RELATOS

* HISTORIAS DE NAVIDAD


Navidad en la montaña.
Por Isabel Martín Carrascosa 3º ESO B.


La chimenea estaba encendida, y los troncos crujían levemente, mientras Raúl los hacía mover para crear una mayor llama. Había sido un día bastante frío y eso era lo único que me apetecía.

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Sara salió de su habitación. No la podía ver, ya que la puerta estaba a mis espaldas, pero si oír.

- ¡Qué frío leche! - exageraba castañeando los dientes, le encantaba refunfuñar sobre cualquier cosa.

-Tu fuiste quien dijo de venir a la montaña- le espetó Raúl sin dejar de mover las maderas. Ya había una llama suficientemente grande para calentarnos a todos los que estábamos en el salón. Sara hizo un sonido, “argh”, y cerró la puerta de un portazo. Yo me concentre en mi bola de chocolate. Esta tenía en su interior nubecitas y chocolate en polvo, la esfera era de chocolate también, así que con la leche caliente se abría y las nubecitas flotaban.
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Cada vez estaba más cansada, y la conversación ente Paula y Andrés cada vez sonaba más en mi cabeza. Escuchaba el sonido de las ramas, las palabras de la conversación, como el chocolate se derretía… Fue insoportable. Bebí un gran sorbo de la taza y la bola se abrió justo en ese momento haciendo que el chocolate en polvo cayera sobre mi nariz. Estuvimos un rato allí en el salón, riéndonos, calentándonos y contando todas las tonterías que habíamos hecho en el curso. Cuando finalmente todos estábamos bastante cansados nos fuimos a nuestras respectivas habitaciones. Las maderas del suelo de la casa crujían a medida que íbamos por el pasillo.

La cama que yo tenía pensada era claramente la de mi casa, y la decepción que me llevé con esta, fue demasiado. Intente acomodarla lo máximo posible para mi disfrute, aunque fue inútil. Seguía siendo la cama de una casa que no era la mía.

***

A la mañana siguiente, Navidad, estaban todos en el salón tomando el desayuno. Los salude y me prepare una tostada. No tenía mucha más hambre. Pronto salió la conversación de que íbamos a hacer en este día.
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- ¿Vamos a la ciudad? Dicen que está muy bonita en estas fechas- comentó Raúl.

-Yo preferiría ir a esquiar- dijo Paula- y ya por la noche lo celebramos aquí en casa.

-A mí me da igual, ya lo sabéis- añadí.

Decidimos hacer las dos cosas. Nunca había ido a esquiar y posiblemente acabaría cayéndome y resfriándome.

- ¿Te has traído ropa para esquiar? - me preguntó Sara.

-Sí, solo que es un poco ancha. -le contesté.

- ¿Solo te has puesto el mono?

-Sí, ¿debería de llevar más ropa debajo?

-Eh, obvio. – Sara empezó a rebuscar en mi maleta y al estar insatisfecha con esta búsqueda, decidió retomarla en la suya. Al final me sacó dos camisetas y una malla térmica. Me explicó el orden de las prendas y finalmente pude salir a las montañas. Gracias a Dios que le había hecho caso, la temperatura está a 0º y no lo iba a pasar bien con solo el mono.

No os lo voy a negar, nunca había esquiado en mi vida y la verdad era que estaba muy asustada. Todos parecían confiados y sin preocupaciones.

- ¿Vas a ir con nosotros? -me preguntó Raúl- No se te ve muy… confiada.

Asentí con ímpetu. Sabía que era una locura, pero mi impulsividad y cabezonería no me dejo “rendirme”.
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Subimos a la montaña y se veía toda la ciudad, preciosa. Pese a esto el miedo de estar ahí, y no saber esquiar estaban presentes. Inconscientemente fui retrocediendo para atrás, no quería bajar.

- ¿Estás bien?

- Se te ve pálida

- ¿Bajamos mejor?

Finalmente, no llegamos a bajar la colina de la montaña y nos quedamos tomando chocolate caliente en la ciudad, me sentía muy culpable por como los había dejado sin su experiencia en esquiar

- Ni que fuese tan importante no esquiar. - dijo Andrés- Ya tendremos otras oportunidades y esa vez ya sabrás esquiar como AnneMarie Moser.

-Nadie sabe quién es, friki- le contestó Sara. Todos reímos por su comentario, era cierto, pero a veces se pasaba de sincera. Andrés, quién conocía bien su carácter se quejó un poco al principio, pero después se rio con nosotros.

No podía pedir más. Estaba con mis amigos, con gente que me importaba y que, yo sabía, que también le importaba                                                                                                                     Insbyl

Aquel que intentó robar la Navidad.
Por Ismael Bensalah Álvarez de 3° C.


