán posibles si superamos no solo la opresión de género, sino también la explotación de todos los seres vivos y del planeta. Este enfoque nos invita a repensar los valores que guían nuestras sociedades y a construir un modelo basado en la interdependencia, el cuidado y la sostenibilidad.

Aunque el ecofeminismo propone una revalorización del cuidado, algunos críticos sostienen que este enfoque puede caer en esencialismos de género al vincular a la mujer con la naturaleza de forma inherente. Importantes autoras han advertido sobre los peligros que estas asociaciones pueden desencadenar , reforzando además los estereotipos de género. [‘`La mujer ha sido considerada el Otro, identificada con la naturaleza, mientras que el hombre se ha identificado con la cultura y la trascendencia’’, ‘’El segundo sexo’’, Simone de Beauvoir (1949) ].

Según Beauvoir, esta asociación ha servido para justificar la subordinación de las mujeres al considerarlas más cercanas al instinto, biología y a lo emocional, mientras que los hombres son contemplados como racionales y creadores de la cultura. A pesar de las críticas, el ecofeminismo contemporáneo las responde ampliando su perspectiva a un modelo inclusivo donde el cuidado sea responsabilidad de toda la sociedad , sin ninguna distinción de género.  

Desde el punto de vista de Hans Jonas en “El principio de responsabilidad’’ el cuidado del entorno se convierte en un imperativo moral ante las numerosas amenazas ecológicas de la actualidad. Es por ello que esta idea complementa al ecofeminismo, destacando la responsabilidad ética que tenemos hacia las generaciones futuras . Por lo que el cuidado entonces se entiende como no solo un valor social, sino como un deber moral universal. 

Autoras como Alicia Puleo, subrayan la necesidad de un ecofeminismo crítico que no cuestione tan solo las notables desigualdades de género, sino a su vez, los modelos económicos y políticos que sostienen la explotación ambiental. Éste, al ampliar el marco del feminismo tradicional, expresa que la verdadera igualdad y la justicia sólo serán posibles al superar, no solo la opresión de género, sino también la explotación de todos los seres vivos del planeta. 

El patriarcado, entendido como un sistema de opresión al género femenino y de desiguales en el poder basadas en el dominio, establece paralelismos entre la opresión de las mujeres y la explotación de la Naturaleza.  Al imponer un modelo androcéntrico, tanto las mujeres como la Naturaleza han sido históricamente relegadas a una posición de inferioridad, consideradas como instrumentos al servicio del poder masculino. Este vínculo, señalado por  el ecofeminismo, denuncia que la subordinación de las mujeres y la destrucción del entorno natural forman parte de un mismo sistema de dominación. 

Este movimiento aboga por una revalorización de los valores exaltados por la cultura patriarcal, como la competitividad, el riesgo y el dominio, los cuales han despreciado virtudes asociadas por tradición a las mujeres. Además, esta jerarquización no sólo ha reforzado la desigualdad de género, sino que también ha llevado a una desconexión emocional con el ‘“Otro’’, ya sea este otro una mujer, un ser vivo no humano o el medio ambiente. 

La propuesta ecofeminista de una “cultura de paz’’ basada en la no-violencia y “el cuidado de la red vida’’ representa una alternativa al modelo patriarcal que ha conducido a crisis sociales y ambientales. Cabe a destacar las protestas pacíficas en Greenham Common, como ejemplos históricos de resistencia feminista donde las mujeres utilizaron un imaginario combinando la lucha por la paz, el feminismo y la ecología. Estas acciones subrayan la capacidad de las mujeres para liderar movimientos transformadores que cuestionan las lógicas de dominación. 

El ecofeminismo comparte con el feminismo la idea de que la verdadera transformación social no ha de ser superficial, sino que esta debe de cuestionar las bases estructurales del patriarcado. Consecuentemente, Alicia Puleo en “El ecofeminismo como cultura de paz’’, señala que, sin este cambio, el mundo se verá enfrentado a un futuro de catástrofe ecológica y social, un diagnóstico que que amplía el feminismo señalando la necesidad de acabar finalmente con todas las diversas formas de opresión existentes, incluyendo en éstas las de género, clase , raza y especie.

En este sentido, eel ecofeminismo redefine el cuidado como una práctica política y ética central para la sostenibilidad de la vida, y trata de eliminar la asociación de este con la mujer en el ámbito privado de forma estereotipada. Al hacerlo, desafía las dicotomías patriarcales que separan lo femenino de lo masculino, lo público de lo privado, y lo humano de lo no humano. El cuidado entonces, entendido como una actitud hacia el otro, hacia el entorno y hacia tí mismo, se convierte en un acto de resistencia frente a la lógica patriarcal del dominio. 

Dentro de la ética de los cuidados, la atención hacia los demás constituye un papel central, y se convierte en una expresión de interdependencia y empatía que trasciende las esferas individuales. El cuidado a los demás implica reconocer la vulnerabilidad humana como un estado inherente a la vida. La ética ecofeminista conecta el cuidado hacia los demás con un rango más amplio, señalando como las relaciones de cuidado pueden transformar las dinámicas de poder tanto a nivel local como global. 

Además, desde el ecofeminismo se promueve un modelo relacional que fomenta la reciprocidad, la solidaridad y el reconocimiento mutuo entre los miembros de toda una sociedad.  En este sentido, éste aboga por políticas públicas que garanticen un acceso inclusivo a los ciudadanos , como creación de redes comunitarias, de sistemas de atención universal y modelos educativos donde se integren valores fundamentales como la empatía y el respeto. Por lo tanto, este enfoque transforma los cuidados en una responsabilidad compartida para toda la población, que no solo beneficia a los más vulnerables, sino que también fortalece las relaciones interpersonales y el tejido social.

El ecofeminismo al situar la ética de los cuidados como eje transformador de las relaciones sociales y ambientales, nos da a comprender que el cuidado de los demás está profundamente conectado con el cuidado de uno mismo. Propone resignificar el autocuidado, apartándose de las narrativas individualistas y consumistas que lo reducen y transforman por completo a una práctica superficial. 
En cambio, apuesta por una concepción que lo vincule al bienestar colectivo; cuidar de nosotros mismos para poder participar activamente en la construcción de relaciones y comunidades más justas y sostenibles.

El cuidado de sí tiene también un componente político desde el ecofeminismo , pues este implica cuestionar y resistir las estructuras que perpetúan la explotación, en todas sus formas, ya sea del cuerpo, del tiempo, o simplemente de las emociones de quienes cuidan. 

Además, el autocuidado rompe con la idea patriarcal que asocia el valor personal exclusivamente con el sacrificio y la entrega hacia las demás personas. Al estar reivindicando nuestro derecho de atención a nuestras propias necesidades, estamos enviando un mensaje político que promueve un modelo de cuidados más equitativo, donde se obtenga el objetivo de que las tareas y responsabilidades no hayan de recaer en una sola persona o grupo, sino que estos puedan llegar a ser compartidos de una manera justa .

El ecofeminismo conecta el conocido cuidado de sí mismo con la noción de sostenibilidad, proponiendo prácticas que consigan respetar tanto nuestros límites como los de la naturaleza. Adoptando hábitos saludables, equilibrados y conscientes, no sólo estamos mejorando nuestra calidad de vida, sino que también estamos fortaleciendo nuestra capacidad para contribuir al llamado bienestar colectivo y estamos reduciendo de esta manera, el impacto ambiental. 

Es por ello que, en este sentido, cuidarse a uno mismo no se considera como un acto aislado, sino como un eslabón dentro de un sistema ético integral. Una persona que cuide de la manera correcta tendrá, por lo consiguiente, una mayor claridad emocional, mayor energía y disposición para poder atender así a las distintas necesidades de quienes la rodean, y crear un círculo virtuoso en el cual el bienestar individual y colectivo se retroalimentan.

El ecofeminismo nos invita a superar las dicotomías que se encuentran entre el cuidado de sí y el cuidado de los demás . Estos aspectos son complementarios y necesarios para poder construir una ética transformadora de los cuidados. Tan solo reconociendo la gran importancia de mantenernos fuertes, equilibrados y conscientes, podemos llegar a ofrecer como resultado, un cuidado auténtico, justo y sostenible, que sería entonces el objetivo para poder beneficiar tanto a las personas como al planeta.

Pero, ¿Es realmente viable la universalización de los cuidados? Algunos autores consideran la posibilidad de que toda la sociedad asuma de una manera equitativa las tareas del cuidado. Sin embargo, factores como las desigualdades socioeconómicas, la carencia de recursos públicos y las grandes diferencias culturales, dificultan por completo la distribución de una manera justa y equitativa de estas responsabilidades. Además, la idea de que todas las personas asuman el cuidado puede no considerar que hay personas que, por elección o circunstancias, no pueden o desean participar en estas labores de forma activa.

Desde un punto de vista práctico, algunos de estos autores señalan que la integración de la ética del cuidado en las políticas públicas puede ser muy compleja. Los modelos económicos de la actualidad se basan en la productividad y el crecimiento , y no siempre permiten priorizar la sostenibilidad y el bienestar común. Por lo que reformar estos sistemas, implicaría unas transformaciones profundas que podrían encontrar resistencia por parte de los sectores sociales, económicos y políticos que defienden el modelo neoliberal. 

Los críticos sostienen que si el cuidado no se articula con cambios estructurales concretos, puede acabar siendo relegado a un discurso idealista , sin un impacto real en la economía o la política.

Otra de las críticas señala que algunas de las corrientes del ecofeminismo caen en un destacable romanticismo de la naturaleza, idealizando a esta como algo puro e inmutable. Por lo tanto, esto puede llevar a enfoques que rehacen el progreso tecnológico o científico, cuando realmente muchas, o la mayoría de las soluciones sostenibles requieren innovación. Según algunos de los pensadores contemporáneos, sería necesario el equilibrio entre el respeto por la naturaleza con el desarrollo de tecnologías que permitan mitigar los daños ambientales.

Sin embargo, aunque la transformación de los sistemas políticos y económicos sea un reto, ya existen modelos alternativos que integran en ellos la ética del cuidado. Por ejemplo, países como Noruega o Suecia, han implementado diferentes modelos y políticas de conciliación familiar. Estas experiencias demuestran la posibilidad de incorporar el cuidado en nuestra estructura social y económica, mediante la voluntad política y la participación ciudadana. La complejidad de esta se encuentra en la transición hacia sistemas de mayor sostenibilidad, pero es necesaria para poder abordar problemas globales como la crisis climática y las desigualdades sociales.

Si bien la universalización del cuidado presenta desafíos, el ecofeminismo propone una redistribución progresiva y adaptada a cada contexto. Además es necesario promover la educación en valores de empatía, cooperación y sostenibilidad desde edades muy tempranas, para poder generar un cambio cultural donde se entienda el cuidado como una responsabilidad colectiva y no como una carga individual.

El ecofeminismo no rechaza el progreso tecnológico, sino que cuestiona el uso de la tecnología orientado de manera exclusiva al beneficio económico, sin considerar sus impactos ambientales y sociales. Vandana Shiva, en ‘’Staying Alive: Women , Ecology and Development’’ (1988) , defiende un desarrollo científico que respete los ciclos naturales y priorice la sostenibilidad.

La crítica no es al avance tecnológico en sí, sino al modelo de desarrollo que promueve la explotación indiscriminada de los recursos. Por lo tanto, el ecofeminismo promueve una innovación responsable, alineada con los principios de justicia social y ambiental.

Finalmente, estos argumentos refuerzan la idea de que el ecofeminismo es un enfoque dinámico y adaptable, el cual es capaz de responder a críticas y evolucionar para poder, así, ofrecer soluciones reales. Al redefinir el cuidado como un valor compartido y al promover modelos sostenibles, se está posicionando al ecofeminismo como una alternativa sólida para enfrentar los desafíos sociales y ambientales de la actualidad.

Bibliografía

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VANDANA SHIVA : Staying Alive : Women , Ecology , and Development, 1988.

Lucía Campaz Prías
El manto de fuego que cubre a California

A lo largo de la historia, nuestro planeta ha sido testigo de numerosos desastres naturales, siendo los incendios forestales uno de de los fenómenos más repetidos y destructivos en los últimos años. Estos fuegos no solo nos afectan como individuos, sino también como nación, impactando profundamente al ecosistema, la flora y fauna de la región. Son tragedias que, además de acarrear grandes pérdidas humanas y materiales, resaltan la urgencia de reflexionar sobre nuestra relación con la naturaleza: el medio ambiente, la comunidad y nosotros mismos. En este contexto, el cuidado de sí, de los demás y del medio ambiente deben verse como una obligación ética imprescindible, que se extiende desde lo individual hasta lo colectivo, e incluye una relación de interdependencia con el medio. Meditar y razonar sobre los diferentes tipos de cuidado desde una perspectiva filosófica nos permite comprender las convicciones morales que presentamos antes estos problemas y las responsabilidades que debemos tomar para evitar tales desastres y, por ende, preservar nuestro hogar para las generaciones futuras. A lo largo de esta disertación, se abordará cómo el cuidado, en su dimensión ética y moral, se entrelaza con lo vivido en los incendios forestales ocurridos en California, y cómo las enseñanzas de varios filósofos, desde la antigüedad hasta la contemporaneidad, nos ofrecen una guía para reflexionar.