A finales del siglo XVIII, en un antiguo y poco conocido pueblo irlandés, hubo un hombre ruin que vivía en las calles y dependía de la limosna de aquellos que no lo conocían. Tiempo atrás, ésta persona gozó de una glamurosa vida: era dueño de un taller artesanal de pieles bastante próspero y estaba prometido con una preciosa mujer. Para él, su vida iba sobre ruedas… iba.

Llegó un momento en el que el taller pasó por una mala racha a nivel económico, lo que obligó al hombre a realizar horas extras a más no poder, incluyendo en la víspera de Navidad.

Su prometida, harta y cansada de que el hombre antepusiera su trabajo a ella, acabó por dejarlo tras regresar del taller aquel día. La mañana siguiente, recibió una terrible noticia acerca de su taller: debido a todas las deudas pendientes que tenía, quebró y embargaron su casa por ello. Todo esto, fue de boca en boca de todos, convirtiéndose en el hazmerreír del pueblo, además de quedarse solo y pobre en la calle, acompañado únicamente por su miseria.
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El hombre, tan terco e inmaduro, no bromeó al culpar de todas sus desgracias a nada menos que la Navidad, puesto a que fue ahí en donde toda su vida empezó a torcerse. Casualmente, se encontraba ahora mismo en la fecha donde comenzaron todas sus desdichas tres años antes: el 24 de diciembre.

Esa misma noche, vestía sólo con harapos viejos y rotos, además de tener los ojos rojos e inflamados y la cara mugrienta en su mayoría. Iba a paso lento y tiritando mientras paseaba por las afueras del pueblo, con fin de no encontrarse con ningún conocido que pudiera mofarse de sus desgracias. Caminó sin rumbo hasta llegar a un lago cerca del lugar, en el que se reflejaba perfectamente la luna menguante que acontecía esa noche en el cielo estrellado.

El hombre, cansado de su miserable y penosa vida, tomó la decisión de darle un final rápido atándose con los harapos que llevaba por vestimenta a una de las pesadas rocas que había alrededor del lago, para después tirarla dentro y ser llevado por ella, acabando así ahogándose.

Tras hacer todos los preparativos y estar separado del lago unos pocos pasos, pudo ver su cara reflejada en el agua cristalina iluminada por la clara luz de la luna. Ahí, en ese mismo instante, el hombre pensó en todo lo malo que pasó en los últimos años mientras miraba fijamente su reflejo; formulando en su cabeza el repentino pero sincero deseo de rehacer su vida y empezar de cero. Justo después de hacerlo, vio en el reflejo del cielo una estrella lejana iluminarse y a continuación, oyó un extraño bufido procedente de su espalda.
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El hombre se giró y no podía creer lo que sus hinchados e inflamados ojos estaban observando. Pensó que ya había muerto o que la pobreza y podredumbre le hizo caer en la locura después de haber estado acompañado por ellas todos estos años, pero resultó no ser nada de eso. Lo que estaba viendo en aquel momento eran 5 renos de pelaje castaño a la vez que áspero, atados a un carro de un color rojo resplandeciente cual rubí, con una bolsa hasta los topes de regalos, sobre éste. Estaba realmente confundido en tal escenario, pensando en que algo o alguien le había escuchado. Pero, segundos después, su cabeza empezó a ser inundada con pensamientos ruines y con fines avariciosos o vengativos, volviendo gracias a ellos a la cordura.

Para vengarse de todo lo ocurrido en las pasadas navidades de su vida por parte de la gente del pueblo e incluso del destino mismo, decidió “arrebatarles la Navidad” arrojando al mar todos los regalos que la bolsa albergaba y escaparse tras ello, lejos de ese lugar en el que nadie quedaba que lo apreciase. Pensado esto, se subió al carro y tras arrear a los renos estos empezaron a correr velozmente hasta ascender por los cielos a lejana distancia del suelo.

Nuestro desgraciado protagonista podía ver a tal altura el pueblo en el que una vez fue el más afortunado, como si fuese un simple pájaro que pasa sobrevolando sin más un condado mientras migra.
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Pasó por encima de media Irlanda y, tras salir de ella, arrojó como bien había planeado todos y cada uno de los regalos que contenía el saco a lo largo del Mar Irlandés. Mientras realizaba ese egoísta y vil acto, comenzó a reír como un depravado que había sucumbido a la locura. Giró el carro una vez más para cambiar el rumbo a tierra de nuevo y poder alejarse así del lúgubre lugar en el que siempre vivió. Envuelto en esa risa loca e irreverente no se daba cuenta de las curiosas anomalías que acontecían en su cuerpo: en su tronco, cuello y extremidades empezaron a crecerle gran cantidad de pelo castaño. Después de cruzar el este de Irlanda a gran velocidad pudo sentir unas sensaciones algo extrañas y bizarras tanto en su columna vertebral como en sus extremidades, pero ignoró aquello entonces.

Pasó un tiempo breve hasta que sus manos se torcieron como el paño de una fregona, soltando así la rienda de los renos. Sus dedos empezaron a juntarse y el cráneo le daba grandes y fuertes tumbos de forma continua. El hombre acabó por desmayarse, dejando sin control alguno el carro y cayendo hacia un vacío de muchos kilómetros de distancia hasta el suelo.

Al recuperar la conciencia, estaba completamente desconcertado. << ¿Habré muerto?>>, se preguntaba por dentro. Por alguna extraña razón, no podía formularse esa pregunta a viva voz. Miró a su alrededor y reconoció al instante el lugar en el que se encontraba actualmente. Estaba de nuevo junto al lago, como si no hubiese ocurrido nada. A pesar de eso, había aún algo que no le cuadraba. Se sentía más bajo que antes y cuando intentaba mover la cabeza hacia atrás, notaba una especie de cuerda en su cuello que se lo impedía. Al no poder mover la cabeza hacia los lados, intentó ver si podía hacerlo hacia abajo, consiguiéndolo y quedando muy confundido con el resultado. Vio 2 palos peludos que tenía por brazos, ambos acabados por 2 pezuñas negras como el carbón. El hombre intentó expresar su inquietud con un grito de pánico y confusión, pero en vez de un alarido corriente, dio un bufido extraño y repentino. Ese mismo bufido llamó la atención de un hombre que había junto al lago entonces, pero hasta que éste no se acercó lo suficiente, no pudo reconocerlo. Ese mismo hombre con lágrimas entre sus inflamados ojos y envuelto en trapos viejos no era nada menos que él mismo; sorprendido al ver el mismo carro rojo brillante cual rubí y una bolsa hasta arriba de regalos, pero esta vez no albergaba 5 renos. Tenía seis.                                                                                             Ryuk.

 
Carbón.
Por Rodrigo Román Barba 4º D ESO.


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Dinel y yo íbamos de vuelta al pueblo cuando recordé el día que cerramos la mina dando lugar al final de una etapa. No sé exactamente por qué empecé a pensar en eso, simplemente las imágenes entraron en mi cabeza una vez más.

Era un caluroso día de junio en el pueblo, yo estaba con Dinel en su casa cuando una ejecutiva de la empresa Disraf org vino a hablar con nosotros. Nos dijo que querían comprar la mina e instalar una petrolífera en su lugar, dijo que conservarían prácticamente todos los puestos de trabajo y que se aseguraría de que Dinel fuera el jefe de la instalación. La oferta era buena y apenas hubo negociación antes de que cerráramos el trato; poco después, los planes para cambiar la antigua mina de carbón por la nueva petrolífera estaban en marcha.

Seis meses pasaron desde ese día de junio que creía que solo traería fortuna a nuestro pueblo, seis meses durante los que pensé que así era. Pero en ese momento en que íbamos corriendo de vuelta, me di cuenta de que todo esto solo iba a traer problemas. La petrolífera había explotado.
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Había sido un fallo en un engranaje, un pequeño fallo que acabó desencadenando todo un desastre que poco a poco fue tomando lugar. Lo bueno fue que nos dio tiempo a evacuar a todo el mundo, pero la explosión de una instalación tan cara no la iba a pasar por alto Disraf.

-Barant- Dijo Dinel cuando estábamos a punto de llegar al pueblo. -Quiero que te asegures de que todo el mundo está bien. ¿Vale? No quiero que esto le arruine la Navidad a nadie. Los representantes de Disraf vendrán en cualquier momento, diles a todos que pienso solucionar esto.- Tras esto, Dinel salió corriendo hacia el ayuntamiento, mientras yo me iba en dirección de una zona residencial.

Había pasado cerca de una hora desde lo ocurrido en la instalación y Dinel y yo estábamos junto a la misma ejecutiva de Disraf de hace seis meses, y dos hombres trajeados que la acompañaban.

-Señor Dinel- Dijo ella. -Llevamos aquí un buen rato discutiendo. Pero solo hay una solución a todo esto y debido al contrato no se puede cambiar.- Dinel bajó la cabeza y gruñó temiéndose la respuesta. -La gente del pueblo deberá pagar por los costes, o el culpable sale a la luz y nadie más que él paga por esto.-

Eso me enfadó mucho, y me planté delante de ella. -Aquí nadie tiene dinero suficiente para eso.- Dije sin gritar pero con un notable desdén en mi voz. -Pero eso os da igual ¿Verdad? Eso es todo lo que queréis. ¡Dinero, pasta, calderilla! Os da igual si para conseguir lo más mínimo tenéis que pisotear a la gente, con sus sueños y esperanzas. Porque eso, solo es un número más en vuestras cuentas.-

Tras eso, los tres visitantes se quedaron estupefactos sin saber que decir, cuando Marlina, la hija de Dinel que tan solo tenía cinco años apareció por la puerta del salón en el que estábamos reunidos.