El cuidado de sí, desde el punto de vista ético no es solo el mantenimiento físico, sino que también abarca los ámbitos emocional y mental. Esta idea tiene raíces tan profundas como nuestra historia. Sócrates, con su máxima ‘‘conócete a ti mismo, porque nuestros rivales son estos y no los que piensas. A ellos no los podremos vencer sino es a través del cuidado de ti mismo y de la técnica’’ señalaba la importancia del conocimiento de uno mismo y la autocomprensión para la vida ética, virtuosa y política. Así, también los estoicos y epicúreos compartían el concepto de ataraxia, el estado previo a la felicidad y la tranquilidad. Este significa la imperturbabilidad antes los hechos, tomemos parte en ellos o no. Epicuro
describió un placer perfecto, donde se encuentra la ataraxia epicúrea "al no sufrir en el cuerpo y no estar perturbados en el alma". De la misma manera, Aristóteles defendía la eudaimonía, la misma virtud que los estoicos. Sin embargo, bajo su opinión, lo que no dependía de nosotros también era importante. Todas estas teorías con el mismo fin, la felicidad y el bienestar de uno mismo.
Los desastres naturales no solo exigen a los ciudadanos prepararse físicamente para suprotección, sino también emocionalmente para poder sobrellevar la angustia y la
incertidumbre. Para Aristóteles, virtudes como la prudencia, templanza o valentía son esenciales para enfrentar los problemas con sabiduría. Estos valores, aplicados al
autocuidado, son claves para mantener la calma y la esperanza en momentos de gran dificultad, como en los incendios en Los Ángeles. De esta manera, el cuidado de uno mismo
se convierte en una preparación en todos los sentidos, que incluye la seguridad material y la estabilidad psicoemocional. Sin embargo, el autocuidado no debe enfocarse únicamente en la
preparación ante ciertos fenómenos, sino también debe estar presente en el desarrollo de una vida diaria equilibrada. Vemos un cambio de enfoque con el filósofo francés Michel Foucault, quién tenía un
concepto de cuidado de sí que iba más allá de la simple autoconservación o felicidad. Lo ve como un acto relacionado con la formación de nuestra identidad, una forma de autodefinirse
y asumir la responsabilidad de nuestras vidas. Además, destaca tres aspectos fundamentales del cuidado de sí: "...El cuidado de sí es ético en sí mismo; pero implica relaciones complejas
con los otros...en la medida que el cuidado de sí se vuelve capaz de ocupar, en la ciudad, en la comunidad o en las relaciones interindividuales, el lugar que conviene." (Foucault, La ética
del cuidado de sí como práctica de la libertad: 263). El cuidado de sí expresa una actitud consigo mismo, pero también con los otros y con el mundo.
Esto nos invita a desarrollar estrategias de defensa individuales, pero también a ser capaces de crear un sentido de comunidad y apoyo entre los afectados. El autocuidado según Foucault es un acto de empatía y colaboración, donde preservar nuestro propio bienestar se complementa con preservar el de los demás.

El cuidado de los demás tiene una misión clara cuando enfrentamos fenómenos como este, cuando la solidaridad y la responsabilidad social se manifiestan rápidamente. Este instinto de
cuidar al prójimo y protegerlo ante las amenazas es propio de nuestro ser. Filósofos como Kant y John Rawls nos muestran cómo nuestra moralidad debe basarse en principios
universales de justicia y equidad. Kant, en diversas obras establece que la moral debe ser la que nos llama a actuar, de tal manera que nuestras acciones sean imitadas y nos lleven a un
bienestar común. Esto significa que, ante una situación de urgencia como un incendio forestal, no se trata solo de salvarnos a nosotros o a nuestra familia o conocidos, sino
extender nuestra solidaridad a todos los seres humanos. Son momentos donde la dignidad humana tiene que ser garantizada y respetada para todos.
En la obra "Teoría de la justicia" de John Rawls, también se subraya la importancia de igualdad de trato y la distribución de recursos. Propone el principio de diferencia, donde esta
es solo válida si beneficia a los más desfavorecidos. En el ámbito práctico, lo podemos traducir como la garantía de que el socorro, recursos para la evacuación, la atención médica,
el refugio, los alimentos y la reconstrucción lleguen para todos los afectados, en especial para las poblaciones de bajos ingresos y las minorías étnicas. Martha Nussbaum amplía esta idea,
afirmando que la verdadera justicia no se mide según el reparto de los bienes materiales, sino por la capacidad de las personas para vivir una vida digna. El cuidado de los demás
implicaría así asegurar a los individuos, independientemente de su contexto social, mantener su integridad física y emocional tras el desastre. Es necesario una respuesta coordinada, por
parte de los individuos y del gobierno (sobretodo), para atender los derechos y necesidades de todos los afectados.

El cuidado del medio ambiente es un tema central cuando hablamos de catástrofes naturales. El cambio climático, impulsado por la actividad humana, ha aumentado la frecuencia e
intensidad de dichos fenómenos. Distintos filósofos nos llaman a replantear nuestra relación con la naturaleza, entendiendo que somos parte del ecosistema. La naturaleza tiene un valor
intrínseco, por sí misma, independientemente del beneficio que podamos obtener los humanos a partir de ella. Según esta visión, el cuidado del planeta es una responsabilidad
donde debemos respetar y proteger a nuestro entorno. El ecologista estadounidense 
Aldo Leopold sostiene que el cuidado del medio ambiente no es un problema que resuelve fácilmente, sino que es un compromiso que debemos adquirir a
largo plazo. El cuidado del medio ambiente es una de las tareas más urgentes y éticamente fundamentales de nuestra época. Frente a la creciente degradación ecológica, la pérdida de biodiversidad y los desastres naturales cada vez más frecuentes, se impone una reflexión profunda sobre la forma en que los seres humanos habitamos el planeta. Aldo Leopold fue uno de los primeros en advertir sobre la necesidad de transformar nuestra relación con la naturaleza, proponiendo lo que llamó la "ética de la tierra". Argumenta que debemos dejar de vernos como conquistadores del mundo natural para reconocernos como miembros de una comunidad biótica más amplia, que incluye no solo a los humanos, sino también a los animales, plantas, suelos y aguas. Esta visión ética sostiene que una acción es correcta si tiende a preservar la integridad, estabilidad y belleza de la comunidad biótica; es incorrecta si tiende a lo contrario. Bajo este principio, nuestras decisiones cotidianas adquieren un peso moral. No sólo anticipó las consecuencias del daño ecológico, sino que nos ofreció una brújula ética para actuar en tiempos de crisis ambiental.
La relevancia de estas ideas se ve confirmada por informes recientes de la ONU. En 2019 advertía que un millón de especies animales y vegetales están en peligro de extinción debido a la actividad humana. La pérdida de hábitats, la contaminación, el cambio climático y la
sobreexplotación de recursos están llevando a una degradación sin precedentes de los ecosistemas.
Uno de los fenómenos que ilustran las consecuencias del desequilibrio ambiental son los incendios forestales en California. Estos incendios, que han aumentado en frecuencia e
intensidad en la última década, no son solo una consecuencia del cambio climático, sino también de una gestión inadecuada de los ecosistemas y de políticas de uso de suelo
insostenibles. El aumento de las temperaturas, combinado con sequías prolongadas y la expansión urbana en zonas forestales, ha creado un cóctel perfecto para desastres
devastadores. Los incendios arrasan con bosques, destruyen hogares, amenazan vidas humanas y animales, y liberan enormes cantidades de carbono a la atmósfera, exacerbando
aún más el calentamiento global.
Ante esta realidad, el cuidado del medio ambiente debe entenderse como parte de un enfoque más amplio de cuidado integral. Así, cuidar de la naturaleza no es solo una obligación
abstracta, sino un acto profundamente ligado a nuestra salud física, mental y espiritual. Una sociedad que cuida sus ecosistemas también está cuidando su futuro, sus comunidades y su
calidad de vida.

Los incendios forestales en California evidencian la necesidad de una ética del cuidado integral. Cuidar de uno mismo implica proteger nuestra salud física y mental frente a los
efectos del colapso ambiental. Cuidar de los demás exige solidaridad con las comunidades más afectadas por estos desastres, muchas veces las más vulnerables. Y cuidar del ambiente
significa prevenir futuras catástrofes mediante un manejo responsable de los ecosistemas. Estos tres cuidados están profundamente conectados: no podemos preservar uno sin atender
a los otros. Solo a través de esta ética compartida podremos enfrentar las crisis actuales y construir un futuro sostenible y justo.


Lucía Rodríguez Quiles 1 BACH A   
La importancia de los cuidados en la sociedad actual  
 
El cuidado es esencial. Al fijarnos en la etimología de la palabra cuidado, encontramos que viene del latín cogitatus, el participio de cogitare, que significa pensar, reflexionar. Siempre que se menciona el tema de los cuidados, no podemos evitar pensar, que no es un tema digno de estudio.  Desde hace tiempo, los cuidados generales se hacían en el hogar, donde las mujeres se encargaban de atender tanto de la casa como de los familiares,  en los hospitales las enfermeras se encargaban de cuidar a los enfermos, etc. Sin embargo, los cuidados a otras personas, no son los únicos. Además de cuidar al resto de las personas, es igual de importante cuidarse a sí mismo para llegar así a alcanzar la felicidad. Recientemente, el concepto del cuidado se ha extendido también al ámbito del medioambiente y la naturaleza, aspecto que era ignorado ya que se primaba la producción y enriquecimiento de los países frente al daño que se estaba generando en el medio ambiente.   
En la investigación que he realizado sobre este tema, me he planteado cuestiones y pensamientos tales como: ¿Debería existir un derecho de ser cuidado? ¿Es un deber cuidar? ¿Este deber de cuidar debe ser asumido de forma individual o colectiva? ¿Los cuidados deben ser ejercidos solo por las mujeres como ha sido siempre o asumido conjuntamente por hombres y mujeres? ¿Qué importancia tiene el cuidado al medio ambiente y seres vivos?
Estas preguntas, son además algunas de las cuestiones que se han formulado filósofos y escuelas filosóficas de épocas anteriores, tales como los estoicos o los epicúreos. Filósofos de la talla de Aristóteles, han dado respuestas a muchas de estas preguntas, llegando a distintas conclusiones. 
Además, la filósofa estadounidense Carol Gilligan, ha creado recientemente una ética de los cuidados, siendo esta una disciplina que se encarga de establecer unas normas morales relacionadas con los cuidados que buscan el bien de sí mismo, las personas y el medioambiente. 
En la presente disertación, voy a tratar dicho aspecto, dando mi opinión y punto de vista sobre los cuidados, tanto de sí mismo, como de la naturaleza y el cuidado de otras personas. Además, trataré a su vez, temas como la pandemia recientemente sufrida del covid-19, o cuestiones en relación a las desigualdades de género. Considero estos temas, tópicos muy interesantes sobre los que reflexionar.  

El tema de los cuidados es actualmente un tema bastante controvertido. Las cuestiones sobre los cuidados, están muy unidas también a la felicidad, siendo esta una forma del cuidado de sí mismos 
Para hablar sobre este tema, es inevitable mencionar a los estoicos y a los epicúreos. ¿Pero quienes eran? Los estoicos eran representantes de una escuela filosófica que surgió a finales del siglo IV, basados en la cultura helenística, que difundían ideas individualistas. El epicureísmo es un movimiento filosófico fundado alrededor del 307 a. C. basado en las enseñanzas del antiguo filósofo griego Epicuro de Samos
El estoicismo y el epicureísmo son movimientos que tienen muchas ideas en común, debido a que se desarrollaron en torno a una misma época. Una de las ideas que comparten es la ataraxia, estado previo de la felicidad donde las preocupaciones existenciales desaparecen. 
Los estoicos se referían a la ataraxia como una sala de estar previa al sentimiento de la felicidad. Defendían también, que la obtención de este, dependía de uno mismo, ya que no debíamos preocuparnos por hechos que no están bajo nuestro control y de los cuales no participamos. 
Por otro lado, la idea principal de los epicúreos es equilibrio entre el cuerpo y la mente. Encontraremos la felicidad disfrutando moderadamente de placeres, pero evitando a su vez el dolor.  
Para ellos, la felicidad se encuentra en el disfrute moderado de los placeres y en evitar el dolor. La ataraxia, en este contexto, se logra a través de la satisfacción de necesidades básicas y la libertad de miedos y ansiedades. Este enfoque nos recuerda, que la felicidad puede ser un estado alcanzable mediante decisiones conscientes y un estilo de vida equilibrado.
Sin embargo, ellos no fueron los únicos en tratar este tema, el filósofo Aristóteles también expuso sus opiniones sobre este aspecto de la felicidad, siendo estas opiniones, similares a las ideas de los epicúreos. Aristóteles defendía que, para vivir bien había que buscar un propósito o un objetivo en nuestras vidas. Esta buena vida en la que se busca la felicidad, se puede interpretar como una forma de cuidado de uno mismo. 

¿Pero qué consideramos el cuidado de uno mismo? Para saber lo que nos provoca el bienestar o lo que no nos provoca, se requiere un previo conocimiento de sí mismo. El filósofo Foucault, afirma que uno no puede ocuparse de sí mismo, sin llegar a conocerse. 
Otra de las formas de cuidado a uno mismo, que hemos experimentado recientemente, son las medidas que hemos adoptado para combatir contra la pandemia del coronavirus. Los años de pandemia han sido una época en la que el cuidado a sí mismo, ha sido esencial, ya que influía en tu propia salud. Medidas como el confinamiento, o las mascarillas, nos han ayudado a cuidarnos a nosotros mismos evitando contagiarnos. Además, no solo suponía el cuidado de nosotros mismos, sino también el del resto de personas. Por ejemplo, cuando nos poníamos la mascarilla, no solo nos protegíamos a nosotros mismos para evitar nuestro contagio, sino que también cuidábamos del resto ya que al ponérnosla protegíamos al resto en caso de que estuviésemos contagiados.   
Todo lo tratado hasta ahora, podemos ver que incluye al cuidado de uno mismo, sin embargo, cuando hablamos de este tema no podemos olvidar mencionar el cuidado de otras personas, igual de importante que el de sí mismo y el de la naturaleza.
Vivimos en una sociedad donde todo el mundo necesita de unos cuidados y una atención mínima en cualquier etapa de la vida, tanto cuando somos pequeños como cuando alcanzamos ya una edad avanzada. Esta reflexión me ha llevado a cuestionar preguntas como ¿Quiénes deberían ocuparse de estos cuidados? 
Si hacemos esta pregunta a cualquier persona, la mayoría responderían que las mujeres son las que deben encargarse de estas tareas. ¿Pero por qué siempre asumimos esta respuesta? 
Debido a las culturas de distintos países y épocas, siempre se han considerado a los varones como un modelo perfecto, donde estos evitaban sentimientos como la empatía o compasión, por considerarlos actitudes femeninas, siendo las mujeres las que mostraban estos sentimientos y por lo tanto asumiendo cuidados en distintos ámbitos.  
Algunas feministas recientes, defienden que los cuidados no podían ser ignorados por más tiempo y que tienen que ser repartidos entre los hombres y las mujeres. Si nos basamos en los fundamentos biológicos, encontraremos que no hay ningún factor que las determinen a encargarse de los cuidados. Esta discriminación de géneros, la encontramos sobre todo en ámbitos como la familia, o ámbitos sanitarios como la enfermería. 
En la crianza y el cuidado de los hijos está la causa de la feminización del cuidado. La idea de que la familia es el lugar natural para que los niños crezcan y las madres sean responsables de sus cuidados, se considera tan evidente que nunca se ha cuestionado en la ética. No es preciso negar el instinto maternal, ni si quiera una especial o singular predisposición de las mujeres al cuidado de los hijos, vinculado al embarazo, a la crianza y sobre todo a la cultura de género. 
Sin embargo, en años recientes la cantidad de personas que apoyan la idea de que el hombre se encargue también del cuidado ha aumentado. Una de las medidas que lo reflejan, son las bajas paternales. 
Hasta hace pocos años, las bajas paternales estaban muy reducidas en España, permitiendo solo algunos días de baja, frente a los meses que se concebían a las mujeres. Esto dificultaba que los padres se encargasen del cuidado de sus hijos recién nacidos y que estos fueran asumidos por las madres. Estas desigualdades, han provocado que el estado aumente las bajas paternales, intentando así acabar con la brecha de género. 

El tema de los cuidados a las personas puede verse reflejados además en ámbitos como la escuela, una institución que se hace a cargo del cuidado de los niños. Siempre se ha considerado que el cuidado de los más pequeños se llevaba a cabo en el entorno familiar, sin embargo, la escuela aporta un papel fundamental en su cuidado. 
‘En la escuela solo aprenden matemáticas y lengua’. Estos son muchos de los pensamientos de padres que no se han parado a pensar todas las enseñanzas que los niños adquieren en la escuela. La función de los profesores no es solo impartir algunas asignaturas y corregir exámenes, estos también cuidan a su alumnado. ¿Pero cómo lo consiguen? Un profesor cuidador es aquel que está siempre pendiente de sus alumnos para que consigan entender las explicaciones, son también los que evitan todo tipo de discriminaciones o bullying, o los que ayudan a esos alumnos que tienen dificultades en alguna asignatura. 
En este ámbito también es considerable tratar el tema de la pandemia.  Los colegios e institutos eran espacios en los que los niños pasaban la mayoría de su tiempo, por lo que se exponían al contagio de esta enfermedad. Se tomaron las medidas adecuadas para ofrecer al alumnado el cuidado sin alterar la educación y el trabajo de los docentes y alumnos. 
Por último, considero importante hablar sobre el cuidado de las personas dependientes. Hace unos años, se sabía que existían este tipo de enfermedades, pero la mayoría trataban de ocultarlo por muchos motivos. 
Estos cuidados requieren de mucha valentía y esfuerzo, cosa que no es suficientemente reconocida y que es llevado a cabo en su mayoría por las familias. Sin embargo, ¿de los mayores dependientes quien se debe encargar de sus cuidados? ¿las residencias? Muchas de las personas que están allí, no están por voluntad propia, sino porque sus familiares no pueden asumir todos sus cuidados. 
La gestión de la reciente pandemia no fue muy exitosa en estas residencias, donde faltaron muchos recursos y medidas para el cuidado de los más mayores y donde muchas personas llegaron a plantearse ¿se están tomando las medidas adecuadas? 
Por último, pero no menos importante, quiero tratar el tema de los cuidados de la naturaleza y los seres vivos. Desde hace unas décadas, venimos sufriendo muchos de los efectos del cambio climático como las inundaciones, las olas de calor, las erupciones volcánicas… todos estos fenómenos, son consecuencias del mal cuidado de la naturaleza, lo que me ha llevado a plantearme la siguiente pregunta ¿cuidamos suficientemente a la naturaleza? 
Las consecuencias del cambio climático afectan a miles de países por todo el mundo provocando daños a millones de personas. Catástrofes, como la reciente Dana en Valencia, han dejado terribles daños en la vida de muchas personas. 
Por lo tanto, el cuidado del medioambiente es una tarea que debe ser asumida por cada uno de nosotros, ya que, si contribuimos todos, aportaremos al cuidado de si mismo y del resto de las personas. Además, estaremos cuidando a las generaciones futuras, asegurando su bienestar con la naturaleza. 
Una de las ideas recientes propuesta por muchas feministas que apoyan el cuidado de la naturaleza, es el ecofeminismo. Esta corriente relaciona la dominación del hombre y la sobreexplotación de la naturaleza, defendiendo y apoyando la necesidad de una justicia climática y una justicia de género. 

Teniendo en cuenta todo lo anterior, mi conclusión es que, los cuidados son esenciales en cada ámbito y época de la vida y son necesarios para alcanzar la felicidad. El cuidado personal es primordial para el bienestar de uno mismo, pero solo se conseguirá, si te conoces a ti mismo previamente y tienes una meta o unos objetivos definidos en la vida. Considero que la pandemia fue una experiencia que nos hizo reflexionar tanto de nuestros propios cuidados, como el del resto de las personas. 
Por otro lado, el cuidado de otras personas es igual de importante que el de sí mismo ya que vivimos en una sociedad cuidadora. Tal y como he mencionado, el mal cuidado de la naturaleza, viene causando grandes problemas estas últimas décadas, por tanto, pienso que se debería hacer una lucha para conseguir un buen cuidado, respetando al medioambiente y a los seres vivos. Esta lucha debería estar basada tanto en el cuidado individual de cada persona del medio ambiente como por ejemplo reciclar en casa, como el cuidado general en base a legislación o normativas más restrictivas, que se establezcan desde los gobiernos de los países, para evitar la contaminación. 
Para finalizar, la igualdad de género en los cuidados debe de ser una cuestión abordada por todo el mundo. Tanto las tareas del hogar, como el cuidado de los niños o el cuidado en las enfermerías no deben estar asociadas a al trabajo de la mujer, sino que debe estar repartido equivalentemente. El avance en esta igualdad de genero debería partir desde la educación de los niños y niñas, promoviendo desde pequeñas conductas igualitarias, así como a nivel general en la sociedad, estableciendo medidas que disminuyan la desigualdad existente. No obstante, creo que se están realizando muchos avances en este sentido y la igualdad de género puede ser una realidad en un futuro cercano.  

Bibliografía

Luisa Cabral Núñez
Ser, cuidados y diferencias

Revisando la etimología de la palabra “cuidar” en español es visible su evolución del verbo cogitare en latín, el cual cuenta con numerosas acepciones, entre ellas: pensar o perseguir algo con la mente, lo cual podría relacionarse mucho con cómo los cuidados nutren el ser ontológico de una forma existencial, no intelectual (Heidegger, 1927:66) 
Son muchos los pensadores que se han dedicado a la reflexión acerca de la importancia de los cuidados; en la filosofía clásica se encuentran conceptos como eudaimonía-una actividad del alma en conjunto con la virtud- cuyo fundador fue Aristóteles en su obra “Ética a Nicómaco (ética nicomaquea)”. De ello deriva su uso en diferentes corrientes filosóficas posteriores como el estoicismo, que toma el concepto como búsqueda de la felicidad a través de la virtud y el epicureismo, en el que también nacen nuevas terminologías como ataraxia, referido a un estado de imperturbabilidad máxima. También dentro de la filosofía clásica, Platón en su obra “Fedro” hace hincapié en que el cuidado no es algo plenamente humano, sino que es también una labor que los dioses ejercen con su posición de divinidad “disponiendo para bien cada cosa y tomando cuidado de ella” (Platón, Fedro:246e); además Platón recoge de Sócrates la explicación que recibe Glaucón, donde se afirma que aquel que tenga un buen conocimiento de las cosas buenas y la capacidad de mantener su visión recta estará capacitado para ejercer como gobernador, por consiguiente cuidar al pueblo y velar por él (Platón, La República:VII). Sin embargo, a pesar de la lucidez y el buen mensaje de estas ideas, la mayoría de estos filósofos atentaban en contra de los derechos humanos básicos, como es el caso de Platón y su opinión sobre la esclavitud: los esclavos y siervos lo eran por naturaleza, influenciado claramente por el pensamiento de la época, donde la igualdad era diferente.
Mas el tema no se estanca en los inicios de la filosofía. A raíz de que la sociedad avanzaba los cuidados han sido, entre tantas cosas, objeto de división entre sexos (idea que nace en el auge de la arqueología de que los cuidados desde siempre han sido femeninos- Bachofen), clases sociales e incluso distintas sociedades, creando una brecha pronunciada a la hora de ser llevados a cabo.
Es por ello por lo que surgen nuevas corrientes de pensamiento en el siglo XX que defienden que el uso de los cuidados no debe de ser otra herramienta de diferenciación, sino una forma de unir a la sociedad bajo un propósito, es decir, democratizar los cuidados para que formen parte de una ética humana y no exclusivamente femenina (Gilligan, 2013:9). Asimismo, con los conflictos bélicos de este siglo, nace el miedo de una posible guerra nuclear, provocando que el medio ambiente deje de ser tratado como algo secundario y se compagine con las demás formas de cuidado. La preocupación por una guerra nos ha hecho más vulnerables respecto a nuestro entorno y el mundo que nos rodea, creando nuevas reformas democráticas que velen por el medio ambiente. No obstante, siguen existiendo ideas que atacan la existencia de una degradación ambiental como consecuencia de algo cíclico y que, sin cuidado alguno, se puede arreglar mediante los avances tecnológicos que ha alcanzado el ser humano a lo largo de la historia. Esta idea, denominada antropocentrismo fuerte (Marcos, 2001:47), cuenta con poco respaldo profesional y científico, obligándonos entonces a meditar la forma de erradicar estas ideas para que todo ser humano contribuya a que estas diferencias desaparezcan y, para lograr este objetivo, es necesario revisar los demás aspectos del cuidado: un individuo sano para concienciarse de la ignorancia de sus ideas y un individuo que sepa que tales avances también nos perjudican.