-Barant.- Me habló Dinel con un notable cansancio en su voz. -Hazme un favor y llévate a Marlina a su habitación mientras yo termino de recoger esto.- Siguió diciendo mientras señalaba a la mesa. -Y señores, gracias por venir tan pronto desde tan lejos, pero ya es tarde y deberían irse a dormir. Mañana por la mañana seguiremos con esto, a tiempo para que puedan volver a sus casas antes de la tarde.-

Llevé a Marlina a su habitación mientras ella me iba diciendo que tenía muchas ganas de que ese día pasara, ya que el siguiente era nochebuena. Pero yo estaba bastante cansado y no pude prestarle atención, por lo que me fui directamente a mi casa después de despedirme de Dinel, quien intentó decirme algo que no escuché.

Esa noche tuve pesadillas, o más bien recuerdos de mi pasado que salieron a la luz por mis preocupaciones de ese día. Empezaba por un día de Navidad frío como él solo de hacía ya muchísimo tiempo. Yo estaba helado, y cada vez que intentaba pedir ayuda a alguien, estos me ignoraban; para ellos solo era un niño pordiosero sin importancia alguna. De repente, las siluetas de la gente empezaron a agrandarse y a revolverse engulléndome en la oscuridad y de ahí, como si de una luz se tratase, salió Dinel de niño, junto a su madre; fue entonces cuando me desperté. Lo que había soñado era el día en el que conocí a Dinel.
Fuente. LeoNoticias

Esa misma mañana me encontré a Dinel en el piso de abajo de mi casa con una expresión triste. Apenas se había arreglado, y tenía todo el pelo revuelto.

-Eh Din.- Dije. -¿Te encuentras bien, has hablado ya con los de Disraf?- Le pregunté.

-Estoy bien Barant.- Respondió. -Y ahora voy a hablar con ellos. Pero escúchame un momento, tengo algo muy importante que decirte.- Siguió diciendo mientras su semblante se ponía serio. -Voy a entregarme a Disraf, ¿vale? Les voy a decir que yo he provocado la explosión para que la culpa no recaiga en el pueblo. Así que vas a tener que cuidar de Marlina.-

Lo que dijo me dejó sin palabras. No quería que Dinel se fuera, Disraf era una empresa muy poderosa, tomarían partido en el juicio y le caerían muchos años de cárcel, o algo peor. Entendía por qué lo hacía, pero no podía dejar que ocurriese. -Dinel, yo...-

-No.- Me interrumpió. -Barant no puedes impedirlo, tengo que hacerlo, no hay más que hablar.-

La nieve caía lentamente en las calles del pueblo, era el día de nochebuena, pero la usual alegría de esta fecha no se notaba por ningún lado. Dinel esta al lado de varios policías, y detrás había un furgón donde iban a transportarlo a no se sabe dónde. Pero Dinel conservaba su calma habitual, y hablaba a su hija con una alegría que no supe de dónde la sacó.
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-¿Volverás antes de mañana papi?- Preguntó inocentemente, a lo que Dinel rió.

-No te preocupes.- Dijo besándola en la frente. -Volveré antes de que te des cuenta.- Tras esto se incorporó y empezó a andar a buen paso hacia el furgón, mientras evitaba nuestra mirada.
                                                                                                                        Vientofuerte.


El regalo de Rita.
Por Teresa Rivero Cardenete de 1° D de Bachillerato.


“La Navidad es tiempo para solucionar conflictos con dinero, de pensar que los cuentos de hadas pudieron ser inspirados en la vida real cuando, siendo sinceros, el único efecto mágico de la fecha es el de hacernos creer a todos que somos queridos, es la época en la que quien solo tiene buenos gestos de cuando en cuando recibe felicitaciones, convenciéndose en ese momento de ser una maravillosa persona dispuesta a regodearse en ello”.

Después de este fragmento que Margot escribió como propuesta para la introducción de la revista navideña de la empresa en la que trabajaba -por el que claramente recibió una reprimenda de sus superiores- podemos deducir que no se trataba de su época favorita.

Cada vez que alguien le preguntaba con sorpresa por qué no le gustaban estas fechas se limitaba a responder que el amor solo gusta si en algún momento lo recibes.
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Para comprender mejor su situación habría que remontarse a su infancia. Se crió en una casa al sur de Francia que cualquiera calificaría como majestuosa, como fruto de un matrimonio envidiado, exitoso oía decir a sus vecinos -¿qué es el éxito realmente?¿En qué momento una persona puede llegar a utilizar la palabra éxito para definir su vida?¿no es eso quedar atrapados en el conformismo?¿no nos conduce a evitar ver cualquier defecto por miedo a un fracaso? ¿acaso no es el considerarse exitoso fracasar?-probablemente por creerse lo que quienes observaban en tercera persona decían sobre ellos olvidaron que los regalos caros no pueden sustituir al cariño, olvidaron que en las muestras de amor no se debe hablar de dinero.