LOS CUIDADOS.
El sentido ontológico de los cuidados se guía directamente por la íntima relación que existe entre ellos y la necesidad de recibir esta práctica, sea mediante tratamientos o mediante cualquier otro tipo de ayuda: “cada persona querría ser objeto de cuidado” (Noddings, 2002:11). Con esta afirmación se pone en tela de juicio la clara interdependencia que existe entre los seres humanos como respuesta a la debilidad de ciertos individuos de nuestra sociedad, algo que lleva presente desde los anales de la historia, como es el caso de un niño neandertal con deficiencias físicas que, cuidado por su grupo, alcanzó la edad de 12 años (Cornella, 2009). De ello se deriva que para el ser es fundamental una forma de afirmar que no somos ajenos a la existencia que nos rodea y, como consecuencia de esto, nace la preocupación colectiva e individual sobre esta forma de estar en el mundo, es más, de esta preocupación explica por qué “la sociedad tiende a reorganizarse en una situación de vulnerabilidad” (Camps, 2021:11)
Por tanto, el ser humano necesita por su mera creación algo que le impulse a formar grupos bajo el sentimiento de cuidar. 
Así pues, esta organización es producto de la naturaleza humana de la sociedad correspondiente, es decir, la distribución alrededor de los cuidados y estos como centro del colectivo no deja de ser una herramienta que permite analizar entre tantas cosas formas de conocimiento y transformaciones que surgen en la historia, según Foucault (Foucault v.s. Chomsky, 1971), un indicador epistemológico. De ahí que los cuidados, principalmente los interpersonales y los autocuidados, hayan tenido una evolución en la cual se ve una clara brecha en diversos aspectos como el sexo, la clase social, etc.
En tanto que el género se hace y no se nace como consecuencia de ser moldeados por la sociedad (Beauvoir, 1949:25), es lógico pensar que los cuidados, aún siendo parte de esa naturaleza-como algo que éticamente y moralmente es construido por la sociedad o por los dogmas-, también moldean al individuo, por ejemplo: existe un sesgo educacional alrededor de los cuidados y los roles de género, ya que en una sociedad patriarcal históricamente se les ha inculcado un mayor cuidado de sí a las mujeres por el hecho de cuidar su apariencia y, por extensión  de su función reproductiva se las educa en saber cuidar a su futuro marido y a sus futuros hijos desde una edad muy temprana- hecho que hoy en día se trata de combatir y que en España estuvo firmemente consolidado por la Sección Femenina-, mientras que a los hombres en su mayoría se los educa con la idea de velar por su templanza para no extrapolarse a lo femenino- por así decirlo, forzando un estado de ataraxia en el que la imperturbabilidad se basa en suprimir cualquier seña de debilidad y vulnerabilidad- y la idea de un cuidado hacia los demás basado en el liderazgo, sea impuesto o no. En otras palabras, la manifestación de los roles de género a través de los cuidados es algo producto del indicador epistemológico de nuestra naturaleza y, es por ello por lo que las mujeres tienden a ser quienes ejerzan más los cuidados por costumbres. 
Asimismo, esto explica las altas tasas de suicidio en la población masculina, quienes se muestran reticentes a expresarse por miedo a ser vistos como el sexo contrario por mucho que, como afirma Oliva Sabuco, “el hombre es el único ser que tiene dolor entendido, espiritual, de lo presente congoja de lo pasado y cuidado del porvenir” (Biedma,1998:133), aunque es cierto que en esta cita se refiere al hombre como ser humano, por tanto explicaría también esta relativización al sexo contrario, invitándolo a aceptar la necesidad de la que hablaba al principio Noddings: la necesidad que tenemos como personas de ser cuidados y de ejercer esos cuidados. 
Aparte de la diferenciación que existe entre los géneros dentro de este ámbito y la orientación del tema a lo femenino, paulatinamente combatida en nuestro país, cabe destacar también la existencia de una brecha entre clases sociales e incluso una brecha en cuanto al nivel adquisitivo de una persona. 
En el campo de los cuidados paliativos, las residencias e incluso quienes van a atender a los enfermos a sus domicilios son en su mayoría dirigidas por empresas cuyo interés no es humano, sino monetario. Por tanto, podemos afirmar que los cuidados también son otra herramienta capitalista que divide la accesibilidad de unos cuidados más específicos a ciertos individuos, alejándonos del objetivo de nutrir el ser a nivel moral siendo reemplazado por una acción para recibir dinero a cambio, siendo una acción meramente individualista que deja atrás al ser humano como un colectivo homogéneo en cuanto a sus derechos. Ninguno de los sistemas sociales o económicos planteados actualmente erradican esta diferencia, el dinero mueve el mundo como si de una marioneta se tratase y el dinero le da al individuo una libertad personal y una proyección material de lo individual muy alejada de la misión democrática de igualar la sociedad. 
 La acción de cuidar en este campo debería entonces orientarse hacia una misión no materialista, la cual se aleje del yugo de la riqueza y del sistema capitalista. En otras palabras, la tarea de cuidar debe diversificarse mediante los organismos públicos para que así financien que lo humanitario sea de una fácil accesibilidad a aquellos quienes necesiten una atención primaria, para no volver a la privatización del cuidado de la que hablaba Gilligan, haciendo también partícipe al gobierno y su respectivo ministerio de las actitudes primordiales del cuidado: atención, responsabilidad, competencia y capacidad de respuesta (Tronto, 2018:25).
Así como las diferencias han mermado en los cuidados interpersonales y en los cuidados a sí mismos, la existencia de los problemas medioambientales y cómo han ido avanzando a lo largo de estos años también requiere una solución que implique los cuidados hacia nuestro mundo de una forma más exhaustiva, ya que la naturaleza está siendo un reflejo de nuestra desigualdad interior como sociedades y, en menor medida, como individuos.
En primer lugar, los problemas medioambientales se pronuncian con los conflictos bélicos, generados en su mayoría por una escasa gestión política y económica de las naciones beligerantes, esto acarrea además el arraigo de una sociedad patriarcal y capitalista que en ausencia de trabajadores masculinos usa a las mujeres como principal medio de producción y de desquite, creando a las mujeres bajo un patrón masculino (Ximena, 1985:21). Finalmente, tras las guerras, el daño es irreversible ya que trae consigo los sesgos tratados anteriormente, una degradación de las personas con grave repercusión fisiológica y, en añadidura, el daño medioambiental.
No obstante, el miedo a un conflicto de mayor escala se desvanece a raíz de la caída del muro de Berlín en el año 1989 (Puleo, 2024, B) donde nuevas ideas de feminismo surgidas durante la Guerra Fría comienzan a compaginarse con los avances de novedosas ciencias como la ecología, que gracias a los adelantos en ciertas áreas de la ética dieron un desarrollo fructífero, como es el caso de la bioética (Beauchamp y Childress, 2013). Actualmente, con fogosas discrepancias de nuevo en alza, se ha vuelto a reflexionar con gran urgencia sobre el peligro de fenómenos como globalización- que conecta al mundo y lo divide-  y la existencia de las nuevas armas nucleares dentro de las guerras con el riesgo de, o bien de una degradación mayor a la que nos acecha por una actividad humana incesante que aumentaría en exceso dentro de un conflicto, o bien la extinción de nuestro medio y nuestra especie por la tiranía de quienes poseen las innovaciones tecnológicas. 
La postura ecofeminista al respecto aboga por la defensa de la naturaleza como algo esencialmente relacionado a lo humano (antropocentrista) y a no a lo meramente masculino (androcentrista) (Puleo, 2024, B), de otra manera, se puede decir que aboga por un cuidado primitivo, no necesariamente negativo, en el que la naturaleza se armoniza con el centro del ser humano sin hacerlo partícipe de sus diferencias, esto quiere decir que la perfección de la naturaleza se evidencie a su vez en nuestros valores como sociedad como consecuencia de su equilibrio nato sin indicadores epistemológicos que lo alteren: no se logra fomentar los cuidados en la naturaleza por las desigualdades que reproducimos en ella. 
Estas ideas ecologistas se ven a menudo rebatidas por los argumentos que confían en exceso en nuestro desarrollo por considerar los fenómenos algo cíclico y corregible con nuestros avances como efecto de algo ocurrido con más fuerza en sus inicios, sin tener en cuenta que la situación ha empeorado y su recuperación ha sido más pausada respecto a los años en consecuencia del desorbitado crecimiento demográfico y las diferencias surgidas por el colonialismo y, al final, el deseo individual de riqueza (Savater, 1997:163). 
Por estas razones la lucha por el cuidado en el medioambiente pienso que debería tratarse de una manera interdisciplinar y basada en los dos restantes cuidados: en primera instancia debe corregirse la radicalización hacia las ideas negacionistas mediante la educación, para ello es necesario orientarlo de una forma que permita al alumno la cuestión de sus propias ideas mostrándole el daño real de su pensamiento inconsciente e ignorante, esta misión será respaldada por gente dedicada al gremio de las ciencias de la educación, principalmente académica; por tanto, se están cuidando la aparición de nuevas ideas nocivas y a la persona de ellas.
Después se requeriría un estudio más exhaustivo del crecimiento económico de un país en unas condiciones de precariedad ambiental, para así favorecer el impulso de leyes que regulen la producción sin resultar contraproducente para la economía y el mercado de un país, sin la generalización de una institución o de una igualdad de objetivos, como es el ejemplo de la Agenda 2030, que no cuenta con el factor geográfico de cada lugar específico, lo que requeriría también científicos especializados en las pasadas variaciones y posibles variaciones del terreno en un plano temporal amplio. 
Si bien en caso de guerra estas normativas serán incumplidas, debemos recurrir a parar un proceso de globalización excesivo que afecte también a la polarización mundial, donde claramente existe una gran batalla de ideales y sistemas económicos-sociales para equilibrar los tres cuidados mencionados.

A modo de conclusión, podemos decir que los cuidados son una forma de nutrición existencial donde el principal afectado es el ser individual y colectivo donde, a su vez, por el imperativo de la naturaleza misma, los humanos crean diferencias alrededor de lo que les es consustancial y arraigado a su ser, provocando tanto diferencias como una reorganización dentro de roles históricos de género y de clase social antiguamente inamovibles (aunque actualmente sesgadas) durante el transcurso de la historia y la evolución intelectual. Es por ello por lo que se precisa una reeducación de costumbres junto severas reformas políticas que muestren el daño de lo patriarcal en los cuidados, considerados femeninos y el daño en la accesibilidad por una falta de gestión dentro dentro de cuyo mercado- incluso hablando de los cuidados- es enteramente capitalista.
También sería necesario reforzar un apoyo científico en las reformas medioambientales para evitar la aparición de la ignorancia, denostando y devaluando la lucha en contra de la degradación del medioambiente, hecho que vuelve a diferenciarnos como colectivo, atacando a nuestra nutrición existencial donde cualquier forma de cuidado es el alimento.
 Es decir, para solventar las diferencias de las que he reflexionado se necesita que las élites de las sociedades establezcan lo ético dentro de lo colectivo, fuera de una imposición, y se igualen a ello para democratizar los objetivos que nos unen dentro de nuestra especie y no causar nuevas diferencias a las históricas ya referidas.


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María del Mar Palma Díaz. 1ºBach C
El cuidado de uno mismo, el cuidado de los demás y el cuidado de la naturaleza en relación con la tecnología actual

La sociedad actual en la que vivimos está marcada por los avances de la tecnología. Estos definen cada día nuestra convivencia y nuestra manera de ser e interactuar con el mundo. La tecnología no hay que entenderla como un conjunto de herramientas o dispositivos, sino igualmente como una extensión de nuestra capacidad humana para crear, adaptar y trasformar nuestro entorno. Esta evolución que venimos experimentando desde hace unos pocos años, en suma, nos lleva a plantearnos la influencia que la tecnología tiene en nuestra ámbito personal, en el de las demás personas y en toda la sociedad en su conjunto.
En esta disertación voy a analizar tres aspectos en los que puede tener influencia la tecnología  y que sin duda se interrelacionan entre si:  el cuidado de uno mismo, el cuidado de la naturaleza y el cuidado de las demás personas. Para ello, se abordan las contribuciones de filósofos como Carol Gilligan, quien introdujo la ética del cuidado como una crítica a los modelos de moralidad dominantes, Michel Foucault, quien aborda el cuidado de sí mismo como una práctica ética vinculada al poder, y filósofas ecofeministas como Alicia Puleo, Ximena Castro-Bernardini, Cecilia Guemes y Victoria Camps, quienes exploran el vínculo entre el cuidado de las personas y la protección del medio ambiente. Sin olvidarnos de los filósofos clásicos como Aristóteles, con La eudaimonia y los Estóicos con su concepto de la ataraxia.
 Hemos de partir de la base de que que el concepto de cuidado no lo podemos entender como una acción o un acto puntual, sino que se trata de un pilar fundamental para nuestras existencia. Podría definirse como: “una actividad genérica que comprende todo lo que hacemos para mantener, perpetuar, reparar nuestro mundo de manera que podamos vivir en él lo mejor posible. Este mundo comprende nuestro cuerpo, nosotros mismos, nuestro entorno y los elementos que buscamos enlazar en una red compleja de apoyo a la vida” (Fisher y Tronto, 1990, 40).
Alasdair Maclntyre, en su obra Animales racionales dependientes (2001), nos recuerda que el ser humano es una especie profundamente dependiente, especialmente en los extremos de nuestra vida. Desde la infancia, donde nuestra supervivencia depende del cuidado de otros, hasta la vejez o momentos de enfermedad, todos atravesamos etapas donde nuestra autonomía está limitada. La vulnerabilidad, por tanto, no es una excepción, sino que es una característica inherente a nuestra condición humana. En cualquier caso, no podemos obviar que esta dependencia de los seres humanos no se liga unicamente a personas, sino que también se predica respecto a bienes materiales como el dinero o, sin ir más lejos, los recientes avances tecnológicos.
El cuidado no debe ser un valor exclusivamente femenino, tal y como sostiene Carol Gilligan, creadora de la ética del cuidado. Según su argumentación, el cuidado es un valor humano que debe transcender los límites impuestos por una cultura patriarcal. En el contexto contemporáneo, la tecnología ha comenzado a jugar un papel muy importante en la forma en la que nos cuidamos a nosotros mismos, de los demás y del medioambiente.
En cualquier caso, en este contexto, la tecnología juega un papel fundamental la tecnología ofrece herramientas que, utilizadas de manera responsable, pueden facilitar estos tres tipos de cuidado.  En primer lugar, ofrece nuevas posibilidades de conexión, comunicación y acceso a recursos. Pero por otra parte, presenta nuevos retos, ya que puede fomentar una desconexión emocional y una alienación que dificulta la verdadera práctica del cuidado. Así pues sentido, la reflexión filosófica sobre el cuidado se vuelve aún más transcendental, ya que la tecnología puede afectar a nuestra forma de cuidarnos, a nuestras relaciones con los demás y a nuestra perspectiva del mundo natural, lo que puede ser causante de daños tanto físicos como psicológicos.

El Cuidado de Uno Mismo
Uno de os temas centrales en la historia de la filosofía ha sido el del cuidado de uno mismo. En la actualidad, muchos de los debates sobre el bienestar personal se basan en nociones clásicas que tiene como objetivo la consecución de la paz interior. Un concepto muy importante en este ámbito es la ataraxia, estado del ser previo al hallazgo o al sentimiento de la felicidad. La ataraxia se refiere a una paz mental que se consigue al liberar la mente de los malos pensamientos causados por las emociones y los deseos. Epicteto, uno de los principales filósofos estoicos, llamó a la búsqueda del placer (la virtud en los estoicos) «al no sufrir en el cuerpo ni estar perturbados en el alma» . En este sentido, la ataraxia se refiere a una paz mental que se consigue al liberar la mente de los malos pensamientos causados por las emociones y los deseos.
Otro concepto muy relacionado con el cuidado de uno mismo es que Aristóteles denominó como La eudaimonía, que no es un estado de placer momentáneo, sino el resultado de vivir una vida virtuosa, en la que la persona actúa de acuerdo con su naturaleza. Para Aristóteles la vida de eudaimonia es una vida social, donde el cuidado de uno mismo y la búsqueda de la virtud no pueden separarse de las relaciones con los demás, ya que la comunidad es fundamental para alcanzar una vida plena. La virtud se consigue a través de la práctica continua, y el bienestar verdadero se alcanza cuando el ser humano cumple con su propósito, no solo en su ámbito privado, sino en su relación con los demás
 La filosofía moderna también ha añadido nuevas perspectivas al entendimiento del cuidado de uno mismo, sin perjuicio de las valiosas reflexiones de los filósofos clásicos. Es el caso por ejemplo de la obra de Michel Foucault, donde se examina el cuidado de uno mismo desde una perspectiva de poder y subjetividad. Para Foucault, el cuidado de sí no solo se trata de un acto de autoconocimiento, sino de una práctica ética que forma parte de una serie de tecnologías de sí que permiten a los individuos gobernarse a sí mismos. Además, argumenta que el cuidado de sí está vinculado a las estructuras de poder y conocimiento que configuran la sociedad. Es por ello por lo que afirma que el cuidado de uno mismo puede ser entendido también como “una forma de resistencia a las normas sociales y las formas de opresión que buscan regular nuestros cuerpos y nuestras conductas” (Foucault, El cuidado de sí). Esta idea cobra una importancia vital en la actualidad, ya que el cuidado de uno mismo se ve influido por las redes sociales y las tecnologías digitales. Podemos concluir esta reflexión sobre el cuidado de uno mismo y su relación con la tecnología afirmando que se trata de un tema cada vez más relevante en un mundo donde la digitalización domina gran parte de nuestras vidas. La tecnología puede ofrecer herramientas valiosas para el bienestar personal, como aplicaciones para el seguimiento de la salud, meditación o ejercicio, pero también plantea desafíos importantes a la hora de cuidar nuestra salud mental y emocional. Y es que el uso excesivo de dispositivos electrónicos, las redes sociales y la constante exposición a la información pueden generar estrés, ansiedad y una desconexión de nuestra realidad. Sobre esta perspectiva, para cuidar bien de uno mismo debemos fomentar un uso responsable de la tecnología, estableciendo límites saludables. Uno de ellos podría ser el planificar descansos de las pantallas o la búsqueda relajación sin el uso de dispositivos. En suma, en un mundo lleno de dispositivos digitales, el cuidado de uno mismo debe velar por tener una relación saludable con la tecnología, que permita no solo aprovechar sus beneficios, sino también proteger nuestra salud mental y emocional.

El Cuidado de los Demás
La ética del cuidado desarrollada por Carol Gilligan surge como una respuesta a las teorías morales dominantes. Gilligan señala que estas teorías no dan cuenta de las realidades cotidianas y emocionales de la vida humana, especialmente en lo que respecta a las mujeres y sus experiencias de cuidado en relaciones interpersonales. Según Gilligan, la ética del cuidado pone en primer plano la importancia de las relaciones de dependencia y vulnerabilidad, reconociendo que la moralidad no debe ser vista desde un marco rígido de normas, sino como una serie de prácticas de empatía, atención y responsabilidad hacia los demás. La ética del cuidado afirma que ser responsable implica responder a las necesidades concretas de los demás y reconocer nuestra interdependencia, en lugar de centrarse únicamente en nosotros mismos.
No se puede en este caso limitar el cuidado a las relaciones de proximidad, ya que va a tener implicaciones éticas y políticas. La ética del cuidado conlleva un replanteamiento de la moralidad en términos de vulnerabilidad, lo que en la actualidad se extiende a las preocupaciones sobre el bienestar social y ecológico. Las filósofas Ximena Castro-Bernardini y Cecilia Guemes han señalado que el ecofeminismo, que conecta la opresión de las mujeres con la explotación de la naturaleza, amplía el concepto de cuidado al reconocer que tanto la tierra como las mujeres han sido históricamente tratadas como objetos de explotación. El ecofeminismo sostiene que una ética del cuidado debe incluir una relación respetuosa con el medio ambiente, que reconozca la interconexión entre la opresión social y la destrucción ecológica.
El planteamiento de la relación entre el cuidado de los demás y la tecnología nos lleva al debate sobre cómo nuestras interacciones digitales afectan a las personas a nuestro alrededor. Vivimos en  un mundo cada vez más interconectado, donde la tecnología tiene el potencial de facilitarnos el apoyo mutuo, pero donde también puede generar distancias emocionales, especialmente cuando las interacciones se vuelven superficiales. Las plataformas digitales pueden ser un medio para ofrecer ayuda y apoyo en momentos de necesidad, ya que permiten estar conectados con amigos y familiares a pesar de las distancias físicas con las redes sociales . Sin embargo, por otro lado, el abuso o la dependencia excesiva de la tecnología puede llevar a una falta de empatía y atención hacia las necesidades emocionales de los demás, y a que en las relaciones prime más el rendimiento digital que en el contacto humano. El cuidado de los demás exige que debemos ser conscientes de cómo usamos la tecnología para dar lugar a más relaciones auténticas, y asegurarnos de que las interacciones virtuales no sustituyan la presencia física.
Michel Foucault también aporta su punto de vista al reflexionar sobre cómo influye en nuestra forma de cuidar a los demás las tecnologías, las redes sociales o las aplicaciones de rastreo. Según Foucault. Este autor califica las tecnologías en herramientas tanto de liberación como de opresión, dependiendo de cómo las utilicemos. En un sentido positivo, la tecnología puede hacer más fácil el cuidado de todos al permitir que las personas se conecten y se ayuden en todo momento, pero también puede utilizarse en un sentido negativo imponiendo un control sobre las personas. En este sentido, el cuidado de los demás a través de la tecnología no solo implica promover el bienestar colectivo, sino también cuestionar las formas en las que la tecnología puede convertirse en una herramienta de vigilancia o manipulación emocional, afectando la autonomía y la dignidad de los individuos.

El Cuidado de la Naturaleza
En el mundo actual sobre sobrevuela la problemática del cambio climático y la crisis ambiental, el cuidado de la naturaleza se ha convertido en una cuestión urgente. La corriente del ecofeminismo aporta una perspectiva crucial en este sentido, al plantear que la explotación de la naturaleza y la dominación de las mujeres comparten una misma lógica patriarcal que las considera como recursos para ser explotados. Victoria Camps también subraya que “el cuidado de la naturaleza debe ser visto, no solo como una responsabilidad ecológica, sino como una práctica ética que implica una buena con todos los seres vivos, en la que el bienestar humano no se logre a costa de la destrucción del medio ambiente” (Camps, Otra forma de estar en el mundo). En este sentido, el ecofeminismo ofrece una visión de que los cuidados deben extenderse a la naturaleza y no deben limitarse a los seres humanos. Y es que la salud del planeta está vinculada al bienestar de sus habitantes, de los que forman parte los humanos y el resto de los seres vivos. Por tanto, en la relación de la tecnología con el cuidado de la naturaleza debemos partir de un enfoque ético que permita complementar el desarrollo tecnológico con la sostenibilidad ecológica. En el contexto actual, donde la tecnología está en el centro de muchas de nuestras vidas, debemos hacer un esfuerzo por utilizar las innovaciones tecnológicas para proteger el medio ambiente, en lugar de para destruirlo. Por ejemplo, la implementación de tecnologías verdes, como las energías renovables, los sistemas de reciclaje avanzado o las prácticas agrícolas sostenibles basadas en la tecnología, puede contribuir a reducir el impacto negativo sobre los ecosistemas. Debemos estar preparados para los desafíos que se nos presentan, ya que muchas veces se produce  un consumo irresponsable de recursos naturales y una mayor generación de residuos. Por ese motivo, el cuidado de la naturaleza exige no solo el uso responsable de la tecnología, sino que va más allá, al propio diseño de estas tecnologías, que desde su origen promuevan la regeneración y el respeto por la naturaleza, integrando el principio de sostenibilidad en la creación y consumo de productos tecnológicos. Esto está alineado con las ideas de las filósofas ecofeministas, como Ximena Castro-Bernardini y Cecilia Guemes, quienes enfatizan la importancia de construir una ética del cuidado que reconozca la interdependencia entre los seres humanos y el medio ambiente, y que desafíe las estructuras de poder que explotan ambos en nombre del progreso económico y tecnológico.

Así pues, el análisis sobre el cuidado en las tres dimensiones que hemos expuesto se encuentra íntimamente ligado a la relación que tenemos con la tecnología en este mundo actual cada más interconectado y digitalizado. La tecnología no es un fenómeno neutro, sino que tiene un impacto u otro en función de la manera en la que la utilicemos. Hemos de saber conjugar bien las ventajas y beneficios que nos concede para nuestro bienestar personal, para el apoyo a los demás o para la protección del medio ambiente, en relación con los desafíos que presenta, como la desconexión emocional, la sobreexplotación de recursos naturales y el aumento de las desigualdades sociales.
Las contribuciones de filósofos y filósofas, como Carol Gilligan, Michel Foucault y las pensadoras ecofeministas como Ximena Castro-Bernardini y Cecilia Guemes, al igual que los pensamientos de los filósofos clásicos, ofrecen valiosas perspectivas para abordar estas cuestiones. La ética del cuidado se convierte en una guía para un uso consciente y responsable de la tecnología, como una práctica que reconoce la interdependencia y vulnerabilidad humana. Además, siguiendo las ideas del ecofeminismo, la integración en el desarrollo tecnológico de la sostenibilidad ecológica, nos permite imaginar una sociedad futura donde el bienestar humano no esté reñido con la salud del planeta.
La tecnología, si bien ofrece grandes oportunidades para mejorar la vida humana y proteger el medio ambiente, también plantea riesgos de alienación y deshumanización, lo que requiere que nuestras prácticas de cuidado sean conscientes, éticas y responsables. En un mundo profundamente influenciado por la tecnología, la reflexión sobre cómo esta puede ser utilizada para promover el cuidado y la sostenibilidad se vuelve esencial.
El cuidado debe admitirse como una práctica continua que incluye no solo a los seres humanos, sino también a la naturaleza y al entorno tecnológico que hemos creado. No se trata por tanto de  un acto aislado. Avanzar hacia una sociedad más justa y equilibrada nos va a exigir una ética del cuidado que reconozca la profunda conexión entre los seres humanos, la tecnología y el mundo natural, promoviendo así un futuro más solidario y sostenible para la sociedad.

Marta Milla Ramos
La ética del cuidado frente a la desigualdad en el acceso a la salud.

La salud es un derecho humano fundamental que enfrenta desafíos a nivel mundial, reflejando profundas desigualdades. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de la mitad de la población mundial no tiene acceso a servicios de salud esenciales, mientras que millones de personas caen en la pobreza debido a los altos costos de la atención médica. Esta situación pone en duda no solo los sistemas de salud actuales, sino también los principios éticos que los respaldan. En este entorno, la ética del cuidado, propuesta por Carol Gilligan, se presenta como una herramienta hecha para abordar esta crisis desde una perspectiva que prioriza la empatía.
“El cuidado no es una ética exclusivamente femenina, sino una ética que es profundamente humana”,  (Gilligan, 1982: 30). Para ella, la moralidad no puede limitarse a principios abstractos de justicia; tiene que incluir la escucha activa y el cuidado hacia los demás. Esta visión se diferencia de las teorías éticas tradicionales, como las de Immanuel Kant o John Stuart Mill, que se centran en el deber, y deja las relaciones humanas en el centro de la acción moral.
Asimismo, el ecofeminismo, representado por autoras como Vandana Shiva y Alicia Puleo, establece una conexión entre la explotación del medio ambiente y las desigualdades sociales. “La destrucción de la naturaleza y la marginación de las personas están estrechamente relacionadas”, (Shiva,2005: 45) se destaca que la justicia ambiental no puede separarse de la justicia social. Al mismo tiempo, filosofías como la de Aristóteles, que propone la búsqueda de la eudaimonía o felicidad completa, y el estoicismo, que resalta la importancia del autocontrol y la resistencia, enriquecen esta perspectiva al considerar el cuidado de uno mismo como un pilar del bienestar colectivo.
En esta disertación se realizará una exploración sobre cómo la ética del cuidado puede abordar la desigualdad en el acceso a la salud desde tres dimensiones relacionadas entre sí: el cuidado del medio ambiente como base de la salud, el cuidado de las personas como manifestación de igualdad y el autocuidado como requisito para un sistema completamente sostenible. A través de una reflexión tanto filosófica como práctica, se mostrará que el cuidado no solo es una solución pragmática, sino también un compromiso moral que transforma de incontables formas nuestras relaciones con el entorno, con los demás y con nosotros mismos.

CUIDADO DEL MEDIO
Para comenzar, se comentará el cuidado del medio en el que el entorno se toma como base de la salud. Como es mundialmente conocido, el medio ambiente es un factor esencial para la salud humana. La calidad del aire, el agua y los alimentos afecta directamente el bienestar de las personas. Además, los efectos del cambio climático, como el incremento de temperaturas extremas, la contaminación y los desastres naturales, agravan de una manera muy intensa las desigualdades en salud. Proteger el entorno natural, en el contexto que se va a tratar, no es únicamente un acto de sostenibilidad, sino una cuestión de justicia hacia la salud de las generaciones actuales y futuras.
“Actúa de tal forma que las consecuencias de tus acciones sean compatibles con la continuidad de una vida auténtica en la Tierra” (Jonas, 1979: 11). Este principio ético nos hace recordar que la degradación del medio ambiente impacta no solo a los ecosistemas, sino también a los sistemas de salud y la calidad de vida de las personas. Un claro ejemplo serían  las altas tasas de enfermedades respiratorias y cardiovasculares debido a contaminación que enfrentan a menudo las comunidades cercanas a áreas industriales.
El ecofeminismo, como menciona Alicia Puleo en Ecofeminismo para otro mundo posible, denuncia la lógica patriarcal y extractivista que explota tanto la naturaleza como a las personas más vulnerables en todos los ámbitos. “Cuidar el medio ambiente no puede desvincularse de la justicia social” (Puleo, 2011: 112), aquí se subraya que las poblaciones marginadas son las más afectadas por la contaminación y el cambio climático, a pesar de ser las que menos contribuyen a estos problemas.
En este sentido, ciertas políticas públicas como la transición hacia energías renovables, la conservación de los ecosistemas y la reducción de las emisiones de carbono son ejemplos concretos de cómo se puede incluir la ética del cuidado para enfrentar tanto la crisis ambiental como la mejora de la salud de todos los habitantes del planeta. Estas medidas, además de evitar daños al medio ambiente, ayudan a disminuir desigualdades al garantizar que todos tengan acceso a un entorno saludable.