Cada año al volver a clase tras la Navidad escuchaba a sus compañeros hablar con alegría de las fiestas mientras que ella nunca tenía nada agradable que contar más allá de los carísimos regalos que le habían entregado sus supervisores de parte de sus padres, pues ellos nunca estaban en casa.

Así pasaron los años hasta que Margot acabó de estudiar una carrera y la contrataron como directiva publicitaria en una empresa española; la localización era sin duda lo que más la motivó a aceptar la oferta de trabajo ya que la obligaba a dejar su majestuosa casa.

De este modo, según pensó ella, no se sentiría terriblemente sola, pues podría excusar la falta de compañía con estar en un sitio nuevo.

Quizás fue eso lo que la condujo a no intentar hacer amigos en la oficina a sabiendas de que de ese modo cuando la Navidad o cualquier fecha relevante llegase probablemente no recibiría invitaciones a fiestas ni regalos.
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Sus compañeros de trabajo pronto aceptaron su conducta hostil y dejaron de esforzarse por intentar integrarla.

La única respuesta que Margot es capaz de dar ahora sobre su actitud cuando echa la vista atrás es que cuando alguien se ha acostumbrado a vivir sin recibir afecto trata de convencerse de que ni le agrada ni lo necesita -uno encuentra algo de calor en los peores lugares, decidido a quedarse por miedo a pasar frío fuera.

Dos días antes de la cena de Navidad de la empresa, a la que había sido invitada a pesar de haber rechazado la oferta, se le acercó Rita -la única de sus compañeros que no había tirado la toalla en su empeño por integrarla, una de esas personas a las que es imposible atribuir defectos, lo que se conoce como un ser de luz -para recordarle una vez más que podía asistir si le apetecía.

Margot respondió siendo más desagradable de la cuenta que no pensaba ir. Hay momentos del año en los que, sin percatarnos, nos volvemos más fríos con los demás precisamente porque la vida fue así con nosotros.

Esa misma noche cayó rendida sobre la cama y en cuanto cerró los ojos sintió cómo se transportaba dentro de un cúmulo de luces blancas guiada por un destello dorado.

Cuando aquel túnel de luces cegadoras llegó a su fin se encontró con un local repleto de personas sumidas en un rotundo jolgorio entre las que se vio a ella con un precioso vestido de lentejuelas mientras charlaba animadamente con uno de sus compañeros de trabajo.
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No tardó en asimilar que los allí presentes no podían verla, era una especie de observadora de la velada.

La noche transcurrió entre risas y bailes. Al llegar las doce se anunció que era hora de entregar los regalos del amigo invisible. Margot notó cómo la alegría de su rostro se tornaba en preocupación debido a que, al parecer, en aquella realidad visualizada no le cabía otro papel que el de observar, sin opción a formar parte del juego.

No obstante, sus pensamientos fueron interrumpidos por Rita, la misma que durante las últimas semanas había insistido en que fuera.

-Te lo estás pasando bien por lo que veo.

-Sí, la verdad es que esto es bastante mejor de lo que imaginaba, pero debería haber tenido en cuenta el amigo invisible antes de venir.

-En la oficina, al ser yo la organizadora de la cena, les dije a los demás que me encargaría de traerte aquí para demostrarte que pasar la Navidad en compañía no está nada mal.

- Así que tú eras quien debía regalarme algo...¿a quién tendría que estar yo entregando mi obsequio?

-No te preocupes por eso, yo era la encargada de regalarte la fiesta y tú me regalarías a mi tu presencia.

-Me parece ridículo regalarte solo mi presencia.

-¿Acaso no es lo único que tu deseaste que te regalaran durante años?

-¿Por qué has hecho esto por mi?

-Algunas personas necesitan un empujón para recuperar la fe en la Navidad, por suerte hay algunas otras que nos encargamos de darlo.
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En ese mismo instante el destello dorado que la guió hacia la sala lo iluminó todo para introducirla de nuevo en aquel túnel brillante que la llevaría de vuelta a su cuarto.

Al abrir los ojos la mañana siguiente reparó durante un buen rato en que quizás aquel sueño había sido en parte una señal, que existía la posibilidad de que la magia de la Navidad, la cual creía un mito, existiera y que de algún modo quisiera hacerla conocedora de ella.

Ante esta sospecha Margot llamó a Rita para decirle que esa noche iría a la cena si aún estaba a tiempo, a lo que ella, en un tono indescifrable, respondió que estaba esperando su llamada.

El sueño de aquella noche pasó, en cuestión de horas, a convertirse en un recuerdo para contar en el futuro y en la prueba de que, por más que tarde, la Navidad nunca se olvida de nosotros, sino que espera con paciencia que demos con ella, pues las cosas no llegan o se van de nuestras vidas sino que somos nosotros quienes las encontramos o abandonamos.
                                                                                                        Holden Caulfield

Voy a estar en tu corazón.
María Teresa Matas Lobón 1º Bach A.