CUIDADO DE LAS PERSONAS
Se continuará haciendo un análisis sobre el cuidado de las personas hacia sistemas de salud equitativos. La desigualdad en el acceso a la salud es una de las formas más claras de injusticia social. En diversas partes del mundo, el lugar de nacimiento o el nivel de ingresos deciden si una persona tiene acceso a atención médica adecuada. Esta exclusión contribuye a condenar ciertos ciclos de pobreza y enfermedad, afectando principalmente a las comunidades desfavorecidas. 
“La moralidad no puede comprenderse sin prestar atención a las relaciones y a las necesidades concretas del otro” (Gilligan, 1982:62). Este enfoque contrasta con los sistemas de salud actuales, que a menudo priorizan la eficiencia económica sobre el bienestar humano, lo que no debería ser de esta manera en absoluto.
Por ejemplo, en contextos donde la atención médica está privatizada, los altos costos de los tratamientos excluyen a millones de personas, mientras que en los sistemas públicos, la carencia de recursos puede generar desigualdades en la calidad del servicio. “La justicia necesita del cuidado para ser efectiva, porque la igualdad formal no es suficiente si no abordamos las diferencias y vulnerabilidades reales” (Camps, 2011: 89). Esto implica diseñar sistemas de salud que prioricen a las poblaciones más vulnerables, como comunidades rurales y marginadas, asegurando la accesibilidad, la igualdad y el respeto por las particularidades culturales.  “Las personas deben ser tratadas siempre como fines, nunca como medios” (Kant, 1785: 46). En el ámbito de la salud, esto significa que los pacientes deben ser escuchados y respetados, permitiéndoles participar activamente en las decisiones que afectan su bienestar. Este enfoque promueve relaciones entre el médico y el paciente fundamentadas en la empatía y la dignidad, esenciales para una atención humanizada.

CUIDADO DE UNO MISMO
Para hacer un enfoque completo del cuidado, a continuación se expondrá el cuidado de sí mismo  en la resiliencia frente a la desigualdad. El autocuidado es una dimensión crucial de la ética del cuidado, especialmente en un contexto de desigualdad y crisis. En un mundo caracterizado por el estrés, la ansiedad y el agotamiento, el autocuidado se torna en una herramienta indispensable para mantener el equilibrio personal y fortalecer nuestra capacidad para cuidar de los demás.                                                    “Nadie puede cuidar de los demás si no sabe cuidarse a sí mismo” (Epicteto, 2003: 22). Este principio resalta la importancia de fomentar el bienestar emocional y mental, especialmente para quienes trabajan en entornos de alta demanda, como el sector sanitario. Prácticas como la meditación, el descanso adecuado y la reflexión ética contribuyen a desarrollar mayor capacidad de hacer frente a las adversidades. 
“El cuidado comienza por reconocer nuestras propias necesidades y límites” (Gilligan, 1982: 105). Esto no solo se aplica a los pacientes, sino también a los profesionales de la salud, quienes a menudo sufren del síndrome de burnout debido a largas jornadas laborales y la presión emocional asociada a su trabajo. Proveer espacios para el autocuidado en el ámbito laboral es vital para asegurar que los trabajadores puedan ofrecer una atención de calidad. Aristóteles, en su concepto de eudaimonía, argumenta que la felicidad plena se logra al vivir en armonía con las virtudes y el entorno. En este sentido, el autocuidado no es un acto egoísta, sino una práctica que permite a las personas contribuir al bienestar colectivo.

Finalmente se realizará una vuelta al tema para comprender de una manera más completa la finalidad de dicha disertación. La ética del cuidado, que enfatiza la empatía, la interdependencia y la responsabilidad mutua, aporta un marco transformador para abordar la desigualdad en el acceso a la salud. Filósofas como Carol Gilligan, Vandana Shiva y Alicia Puleo nos motivan a reconsiderar nuestras relaciones con el medio ambiente, con los demás y con nosotros mismos, reconociendo que el cuidado va más allá de una necesidad práctica, ya que es un compromiso ético.
 “La destrucción del medio ambiente y la marginación de las personas están profundamente conectadas” (Shiva, 2005: 67) se subraya de manera clara que la justicia ambiental y social son inseparables. Al mismo tiempo, tal y como sostiene Hans Jonas, nuestras acciones deben asegurar la “permanencia de una vida auténtica en la Tierra” para las generaciones futuras. (Jonas, 1979:36)
Adoptar esta ética no solo tiene el potencial de transformar los sistemas de salud y ambientales, sino que también puede contribuir a la construcción de un mundo más justo, sostenible y humano, donde el cuidado sea un principio que tome la delantera en todas nuestras decisiones. 
Nicolás Samanes García. 1º BACH A
El Cuidado: un trabajo fundamental

En este trabajo voy a relacionar los cuidados con el trabajo. Primero hablaremos brevemente sobre la historia de los cuidados en el trabajo. A continuación,  relacionaremos los trabajos con los distintos tipos de cuidados: cuidado de sí, cuidado de los demás, cuidado de nuestro entorno. También se tratarán algunos problemas relacionados con el trabajo y los cuidados. Finalmente, se realizará una conclusión resumiendo los contenidos para remarcar algunos temas más importantes. 
Históricamente, los cuidados han sido atribuidos principalmente a las mujeres, quienes, desde tiempos prehistóricos, se encargaban del cuidado del grupo y de la reproducción, que era considerada su principal labor para garantizar la perpetuación de la especie humana. Las mujeres no solían trabajar fuera del hogar ni participar en la caza, actividades propias de los hombres. 
En la Edad Media, su único trabajo solía ser cuidar del resto de humanos. Estos cuidados nunca han sido valorados como un trabajo ya que durante la historia, los cuidados se han atribuido como la naturaleza de la mujer y su tarea reproductiva. Normalizando esta acción,  haciendo que no se le dé el valor que tenía.
Por otro lado, a la mayoría de las mujeres no se les ha permitido trabajar hasta muy recientemente. Su única función en la vida era cuidar de los hombres y tener hijos para que la especie continuara en la tierra.
Hasta hace solo 50 años, a nadie se le había ocurrido que los cuidados fueran algo digno de estudio. Carol Gilligan fue la primera persona en estudiar los cuidados. En  sus estudios explicaba que los niños tenían distintas reacciones ante problemas morales que las niñas. También destaca los cuidados como un trabajo que debemos realizar todos. Llegando a decir que los cuidados son un valor democrático.
Hoy en día, los cuidados son mucho más reconocidos. Se estudian y se tienen en cuenta a la hora de legislar y crear nuevos puestos de trabajo. Además en la actualidad existen numerosas ayudas para aquellas personas que estén necesitadas o tengan dificultades en sus vidas.
Para finalizar el recorrido histórico, cabe resaltar que en la actualidad las mujeres tienen acceso a cualquier puesto de trabajo y se les reconoce el derecho a recibir una educación de calidad, lo que les permite desarrollar su potencial en igualdad de condiciones. Además, como señala Victoria Camps en su obra Tiempo de cuidados. Otra forma de estar en el mundo:
”El cuidado es un trabajo, gratuito o remunerado, pero no es un trabajo cualquiera. Cuidar implica desplegar una serie de actitudes que van más allá de realizar unas tareas concretas de vigilancia, asistencia, ayuda o control.”
(Camps, 2021: pag13).  Por lo tanto no cualquier persona esta cualificada para cuidar, este es un  trabajo que requiere un gran compromiso y tiempo. Por ello todos debemos ser conscientes de  la importancia de los cuidados en el mundo.
Cabe resaltar que para poder trabajar o tener una vida plena hemos tenido que ser cuidados por otros antes, ya que necesitamos una educación previa y una protección por parte de otro ser humano. 

El trabajo está muy relacionado con el cuidado de sí. Trabajar es una forma de sentirnos útiles en la sociedad, haciéndonos más felices y aumentando nuestra autoestima de forma significante.
Esto está muy relacionado con un término utilizado por Aristóteles llamado eudaimonía. Aristóteles entendía este concepto como encontrar la estabilidad, felicidad o calma en nuestras vidas. Aristóteles entendía esa estabilidad como una vida virtuosa. Toda vida humana debe saber cuál es su propósito en la vida. Platón indica que no tener metas en la vida es un símbolo de gran necedad.
Aristóteles también indicaba la importancia de vivir desde la racionalidad y el virtuosismo. Entendía estas características como el mayor antídoto para la incertidumbre o el azar.
Por lo tanto, la eudaimonía se puede entender como la búsqueda de una vida plena, en la que se sabe que todo va bien y que se está aportando algo a la sociedad (Mario de las Heras, 2024). Oliva Sabuco también resalta la importancia de estar preparados ante los problemas con una vida estable y trabajo. Esto lo apoya la frase sobre la que basa su texto Nueva Filosofía de la Naturaleza del hombre. “De la ciega fortuna, únicamente la virtud puede librarnos.”
(José Bredma, 1998: pag133)
Otra razón por la que el cuidado de sí está relacionado con el trabajo, es el crecimiento personal que este nos proporciona. Cualquier persona que trabaje tiene que aprender cómo realizar el oficio, esto ya supone el aprendizaje de muchas cosas que te aportan crecimiento personal.
Además, la mayoría de los trabajos actuales requieren estudiar y formarse. Lo cual también te aporta muchos conocimientos que te hacen mejorar diariamente. En el trabajo, puedes estar en contacto con personas de tu misma profesión, las cuales también aportaran distintos puntos de vista y opiniones para crecer.
Un último motivo para resaltar la importancia del trabajo es que te ayuda a mantener una vida organizada, ser más responsable y no cometer imprudencias. Algunos trabajos también fomentan la actividad física, lo cual es importante para nuestra salud.
También es muy importante mencionar que si no sabemos cuidarnos a nosotros mismos, es imposible que seamos capaces de ejercer el cuidado de otros ya que cuidar a otras personas está muy relacionado con asegurarse de que esa persona es capaz de cuidarse y ayudarla en los aspectos en los que no pueda hacerlo. Si no sabemos cuidar de nosotros mismos, no podremos identificar si los demás están recibiendo el cuidado adecuado.
En la actualidad, debido al desarrollo económico y tecnológico de nuestra sociedad, la esperanza de vida está aumentando cada vez más. Esto provoca que haya más personas que necesiten cuidados. Por ello, de forma progresiva se están creando más puestos de trabajo relacionados con el cuidado de los otros. Estos trabajos pueden ser limpiadores, camareros en los bares o cualquier trabajo que ofrezca un servicio al resto de la sociedad.
Los trabajos relacionados con el cuidado son muy solicitados por la sociedad, como lo demuestran las altas notas de EVAU necesarias para entrar en carreras como enfermería, medicina u odontología, que también suelen estar bien remunerados.
En la actualidad, la mayoría de los trabajos relacionados con la construcción o producción  de bienes, como puede ser un trabajador en una fábrica, o una persona que trabaje en el campo, están siendo sustituidos con maquinas o inteligencias artificiales cada vez más potentes. 
Por lo tanto, existe la necesidad de suplir estos trabajos por otros puestos de trabajo relacionados con el cuidado de las personas, como puede ser cualquier trabajo que ofrezca servicios a la sociedad. Esto nos lleva a la siguiente cuestión: En la actualidad existen un gran número de personas que quieren trabajar pero no son capaces de encontrar trabajos por sí solas. Esto nos indica la importancia de cuidar a nuestra sociedad intentando ofrecer plazas de trabajo para todo el mundo.
A continuación vamos a mencionar uno de los problemas más importantes al que se enfrenta nuestra sociedad en relación con este tema: la pobreza que existe en algunas zonas menos desarrolladas.
Este problema está muy relacionado con la falta de trabajo en el mundo. En la actualidad, algunas regiones como Europa tienen establecidos objetivos cono erradicar la pobreza u ofrecer servicios médicos a todas las personas.
Estos objetivos pertenecían a la agenda 2030 con la idea de que se solucionaran para esa fecha. Pero aparentemente, en 2030 no se habrán cumplido ninguno de estos objetivos, ya sea porque son muy ambiciosos o porque no se les ha dado la importancia que necesitan. 
El trabajo también es fundamental para cuidar del medio ambiente. Si hubiera más personas trabajando en la protección del medio ambiente, probablemente el planeta estaría más limpio. Esto implica, no solo aumentar los puestos de trabajo relacionados con la limpieza, sino también exigir a las empresas que reduzcan su producción de desechos y sus emisiones de gases contaminantes.
Es necesario regular más estrictamente los residuos generados por las empresas, tal vez mediante legislaciones o impuestos por contaminación. 
Esto forzaría a las empresas a reducir sus emisiones para poder seguir obteniendo ganancias, ya que si no actuasen en consecuencia, estas medidas provocarían que estuvieran perdiendo una cantidad significante de dinero.
Otros puestos de trabajo que deberían desarrollarse con más ayudas son aquellos que se dedican a la investigación con el objetivo de reducir las emisiones que producimos. Esto se debe a que para poder cuidar a nuestro planeta no podemos pasar por alto que nosotros tenemos también una necesidades que deben ser cubiertas y que todos queremos tener una vida digna y agradable.
El principal objetivo de estos puestos del trabajo sería conseguir reducir las emisiones de gases u otros daños al planeta sin provocar un sacrificio por parte del ser humano e intentando que se puedan mejorar también nuestras condiciones de vida.
También es muy importante enseñar a los niños desde pequeños a respetar el medio ambiente, ya que estos serán los que tengan que cuidar el planeta en el futuro. Por lo tanto, también son especialmente importantes puestos de trabajo en los que se refleje este tema a las siguientes generaciones. 
Un ejemplo de esto sería incluir en los temas que se imparten en las charlas de los institutos, el cuidado del planeta o del medioambiente, ya que aunque no lo parezca, este tema no suele ser tan frecuente en la educación como pueden ser la educación sexual o el consumo de alcohol, aunque estos temas también son muy importantes para ayudarnos en el cuidado de nosotros mismos, pero si no cuidamos nuestro planeta,  en el futuro ninguno de nosotros podrá sobrevivir a los problemas que generara el medio ambiente.