    
-Lo sentimos señorita Avery -Suspiro el doctor-. Su amigo… su amigo Thomas desgraciadamente ha fallecido, lo sentimos.

Un año después

-¡Avery! -Gritó una chica alta con gran carácter, dirigiéndose hacia mí-. ¿Dónde te metes?

Llevo buscándote todo el día -dijo enfurruñada.

-Perdona Bella, no estaba de humor, pero bueno ya me has encontrado -Dije, forzando una sonrisa.

-¿Qué haces aquí? -Dijo preocupada, sabía que este era el sitio en el que me reunía con Thomas cuando queríamos estar solos.

Estaba sentada en un banco que había en la azotea del instituto, se podían ver a la perfección las luces de colores y los adornos de navidad que decoraban las calles junto con el leve manto blanco de la nieve que se veía en el parque de enfrente, cualquiera al que le guste la Navidad podría decir que eran unas vistas preciosas, pero para mi no eran más que simples adornos tontos reutilizados de otros años y gente tonta dando regalos tontos para quedar bien.

-Es que… lo echo de menos -Dije en voz baja agachando la mirada hacia la pulsera que él me había regalado haciendo juego con el anillo que él solía llevar.

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Se me acercó para abrazarme al oír mis palabras y poder consolarme aunque no funcionó mucho.

-Lo sé, pero tienes que intentar superarlo, sé que es duro pero mira, hay otros chicos en el mundo, y algunos muy guapos -Dijo guiñando un ojo para intentar animarme, seguido de un abrazo de consolación.

Esbocé una sonrisa al escuchar su comentario e intenté hacer lo que dijo, olvidarme de él, aunque fuera difícil.

-¿Qué es lo que tenías que decirme que no has parado de buscarme? -Dije para cambiar la conversación-. ¿Qué es tan importante?

-Como suponía, no te has enterado -Dijo decepcionada cruzándose de brazos.

-¿No me he enterado de qué? Anda suéltalo ya -Dije mientras sacudía a Bella de sus hombros para que me lo contara mientras nos reíamos.

-Vale vale -Levantó las manos en señal de rendición-. Ha llegado un chico nuevo de nuestro curso al instituto. Dicen que es alto y muy guapo -Dijo con gran entusiasmo.

A mí, por el contrario, no me emocionó la idea, simplemente me daba igual. No quería pensar en otros chicos, solo quería pensar en mi chico aunque me doliera hacerlo, la idea de olvidarme de él no me agradaba nada.

Bella iba ya a regañarme pero por suerte le interrumpió la sirena del instituto, indicando que se acababa el recreo.

-Ya hablaremos de esto -Dijo mientras me ayudaba a levantarme para dirigirnos a clase.

Los pasillos del instituto estaban todos decorados con temática navideña, con estrellas doradas colgando de los techos y con las puertas de las taquillas llenas de dibujos navideños, bueno… todas excepto la mía.

-Deberías decorar tu taquilla Avery.

-¿Y llenarla de purpurina como la tuya para que manches los libros? No gracias. -Dije con tono burlón.

Una vez en clase, puse los ojos en blanco cuando el profesor hizo una pausa para presentar al chico nuevo.

-Este es vuestro nuevo compañero que nos acompañará durante todo el curso, tratadlo como uno más entre vosotros, ¿quieres presentarte a tus compañeros? -Le hizo un gesto para que ocupara su lugar en frente de la clase.

-Hola, soy Liam o “El chico nuevo” como me queráis llamar, tratadme con respeto -Dijo bromeando guiñando un ojo.

Toda la clase se empezó a reír, menos yo, que aparté la mirada soltando un suspiro. El profesor pidió a la clase que se callara e indicó a “El chico nuevo” que se sentara, que, por cierto, era la mesa que estaba al lado de la mía.

Que suerte la mía.

El profesor empezó a dar la clase, pero todas las chicas y chicos se acercaban a él para hablarle, y él, sin vergüenza ninguna, contestando y riendo con todos.

Se volvió bastante popular en pocos días y ya todos habían hablado con él, excepto yo, que no tenía ningún interés en hacerlo, aunque he de admitir que no paraba de mirarlo.

Bella tenía razón, era bastante guapo, con esos ojos celestes y ese pelo y dios que alto era.

Faltaban dos semanas para navidad y la mayoría de alumnos y profesores ayudaron para preparar el escenario de actuación y decorar las puertas, ya que los exámenes se habían terminado. Yo, sin embargo, me quedé en clase sola, escuchando música y leyendo un libro, porque a pesar de que no diéramos clases, era obligatoria la asistencia.

De repente, la puerta de la clase se abrió de un portazo y alguien alto cruzó por ella.

-Anda, estás aquí -Dijo “El chico nuevo” sorprendido al ver que había alguien en la clase-.

Eres Avery, ¿verdad? -Dijo mientras buscaba algo en su mochila.

Al ver que no hablaba siguió hablando él, suponiendo que no se había equivocado respecto a mi nombre.

-¿No ayudas a decorar?

Dudé un momento al contestar. Por alguna extraña razón me daba vergüenza hablar con él, no quería que se llevara una mala impresión de mí, aunque no sé por qué me preocupaba eso si no me gustaba…

-No me gusta la navidad -Terminé diciendo.

-Anda, es la primera vez que escucho tu voz, nunca hemos hablado ahora que lo pienso, tienes una voz muy bonita -Dijo sonriéndome y mirándome agachado en el suelo.

Ese comentario hizo que seguidamente me sonrojara y él se rió al ver mi reacción.
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-Retomando a la conversación anterior… ¿como que no te gusta la navidad?, ¿eres un Grinch? -Preguntó-. No, no lo eres, eres más guapa que un Grinch.

Al escuchar eso último no puede evitar volver a sonrojarme.

-No, no soy un Grinch -Dije avergonzada.

-Si de verdad no lo eres, ven, acompáñame a decorar la puerta con los demás -Dijo extendiendo su mano.

Dudé al darle la mano y cuando lo hice, tiró de mí con una sonrisa.

Estuvimos hablando durante toda la hora y cogí gran confianza en seguida, realmente era un chico muy simpático y divertido.

Lo que hace que sea más atractivo.

-Bueno, Avery, ¿qué te gusta hacer? Háblame de ti -Preguntó curioso.

-De eso nada, tú eres “El chico nuevo” tu debes de hablar primero -Dije desafiante con una sonrisita.

-Jajaja está bien está bien -Levantó las manos en señal de rendición-. Tengo 17 años, me mudé a esta ciudad hace unas semanas y ahora me siento al lado tuya en clase, te toca.

-No, eso no vale, cuéntame más -Insistí.

-Bueno, me mudé de ciudad por el trabajo de mis padres, no me gusta la idea de cambiar de instituto si te soy sincero y en mi tiempo libre me gusta tocar el ukelele -Dijo un poco desanimado.

-Bueno, “Chico nuevo”, estarás contento, le caes bien a todo el mundo así que no es tan malo, eres muy popular -Dije para animarlo.

-Puedes llamarme Liam -Dijo con media sonrisita-. E intento caerle bien a la gente, aunque no me importan los demás, he podido hablar contigo por fin, eso si que me alegra

-Dijo mirándome con una gran sonrisa.

-¿Yo? Pero no me conoces ¿por qué te alegra? -Dije confusa.

-Al ignorarme el primer día, vi que eras más interesante que los demás, además, eres muy guapa -dijo guiñándome un ojo.

No pude evitar sonrojarme y darle un golpecito en el hombro.

Pasaron algunos días en los que ayudamos a decorar las puertas, se me daba bastante bien hacer los dibujos, realmente me gustaba dibujar.

Aunque no me gustara la temática navideña, me gustaba pasar tiempo con Liam, era tan gracioso y alegre, podías hablar de cualquier cosa con él, me recordaba a alguien…

-Vaya, si que dibujas bien ¿por qué no decoras tu taquilla? Estoy seguro que sería la más bonita -Dijo mientras comparaba su intento de dibujar un árbol de Navidad.

-Gracias, en mi tiempo libre me gusta dibujar, aunque no quiero decorar mi taquilla, me gusta más dibujar retratos -Dije mientras le enseñaba un cuaderno de retratos que tenía.

- Dios, además de guapa eres talentosa, que bonitos, son gente del instituto ¿verdad? los reconozco a todos; menos a este, ¿quien es este chico? No me suena de haberlo visto -Dijo señalando el retrato.

Me paralicé enseguida al ver el retrato. Por suerte, sonó la sirena para indicar que empezaba el recreo, me despedí de Liam arrebatándole el cuaderno para irme lo más rápido posible..

-Espera, -Cogiéndome de la mano-. ¿Te apetece quedar conmigo esta tarde y ver las luces de navidad y patinar sobre hielo en el parque? Siempre estamos juntos en el instituto, ¿por qué no cambiar el ambiente? -Dijo sonriente.

De repente, sentí que mi corazón latía con fuerza y se me revolvía el estómago, quería decirle que sí, pero…

- No, tengo que irme ya, suéltame por favor -Le dije secamente y me fui corriendo.

Los siguientes días no hablé con Liam, a pesar de que él me saludaba amablemente e intentaba hablarme. Me sentía mal por no hablarle pero no quería sentir esos sentimientos otra vez.

Faltaban 4 días para Nochebuena y yo sentía que el mundo se me venía abajo.