Para concluir, desde la prehistoria el cuidado de los demás, particularmente de los niños y los miembros más vulnerables de la comunidad, ha recaído mayormente en las mujeres, siendo esta una labor no remunerada y considerada parte de su naturaleza. No fue hasta hace algunas décadas que los cuidados comenzaron a ser reconocidos como un trabajo en sí mismo, digno de estudio y valoración. Carol Gilligan, al introducir el concepto de los cuidados como un valor democrático, ayudó a cambiar esta perspectiva, sugiriendo que los cuidados son esenciales no solo para la estabilidad de los individuos, sino también para el bienestar colectivo de la sociedad.
A nivel social, es muy importante entender que el trabajo no solo es una actividad productiva, sino una forma de contribuir al cuidado de los demás. Esto se vuelve aún más importante en el contexto actual, donde la demanda de trabajadores en áreas como la salud y el bienestar está en constante aumento debido a los avances en la medicina y el aumento de la esperanza de vida. Los trabajos relacionados con el cuidado de las personas, como la enfermería, la medicina o la atención a personas mayores, no solo son muy importantes para el funcionamiento de la sociedad, sino que también ofrecen una forma de mejorar la calidad de vida de quienes reciben estos cuidados.
Pero a pesar de que cada vez se reconoce más lo importante que son los cuidados, siguen habiendo desafíos grandes. Uno de los problemas más urgentes es la falta de acceso a trabajos decentes en muchas partes del mundo, lo que empeora la pobreza y la desigualdad.
Además, la protección del medio ambiente es un aspecto crucial que no puede pasarse por alto. El trabajo en el cuidado del medio ambiente, la sostenibilidad y la reducción de emisiones se ha vuelto muy importante para la supervivencia del planeta y de la humanidad misma. La creación de empleos enfocados en la protección de la naturaleza y en la investigación de soluciones tecnológicas que reduzcan el impacto ambiental no solo contribuirá a un mundo más limpio, sino que también garantizará una mejor calidad de vida para las generaciones futuras. La implementación de políticas que regulen la contaminación y promuevan el desarrollo sostenible es clave para asegurar un futuro más saludable y equilibrado.
Al final, lo que realmente importa es el trabajo de concienciar y educar, especialmente a las nuevas generaciones. Es clave que sigamos transmitiendo los valores de cuidado, respeto al medio ambiente y solidaridad. Enseñar a los niños desde pequeños a cuidar de sí mismos y de su entorno es esencial para que, cuando crezcan, sean personas responsables y comprometidas con un mundo mejor.
En pocas palabras, la relación entre los cuidados y el trabajo es fundamental para el bienestar de todos y la conservación del planeta. Reconocer lo importante que es este tipo de trabajo y cómo impacta en la sociedad es un paso importante para construir una sociedad más justa, equitativa y sostenible. Todos, a nivel personal y colectivo, debemos ser conscientes de la importancia de los cuidados en todos sus aspectos y apoyar políticas que busquen un equilibrio entre el desarrollo económico, social y ambiental.

Bibliografía


Pablo Sánchez Adoma
Cuidar el cuidado

Desde tiempos antiguos, desde Aristóteles, la filosofía ha considerado el cuidado como un tema fundamental de la vida humana. Este concepto ha sido abordado por diversos filósofos y filósofas de corrientes e ideas diferentes. El cuidado nos trasciende en nuestra supervivencia y la del resto de la especie. El cuidado se puede ver como una práctica ética que involucra nuestra relación con nosotros mismos, con los demás y con nuestro entorno. Reflexionar sobre el cuidado nos invita a reconsiderar nuestras interacciones personales, sociales y nuestra responsabilidad con la naturaleza, reconociendo que estos tres niveles están interconectados. La naturaleza es sinónimo de salud y de bienestar; por ello, en una sociedad en la que estamos pensando tanto en el cuidado y en sus consecuencias, ¿por qué no pensar en las causas de este para fomentar el cuidado de lo que nos cuida?
Desde las reflexiones en la antigua Grecia de los estoicos, que veían en el cuidado de uno mismo una herramienta para alcanzar una vida tranquila y feliz, y los epicúreos, hasta las ideas actuales de Fernando Savater, y lo que queda en el futuro, el cuidado ha servido como objeto de estudio filosófico. En un mundo cada vez más enfrentado a crisis globales como la degradación de la naturaleza y desigualdades sociales, como la diferencia de género en los cuidados, entre otros, el cuidado se convierte en concepto a perfeccionar para entender y mejorar nuestra realidad.
En la actualidad, los cuidados se entrelazan con problemas sociales y culturales, como la discriminación de género, la explotación laboral y la crisis medioambiental. Este desequilibrio no solo perpetúa desigualdades de género, sino que también limita la universalización de los cuidados para el bien de toda la sociedad. Asimismo, el deterioro ambiental y los efectos del cambio climático nos enfrentan a la realidad de que la universalidad de los cuidados también incluye nuestro entorno, y que el descuido hacia la naturaleza tiene consecuencias directas en la salud y el bienestar humanos. Estos ejemplos muestran que la ética del cuidado es fundamental para revertir estos problemas y evitar nuevos en el futuro.
Aunque no se puede abordar de manera correcta un tema sin preguntarse, por ello, primero deberemos preguntarnos: ¿qué es cuidar? El origen etimológico nos dice que viene del latín cogitare, o “pensar”. Pero, en la práctica, el cuidado es más que una acción; es una forma de ser e interaccionar con el mundo. Este acto comienza en nosotros, se expande hacia los demás y hacia el medioambiente, revelando que la ética del cuidado es un puente entre el “yo” y el “ellos”, lo personal y lo colectivo, entre lo local y lo global. En esta disertación veremos cómo cuidar del medioambiente puede hacernos mejorar el planeta, la sociedad y a nosotros mismos desde el cuidado a la naturaleza.

La naturaleza es entendida como el hogar de la humanidad, y así como una persona cuida de su hogar, la humanidad debería cuidar del planeta. Pero, lejos de todo esto, nuestro planeta se está degradando, y si no cambiamos esto cuanto antes, las consecuencias podrían ser irreversibles. La sobreexplotación del planeta no solo causaría daños en la naturaleza, sino que probablemente acabaría con la vida de la mayoría de seres que lo habitan, entre ellos nosotros, los humanos.
Los desastres naturales agravados por el cambio climático, como por ejemplo los incendios forestales incontrolables en Australia y, más recientemente, en Los Ángeles, o las inundaciones sin prevención en Valencia, evidencian la urgencia de adoptar una ética del cuidado ambiental. Estas catástrofes no solo destruyen ecosistemas, sino que también amplían las desigualdades entre sociedades ricas y pobres.
Desde un punto de vista de la ética, existe la ética ambiental, que se dedica a reflexionar sobre la relación del ser humano con su entorno, tratando de establecer ciertas normas y valores morales en la misma. La ética ambiental abarca todos los desafíos medioambientales de nuestro tiempo. Alfredo Marcos ha propuesto sistematizar los problemas de la ética medioambiental con la siguiente clasificación: problemas internacionales, problemas intergeneracionales y problemas interespecíficos.
Los problemas internacionales son aquellos que afectan a diferentes países, tanto en sus consecuencias como en las soluciones a tomar para evitarlos. Estos problemas no pueden ser solucionados por un solo país, sino que tiene que ser la sociedad en conjunto la que trabaje para solucionarlos. Estos problemas pueden ser el agujero en la capa de ozono o el calentamiento global, entre otros. Además, los desastres medioambientales amplían las desigualdades entre sociedades avanzadas y las más desfavorecidas, que son azotadas por desastres naturales todos los años, como los tifones que tienen lugar en el sudeste asiático. Por ello, los gobiernos deberían unirse para ayudar a estas regiones; así, todos podemos progresar de una manera conjunta sin poner en riesgo el bienestar de la naturaleza.
Los problemas intergeneracionales son aquellos que perduran en el tiempo y nos hacen pensar en las futuras generaciones y en cómo les vamos a dejar el medioambiente. El crecimiento económico podría comprometer la continuidad de la vida humana en el planeta por el agotamiento de los recursos naturales. Los problemas intergeneracionales se pueden resumir en la siguiente frase: queremos vivir dignamente en la actualidad, pero también queremos que las próximas generaciones puedan disfrutar de los recursos naturales de una forma al menos tan saludable como la nuestra. Estos problemas no se solucionan solo con el cuidado del medioambiente, sino que es necesario el cuidado hacia los demás, especialmente las futuras generaciones.
Los problemas interespecíficos son aquellos que surgen en la relación del ser humano con el resto de seres vivos, los cuales no son solo animales, sino que también incluyen plantas e incluso ecosistemas. Esto se debe a que nuestro crecimiento puede ocasionar la desaparición de ecosistemas, lo que puede llevar a la desaparición de la fauna y la flora autóctona. Para evitar estos problemas, debemos impedir el especismo, que consiste en discriminar a los seres vivos según la especie a la que pertenezcan. El antiespecista afirma que la naturaleza posee un valor en sí, al margen del beneficio que se pueda obtener.
Hay personas y gobiernos egoístas que priorizan el crecimiento individual antes que el cuidado de la naturaleza, y que se defienden justificándose parafraseando a Nicolás Maquiavelo: “el fin justifica los medios”. Pero, en este caso, el medio, la sobreexplotación del planeta, puede poner en riesgo la continuación de la vida humana en la Tierra. Estas personas confían en que la tecnología evitará las catástrofes medioambientales, pero se está demostrando que, de momento, hay más catástrofes y no se soluciona nada. Hay que evitar estas actitudes egoístas que solo obstaculizan el cuidado del medioambiente, de los demás y de uno mismo.
Además de esta idea, hay más ideas que siguen defendiendo la supremacía del humano, pero, no obstante, obligándolo a tomar partido a favor de la naturaleza, cuidándola y protegiéndola por un bien común. Entre estas ideas se encuentran la ética de la responsabilidad de Jonas y la ética ambiental de inspiración católica. La ética de responsabilidad de Jonas defiende que, cuanto más complejo sea el ser vivo, más responsabilidad tendrá sobre sus comportamientos. Es decir, como el humano es el ser más complejo, tenemos gran parte de la responsabilidad sobre la naturaleza de nuestro planeta. La ética de inspiración católica enseña que, como todos los seres vivos son creaciones de Dios, todas las criaturas tienen un valor intrínseco; así que deberemos protegerlas y cuidarlas.
Estas ideas son las más comunes entre la sociedad actual, que piensa que el humano debe seguir utilizando la naturaleza como medio para progresar, pero debe tener la responsabilidad y obligación de preservarla, porque es una fuente no solo de recursos, sino también de vida. La humanidad depende de la naturaleza porque es un espacio para la salud y el ocio, que nos ayuda a cuidarnos. Esta idea la defendía doña Oliva Sabuco en su obra La Nueva Filosofía de la Naturaleza del Hombre: “vemos a los ejercitados en el campo vivir más tiempo y más sanos que los encharcados en las plazas”. Esto es un ejemplo de que el cuidado de la naturaleza repercute en nuestra salud. Los epicúreos entendían la ataraxia (estado previo a la felicidad) como el equilibrio de placer entre el cuerpo y la mente, y para poder conseguir el estado de ataraxia necesitamos la paz mental y física que solo proporciona la naturaleza.
Otras maneras de solucionar el problema de la degradación medioambiental, más extremistas, son estos tipos de teorías que se niegan a admitir que el ser humano sea el centro de la naturaleza o la especie más importante. Estas teorías obligan a tratar de manera igualitaria a todos los recursos y seres de la naturaleza, evitando la degradación ambiental casi en su totalidad, aunque frenaría el progreso. Algunas teorías que defienden estas ideas son el biocentrismo, el ecocentrismo, la ética de la tierra, la ecología profunda y el ecofeminismo. Cada teoría defiende sobre todo un aspecto que nos está conduciendo a estas catástrofes naturales, como el biocentrismo, que defiende la movilización por los derechos y liberación de los animales. Esta idea está defendida por filósofos conocidos como Peter Singer o Jesús Mosterín. Para proteger los ecosistemas, nos podemos inspirar en la idea de L. E. Johnson, el ecocentrismo, que da un paso más allá y defiende una consideración moral no solo de los seres vivos, sino también de los ecosistemas. Otras ideas defienden la ética hacia las interconexiones entre seres vivos y entre ecosistemas, como la ecología profunda. Aunque la idea que más fuerza ha cobrado en los últimos años es el ecofeminismo.
Una de las ideas más defendidas por el ecofeminismo es que, en la voluntad de poder del patriarcado, se utiliza la violencia; por ello, la dominación y explotación de la naturaleza ha sido y es causada por el patriarcado. Esto es debido a la priorización del hombre a sí mismo antes que a los demás, caso en el que, en las mujeres, es inverso. Estas ideas del patriarcado obligaron a las mujeres durante siglos a centrarse en el cuidado, valor que reclaman autoras de prestigio universal como Carol Gilligan, misma filósofa creadora de la idea del ecofeminismo.
El ecofeminismo surgió en la Guerra Fría, por mujeres que, cansadas de la violencia del patriarcado, acampaban en bases militares para protestar por la instalación de misiles. Y, tras años de lucha, consiguieron su objetivo. Actualmente, esta violencia ha vuelto y, como afirma la ecofeminista alemana Petra Kelly: “el resultado último del patriarcado desenfrenado y terminal será la catástrofe ecológica”.
Aunque, por el efecto del antropocentrismo, creamos que al hablar de violencia solo nos referimos a violencia entre humanos, el ecofeminismo entiende la violencia en un sentido más profundo y extenso, ya que también entiende esa violencia hacia la naturaleza. Lo que, como una agresión entre humanos termina en pelea, esta agresión hacia la naturaleza está originando una guerra entre la humanidad, el progreso y la naturaleza. Y esta pelea, al contrario de lo que algunos egoístas piensan, no nos beneficia a los humanos.
El ecofeminismo ha sido capaz de revelar la violencia del patriarcado hacia los seres vivos, como los animales, esclavizándolos en granjas como ya hizo con las mujeres en el pasado, y forzando los ciclos naturales con agrotóxicos perjudiciales para la vida. La cultura de paz que propone el ecofeminismo hunde sus raíces en la no violencia y en la comprensión de que tenemos que cuidar de la inmensa red de la vida, de la que solo somos un nodo ecodependiente.
Pero, para poder realizar todas estas ideas a favor del medioambiente, necesitamos ayuda de las instituciones y gobiernos, que puedan financiar las acciones necesarias, porque la naturaleza es un bien común del que tenemos derecho a disfrutar todos los ciudadanos y que no debe ser utilizada solo para un avance industrial que favorece sobre todo a las empresas.
Conclusión

Debemos decir como concluisón que cuidar de uno mismo, de los demás y del medioambiente es, en esencia, un acto filosófico que nos lleva a reflexionar sobre qué significa vivir bien. Estas prácticas nos recuerdan nuestra fragilidad y nuestra fuerza, nuestra individualidad y nuestra interdependencia. En un mundo que enfrenta desafíos cada vez más complejos, el cuidado emerge como una virtud cardinal, capaz de guiarnos hacia una existencia más plena, justa y sostenible. Es un compromiso ético que debemos asumir, no como una carga, sino como una oportunidad para transformar nuestra relación con nosotros mismos, con los demás y con el planeta que habitamos.
El cuidado ambiental nos obliga a cuestionar modelos de desarrollo basados en el extractivismo y el consumo desmedido. Como ha enfatizado el Papa Francisco en su encíclica Laudato Si’, el deterioro ambiental está íntimamente ligado a las desigualdades sociales, y ambas problemáticas deben abordarse de manera conjunta. Esto implica adoptar estilos de vida sostenibles, promover políticas públicas responsables y educar en el amor y respeto por la naturaleza.
Los desastres naturales, exacerbados por el cambio climático, evidencian la urgencia de adoptar una ética del cuidado ambiental. Estas catástrofes no solo destruyen ecosistemas, sino que también agravan las desigualdades, afectando de manera desproporcionada a las comunidades más pobres y marginadas.
Por ello, deberíamos escuchar nuevas propuestas de filósofos y filósofas expertos en el tema para poder corregir nuestros errores y así, además de cuidarnos entre nosotros los humanos, podamos cuidar también nuestras relaciones con el medioambiente sin poner en riesgo el desarrollo. Estas propuestas deberían ser escuchadas por los gobiernos, para así ayudar a cuidar a sus ciudadanos y demostrarnos que no estamos solos, sino que nos apoyan en nuestras ideas y avances.
Personalmente, la idea del ecofeminismo me agrada porque intenta solucionar varios problemas de la sociedad centrándose en los cuidados de sí, como es el bienestar de la mujer; el cuidado de los demás, como es el cuidado del hombre hacia la mujer para evitar los abusos del patriarcado; y el cuidado de nuestro entorno, como es el cuidado de la naturaleza. Pienso que esta propuesta debería tener más cabida en la sociedad.
Por suerte, cada vez la sociedad va atendiendo más a los cuidados, y esto nos beneficia a toda la red de conexiones que existen en el planeta. Pero aún queda mucho por avanzar para encontrar el cuidado de uno, de los demás y de la naturaleza, y así fomentar un crecimiento conjunto.
Bibliografía

Paula Segura Rodríguez. 1º Bachillerato C
La filosofía de los cuidados

La ética del cuidado es un enfoque muy importante en el estudio de las relaciones humanas y también del mundo natural. Esta disertación no solo trata del cuidado de los demás, sino también del cuidado de sí y del cuidado del medio ambiente.  A lo largo de esta disertación, abordaremos la ética del cuidado desde estas tres perspectivas: Cuidado de otras personas.
En este apartado, destacaremos en esta disertación a pensadoras como Carol Gilligan, que cuestiona las teorías tradicionales de moralidad, como las de Lawrence Kohlberg, puesto que éste no considera la perspectiva femenina. Veremos como Gilligan argumenta que las mujeres tienden a desarrollar una moralidad centrada en la empatía, las relaciones interpersonales y las circunstancias que nos rodean. Cuando tratemos el tema del cuidado de sí, veremos que es fundamental para mantener la salud física y mental. El cuidado de sí incluye prácticas como el descanso adecuado, una alimentación saludable, la gestión del estrés y la reflexión emocional. También hablaremos de cómo tratan este tema desde los estoicos y los epicúreos, hasta filósofos como Michael Focault y Olivia Sabuco.
El cuidado del medio ambiente será el último punto que abordaremos en la disertación. El cuidado del medio ambiente es una parte importante de la ética del cuidado,  puesto que vincula el bienestar humano con el entorno natural. Hablaremos de autoras como Ximena Castro, referente del ecofeminismo latinoamericano, y de autores como Michel Foucault, que aporta herramientas para entender cómo las estructuras de poder influyen en la relación entre lo humano y la naturaleza. 

Cuidado de otras personas
El cuidado de otras personas es uno de los temas fundamentales de la ética del cuidado, y ha sido estudiado por filósofas como Carol Gilligan. En su obra In a Different Voice , 1982 (La moral y la teoría. Psicología del desarrollo femenino, 1996)., esta autora critica las teorías tradicionales sobre el cuidado, como las propuestas por Lawrence Kohlberg, basadas en un sesgo de género, ignorando la perspectiva de las mujeres. 
Gilligan dice que las mujeres, debido a sus experiencias y el papel desempeñado en la sociedad, desarrollan una moralidad basada en la empatía, las circunstancias y en los efectos de las decisiones en las relaciones interpersonales. Mientras que, según los estudios de Kohlberg, los hombres resuelven los dilemas morales según unos principios de justicia universales. 
Carol Gilligan también critica la división sexual del trabajo en el cuidado de otras personas, argumentando que esta división está profundamente influenciada por roles de género tradicionales y por una moralidad diferenciada entre hombres y mujeres.
En conclusión, este punto de vista ético del cuidado destaca sobre todo en la necesidad de atención emocional y en la solidaridad entre las personas, especialmente en entornos vulnerables como la familia o los enfermos. En este sentido, el cuidado de otras personas se entiende como un acto cuya finalidad es el bienestar y la justicia social. Ejemplos de este tipo de ética serían prácticas como la atención a los niños, los ancianos o las personas enfermas. Esto refleja una gran responsabilidad moral por el bienestar ajeno. Según esto, el cuidado de los demás se basa en la capacidad de empatizar con otras personas, procurando el bienestar y la dignidad de todos los que nos rodean.

El Cuidado de sí. 
El cuidado de sí es otro aspecto importante de la ética del cuidado. No solo se trata de cuidar a los demás, sino también de cuidarnos a nosotros mismos. En la sociedad actual, hay una presión constante para cumplir con las expectativas de la sociedad, y esto puede llevarnos a descuidar nuestras propias necesidades. 
Para comenzar a exponer este tema, debemos hablar de la ataraxia, un estado de serenidad y tranquilidad mental, que es un concepto central tanto en el estoicismo como en el epicureísmo, aunque cada escuela filosófica lo aborda de manera distinta. Para los estoicos, la ataraxia se alcanza a través del autocontrol, la virtud y la aceptación de lo que no podemos cambiar (el destino), mientras que para los epicúreos la ataraxia es un estado de ausencia de perturbaciones mentales y físicas, que se alcanza al buscar los placeres simples, evitar el sufrimiento innecesario y vivir en armonía con los demás.
Hay que destacar también las ideas de Oliva Sabuco, una filósofa y científica española del Renacimiento, que abordó el concepto del cuidado de sí en su obra más conocida, Nueva Filosofía de la Naturaleza del Hombre (1587). Su enfoque se centra en la relación entre el cuerpo y el alma, y en cómo el equilibrio entre ambos es esencial para la salud y el bienestar. Para esta autora eran muy importantes aspectos como las emociones, tener una alimentación adecuada (para tener buena salud), el descanso y el autoconocimiento.
El cuidado de sí hay que entenderlo como un acto de respeto hacia uno mismo y un medio para cuidar nuestra salud física y mental. Este concepto incluye prácticas tan importantes como un descanso adecuado, una alimentación saludable o hacer deporte (como ejemplos de salud física), y realizar una serie reflexiones emocionales y gestionar el estrés (como ejemplos de salud mental).
Hay autores, como el filósofo Michel Foucault, que trata este tipo de cuidados desde un punto de vista en el que relaciona el poder con la salud y el bienestar. Este autor explica cómo las sociedades gestionan la vida y la salud de los individuos, no solo a través de instituciones médicas, sino también mediante leyes y regulaciones sociales. 
Sin embargo, la ética del cuidado de si no solo trata de atender las normas impuestas por el poder, sino de encontrar un equilibrio personal que nos permita tomar control de nuestra vida, alejándonos de estas normas externas a las que nos quieren someter para llegar al éxito.
En definitiva, el cuidado de sí no solo es necesario para nuestra salud física, sino también para nuestra salud mental. Al cuidar de nosotros mismos, somos capaces de mantener una salud emocional adecuada, y esto nos permite también ofrecer un mejor cuidado a los demás. La relación entre el cuidado de sí y el cuidado a los otros es recíproca: cuidar de nosotros mismos nos proporciona la energía y la estabilidad emocional para poder dar todo el apoyo y cuidado a quienes nos rodean.

Cuidado del Medio Ambiente
El cuidado del medio ambiente es otro de los aspectos de la ética del cuidado o bioética, que va más allá de las relaciones personales para incluir nuestro entorno natural. En los últimos años, la conciencia sobre el impacto ambiental ha crecido muchísimo. El cambio climático, la deforestación, la contaminación y la pérdida de riqueza biológica son solo algunos de los desafíos ambientales a los que nos enfrentamos. La bioética se ocupa precisamente de la relación ética entre los seres humanos y su entorno, considerando que el bienestar humano depende del bienestar de la naturaleza que le rodea.
Destacamos a Ximena Castro, que  es una voz importante dentro del ecofeminismo latinoamericano. Esta autora da mucha importancia al papel de las mujeres en la defensa del medio ambiente y en la construcción de alternativas frente a la explotación de recursos naturales y el capitalismo mundial. Su enfoque centrado en las comunidades rurales y las mujeres, y su conexión con las luchas territoriales de los pueblos indígenas, la convierten en una referente clave para comprender el ecofeminismo en escenarios de lucha y cambio social.
El filósofo Michel Foucault también ofrece su punto de vista para comprender cómo el poder y las estructuras sociales pueden influir en la relación entre el ser humano y el medio ambiente. Aunque éste no abordó directamente la ecología, su concepto de “biopoder” se puede aplicar al cuidado ambiental, puesto que las decisiones políticas, económicas y sociales tienen un gran impacto en cómo los seres humanos interactúan con la naturaleza. 
La ética del cuidado, aplicada al medio ambiente, no solo se refiere al respeto por la naturaleza, sino a un enfoque de sostenibilidad que permita a las futuras generaciones disfrutar de los mismos recursos naturales. Cuidar la naturaleza y proteger los recursos no solo es lo correcto, sino también lo más justo para todos. Cuidar el medio ambiente significa darnos cuenta del daño que causamos al planeta y tomar medidas para reducirlo, como consumir de manera responsable y apoyar leyes que lo protejan. 

Vamos a analizar en esta conclusión final los beneficios del cuidado. El cuidado, ya sea hacia los demás, hacia si o hacia el medio ambiente, tiene una serie de beneficios que no solo mejoran la calidad de vida individual, sino que también fortalecen las relaciones sociales y promueven un entorno más justo y equilibrado. 
En primer lugar, el cuidado de los demás fomenta la solidaridad y el sentido de comunidad. Vivir en un entorno donde las personas se cuidan mutuamente permite construir una sociedad más solidaria, donde se valora el bienestar colectivo y se promueve la igualdad.
El cuidado de sí, por otro lado, tiene un impacto directo en la salud mental y física. En un mundo cada vez más acelerado y exigente, es fácil caer en el agotamiento y la ansiedad si no nos tomamos el tiempo para cuidar de nosotros mismos. Practicar el autocuidado permite mejorar nuestra fortaleza emocional, lo que a su vez nos ayuda a enfrentar mejor los retos diarios. Además, al cuidarnos, estamos mejor preparados para brindar apoyo a los demás, creando un ciclo positivo de bienestar compartido.
Finalmente, el cuidado del medio ambiente es fundamental no solo para nuestra supervivencia, sino también para el equilibrio ecológico de todo el planeta. El deterioro del medio ambiente afecta directamente a nuestra salud, desde el aire que respiramos hasta los alimentos que consumimos. Al cuidar el entorno natural, estamos garantizando un futuro sostenible para las próximas generaciones, evitando el agotamiento de los recursos naturales y preservando la biodiversidad.
Los beneficios del cuidado son innumerables. No solo mejoran nuestra calidad de vida, sino que también contribuyen a una sociedad más igualitaria, más saludable y más sostenible. La ética del cuidado, al destacar las relaciones con los demás, el cuidado de si y la sostenibilidad, ofrece un enfoque importante para enfrentar los retos sociales y ambientales del futuro.
En mi opinión, la ética del cuidado es fundamental para la construcción de un mundo más justo y equilibrado. Aplicando este enfoque tanto a las relaciones humanas como a la relación con nuestro entorno, promovemos el bienestar colectivo, la solidaridad y la responsabilidad común. Pienso que el cuidado no debe limitarse solo a un área específico, sino que debe extenderse a todos los aspectos de nuestra vida. En este sentido, el cuidado de si y el cuidado del medio ambiente son también fundamentales para el bienestar individual y colectivo. Si adoptamos una ética del cuidado integral, podemos contribuir a crear un futuro más justo y sostenible para todos.

Bibliografía