Me fui al banco de la azotea del instituto para despejarme mientras desayunaba. No quería ver a nadie, pero se ve que duraría poco porque enseguida apareció Bella para regañarme.

-¿Por qué ignoras a Liam? Me ha preguntado por ti y no he sabido qué decirle.

-Me pidió salir, Bella, y le dije que no. Creo… creo que me gusta Liam -Empecé a llorar tapándome con las manos la cara-. Faltan tres  días para que pase un año desde que… no quiero aceptarlo, no quiero olvidarlo, le quiero mucho, no quiero aceptar su muerte, ¡odio la Navidad! Se supone que es para pasar las vacaciones con tus seres queridos, y la persona a la que más amo ¡no está aquí!

Bella no supo qué decir ni hacer, solo se limitó a abrazarme y dejar que me desahogara.

-Él quería que fueras feliz, y que conocieras a alguien, a él le gustaba mucho la navidad y no quería que pasaras el resto de tu vida lamentándote -terminó diciéndome Bella.

Llegó el día 22, el último día de clases, donde había actuaciones de los alumnos y en los que estos participan en los concursos.

Yo no quise asistir, decidí ir al instituto pero no para estar viendo las actuaciones navideñas. Odiaba escuchar los villancicos, hacía que me deprimiera, solo quería estar en la azotea admirando las vistas y recordando aquel lugar en el que lo pasaba con mi persona especial. De repente, me sacaron de mis pensamientos el ruido de la puerta al abrirse.
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-Por favor, Bella, vete, déjame sola -dije sin mirar hacia la puerta.

Al girarme hacia la puerta, vi que no era Bella quien abrió la puerta, sino Liam.

-Lo siento, pero Bella me dijo que estabas aquí, ¿Qué te pasa Avery? Eres la mejor chica que he conocido en este instituto, por favor, no quiero que estés enfadada conmigo, no quiero perderte, sin ti me sentiré solo -Parecía bastante preocupado por pensar que había arruinado nuestra amistad.

-No no no, no te odio para nada, lo siento por haber reaccionado así, es culpa mía, es solo que el retrato… -Me quedé callada, no sabía qué decirle.

-¿Quién era ese chico del retrato? -Dijo finalmente.

-Se llamaba Thomas -Dije por fin-. Él es la razón por la que odio la navidad, no me gusta esta época. Todo el mundo está feliz menos yo, yo solo estoy triste y no puedo evitarlo -Dije empezando a llorar.

-¿Qué te ha hecho? -Dijo Liam frunciendo el ceño.

-Murió -Dije mientras miraba y tocaba mi pulsera, la que Thomas me había regalado como adelanto de navidad.

Liam cambió de expresión al oír la palabra muerte, se acercó y se sentó en el banco junto a mí sin decir nada.

-Él fue la primera y única persona de la que me había enamorado. Bueno, al menos antes de que aparecieras en mi vida -Dije sin importarme su reacción-. Estuvimos saliendo, me sentía tan feliz cuando estaba con él, teníamos pensado varios planes para hacer en Navidad. A Thomas le encantaba patinar sobre hielo aunque a mi se me diera fatal, pero me daba igual porque solo quería verlo feliz. El día antes de Nochebuena decidimos salir para estar todo el día juntos, yo lo esperé donde siempre quedábamos, pero no llegó… Más tarde, me llamaron del hospital diciéndome que a Thomas lo habían atropellado, estuve con él en el hospital agarrando con fuerza su mano y diciéndole que todo saldría bien, y que se recupería, él solo sonreía, diciéndome lo mucho que me quería. Lo siguiente que escuché fue el pitido de la frecuencia cardíaca y los médicos diciéndome que había fallecido, estuve abrazada a él hasta que lo retiraron de la habitación. Pasé las navidades sin tener a la persona que más amaba. ¿Por qué todo el mundo tenía a sus seres queridos y yo acababa de perder al mío? Era injusto. Si hubiera estado con él, no le hubieran atropellado y ahora seguiría aquí. Desde entonces, la Navidad carece de sentido para mí. Me odio tanto por lo que pasó, no quiero olvidarme de él, por eso intento no pensar en ti, porque realmente me gustas -Dije mientras me cubría los ojos llorosos.
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Liam me agarró la mano girándome hacia él para abrazarme con fuerza y no soltarme.

-Avery, lo que pasó no fue culpa tuya. No debes odiar la Navidad. Al contrario, cada vez que pienses en la navidad piensa en él como un hermoso recuerdo, siempre estará contigo

-dijo mientras me abrazaba-. Yo también voy a estar siempre contigo, no lo olvides nunca. Te quiero, Avery.

~Siempre estarás con las personas que más quieres, no tiene porque ser físicamente, ya que siempre llevaras a las personas a las que amas en el corazón sin importar que tan lejos puedan llegar a estar, el amor es el regalo más bonito que uno puede llegar a tener en la Navidad~
                                                                                ~Saturnina~